Manual para no enamorarse de vos

CAPITULO 9. Regla #8: No digás lo que sentís si no estás listo para escuchar la respuesta.

El video del streaming seguía dando vueltas en redes. Había gente compartiendo la frase, haciendo reels, poniendo voz en off sobre imágenes de lluvia o libros o despedidas fingidas.

Marina dejó de verlo el segundo día.
Pero no pudo dejar de pensar en él.
En la coincidencia. En que él la había leído. En que ella lo supo, y él supo que ella lo supo.

Estaba agotada del silencio.
De fingir que nada pasaba.
De escribir reglas como excusas para no romper lo que ya estaba roto desde antes de empezar.

Así que, esa noche, hizo algo diferente.
No pensó demasiado. No escribió primero en borrador.
Abrió el chat.
El de Sebas.
Y escribió una sola línea.

> ¿Vos devolviste la nota o solo estabas dejando pistas?

Tardó diez minutos en enviarlo. Lo leyó seis veces.
No era una pregunta real.
Era una provocación.
Una invitación disfrazada de reproche.
Y, al mismo tiempo, un “te vi”, un “te sentí”, un “ya no te podés esconder”.

La respuesta de Sebas llegó veinte minutos después.
Corta.
Críptica.
Casi cruel.

> Pensé que alguien más tenía que leerla, no solo vos.

Nada más.

Pero con eso, la puerta se abrió.
No de par en par.
Pero lo suficiente como para que entrara un poco de aire distinto.
Y también un poco de tormenta.

Marina no respondió.
No porque no tuviera qué decir.
Sino porque entendió que ya no estaban jugando a esquivarse.

Estaban, poco a poco, caminando hacia algo que podía doler.

Y mientras el cursor titilaba sobre la pantalla en blanco, una nueva regla comenzó a formarse, pero esta vez no la escribió ninguno.

Solo la pensaron, al mismo tiempo, desde dos lugares distintos:

“No empieces algo si no podés prometer que vas a quedarte cuando se rompa.”




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