Manual para no enamorarse de vos

CAPITULO 11. (Sin regla)

Sebas no contestó más.

Después de aquella noche, no hubo emojis, no hubo memes pasivo-agresivos, ni frases en voz baja, ni citas encubiertas en librerías alternativas.
Nada.

Simplemente, se fue.

Dejó de aparecer en las cafeterías.
No actualizó sus redes.
No volvió a salir en línea a las dos de la mañana.
Ni siquiera para escuchar canciones tristes en Spotify.

Marina se dio cuenta al tercer día.
Pero no reaccionó.

Al sexto, revisó el chat.
Solo para confirmar que seguía sin tildes azules.

Al noveno, lo soñó.
Y se despertó enojada consigo misma.

El día once, escribió una regla.
La borró.

El día catorce, volvió a la plaza.
La banca donde lo había visto seguía ahí.
El banco, la pared, el viento.
Todo igual.
Menos él.

No era rabia lo que sentía.
Era desconcierto.
Porque por más que se preparó, por más que escribió advertencias, por más que llenó su cuaderno de frases defensivas…
No había escrito una regla que la preparara para que él se fuera sin decir nada.

Y eso, más que doler, la vació.

No sabía si él había desaparecido por necesidad o por cobardía.
Y tampoco quería saberlo.
Porque conocer el motivo significaba admitir que lo necesitaba un poco más de lo que estaba dispuesta a reconocer.

Esa noche no escribió.
No lloró.
No lo llamó.

Solo se quedó sentada en su cama, con el celular boca abajo, como si así pudiera apagar también todo lo que no entendía.

Y por primera vez en mucho tiempo, pensó que tal vez...
el manual no servía para evitar enamorarse.
Solo servía para intentar sobrevivir cuando alguien ya no estaba.




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