Manual para no enamorarse de vos

CAPITULO 1. Regla #1: No le contés todo a alguien que sabés que no vas a volver

Marina no creía en las casualidades. Creía en los errores de cálculo, en los cafés servidos tarde y en la forma en que el universo se burla, poniendo a gente que no deberías conocer justo cuando decidiste dejar de intentar.
Sebas, por su parte, tampoco andaba buscando nada. Ni amigos, ni consejos, ni silencios compartidos. Sólo necesitaba pasar el rato, evitar conversaciones incómodas y no sentir que cada encuentro terminaba pareciéndose al último.

Se conocieron en una clase que ninguno de los dos necesitaba. De esas materias optativas donde los estudiantes solo quieren sumar créditos y los profesores fingen que les importa. Marina llegó tarde, Sebas ya se había arrepentido de estar ahí. Fue ella quien se sentó a su lado, porque el resto de las sillas estaban ocupadas, y porque el destino —aunque ella no lo admita— tiene debilidad por las escenas que parecen escritas.

No hablaron durante la primera hora. Después, fue él quien hizo un comentario, uno de esos tan secos que no sabés si es sarcasmo o sinceridad disfrazada. Marina respondió con una sonrisa que no era del todo amable, pero sí honesta, y en algún punto de ese intercambio, descubrieron algo peligroso: era fácil hablar con el otro.

Tan fácil que, sin proponérselo, empezaron a contarse cosas que normalmente se guardaban. Nada demasiado íntimo, nada que rompiera las barreras de lo cotidiano. Pero lo justo para entender que algo en esa conversación dolía menos que en cualquier otra.

Esa misma tarde, cuando salieron de clase y caminaron un poco sin planearlo, Marina soltó la primera frase que lo cambiaría todo:

—Debería escribir un manual para no enamorarse de alguien que te cae bien.

Sebas se rió, con ese tipo de risa que no muestra los dientes pero sí deja entrever que algo le hizo gracia de verdad.

—¿Y qué pondrías en el manual?

—Reglas. Tonterías. Para acordarme de no volver a meterme en líos —dijo ella, sin mirarlo—. A veces uno confunde alivio con conexión.

Y ahí quedó. El manual no fue una promesa, ni un pacto. Fue una forma elegante de decir: no quiero que esto duela después. Ninguno pensó que lo necesitaría de verdad. Ninguno imaginó que semanas después, estarían buscando formas de romper sus propias reglas sin darse cuenta.

Pero por ahora, eso no importaba.
Ahora eran sólo dos personas que se contaron más de la cuenta.
Y la regla número uno ya estaba escrita.




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