El sol apenas comenzaba a calentar las fachadas agrietadas del conjunto Torres del Cisne. La mañana se sentía distinta: silenciosa, cargada de expectativa. El grupo que había llegado desde la fortaleza, aún con la tensión del largo camino, había dormido relativamente bien en la primera torre, la misma que habían asegurado el día anterior con vehículos y rejas improvisadas.
Kevin fue el primero en levantarse. Caminó hasta una de las ventanas rotas del cuarto donde descansaban y observó los pisos de la torre vecina. Silencio. Ni ruidos, ni sombras extrañas. Solo edificios vacíos, como suspendidos en el tiempo.
—Parece que no se ha movido nada en toda la noche —murmuró.
Uno a uno, los demás fueron despertando. Margaret se estiró sobre una colchoneta, Nino y Tico revisaban su mochilas emocionados como si estuvieran en una misión secreta, y Felipe ya anotaba en una libreta lo que había observado el día anterior. Yuly se encargaba de preparar una bebida caliente con lo poco que tenían. Aunque no había electricidad, habían improvisado un pequeño fogón portátil.
—Hoy deberíamos revisar la torre del fondo, la que tiene el bloque más alto —dijo Felipe, mientras bebía. —Y después tomar decisiones. No podemos quedarnos aquí eternamente sin saber qué sigue.
—Lo que vimos ayer fue increíble. No había zombis dentro, no había cuerpos… esto podría ser nuestro futuro refugio —agregó Kevin, aún asombrado por el estado impecable de la primera torre.
—Sí —asintió Yuly—. Y hay mucho espacio. Viviendas amplias, estructura sólida, rejas en buen estado. Si limpiamos bien las demás torres, podríamos habilitar hasta un sistema de vigilancia.
La jornada comenzó con una nueva expedición. Esta vez, fueron directo a la torre que se elevaba al fondo del conjunto. Mientras avanzaban, notaron uno que otro caminante aislado rondando los pasillos exteriores. Kevin y Margaret se encargaron de ellos en silencio, usando cuchillos y lanzas improvisadas para evitar hacer ruido.
Entraron a la torre con cuidado. El primer piso estaba despejado, pero en el segundo encontraron a dos zombis atrapados entre una puerta rota y una escalera. Los eliminaron sin problemas.
—Esta está más deteriorada, pero sigue siendo útil —dijo Margaret al revisar una cocina. —Hay humedad, pero nada grave. Y los vidrios aún resisten.
—Podríamos habilitar una torre para dormitorios, otra para almacenamiento, una para vigilancia… —propuso Felipe, mientras inspeccionaba las vigas del techo.
La exploración continuó por al menos tres horas. Luego de revisar cada rincón, el grupo regresó a la primera torre, donde comenzaron a planificar con más seriedad.
—Lo primero es informar lo que encontramos —dijo Kevin—. Pero no debemos ir todos. Si algo pasa, alguien debe quedarse.
Felipe tomó la palabra.
—Estoy dispuesto a quedarme. Conozco el sitio, puedo seguir revisando y asegurar más áreas. Yuly puede ayudarme con las cosas médicas, y Nino con tareas pequeñas, es un niño despierto. No lo pondremos en peligro.
Nino sonrió, feliz de ser tomado en cuenta. Tico, aunque no fue mencionado como parte del grupo que se quedaría, no protestó. Sabía que volvería con su hermano y el resto del grupo principal.
—Entonces regresaríamos Kevin, Tico y Margaret —dijo Yuly, mirando a cada uno con atención—. Solo ustedes tres, para informar y preparar una segunda expedición, ya con más provisiones y más manos para asegurar las demás torres.
—Exactamente —asintió Felipe—. Pero antes de que partan mañana, quiero dejar claro algo.
Los demás lo miraron.
—Quiero que los que se queden en la fortaleza empiecen la construcción de un túnel de escape. Algo subterráneo, por si vuelve a pasar algo como lo de la horda. No le digan nada a la comunidad por ahora… y mucho menos a los nuevos.
Kevin asintió, comprendiendo la necesidad del secreto.
—Mañana partimos al amanecer. Hoy revisamos un poco más, aseguramos lo que podamos y descansamos —dijo Margaret.
Y así fue. El grupo dedicó el resto del día a bloquear la entrada de la segunda torre como lo hicieron con la primera. Usaron vehículos encontrados alrededor del conjunto y los amarraron con cuerdas, cintas de seguridad y alambres. La noche llegó con una leve brisa. Nadie hablaba demasiado. El silencio se convirtió en una especie de pacto. Sabían que lo que estaban comenzando era grande… y peligroso.
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Editado: 12.07.2025