Mar y sangre

Capítulo 27 : pequeñas victorias y grandes esperanzas.

La mañana despertó serena en Torres del Cisne. El sol apenas asomaba entre las nubes cuando Kevin, Tico y Margaret se despidieron del resto del grupo. Frente a la entrada bloqueada de la primera torre, Felipe les estrechó la mano con fuerza.

—Recuerden cada detalle —dijo—. Necesitamos que la junta sepa todo.

Yuly les dio un par de indicaciones médicas a cada uno, por si pasaba algo en el camino. Nino, con los ojos algo tristes, abrazó a Tico en silencio.

—No se preocupen —añadió Felipe—. Aquí seguiremos organizando todo para transformar esto en un verdadero refugio.

Sin perder más tiempo, Kevin, Tico y Margaret comenzaron su marcha de regreso, cruzando las calles vacías, cuidadosos con cada esquina. Aunque el camino fue relativamente tranquilo, la tensión no los abandonó en ningún momento.

Ya cerca de la fortaleza, comenzaron a notar algo extraño: risas, gritos de alegría, voces celebrando. Cruzaron la entrada y fueron recibidos con abrazos, aplausos y emoción desbordada.

—¿Qué pasó? —preguntó Kevin, confundido.

Fue uno de los guardias quien les respondió, con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡La señora que estaba embarazada dio a luz esta mañana! ¡Un niño! ¡Está sanito!

Margaret soltó una carcajada emocionada y Tico se quedó mirando a Kevin con ojos brillantes. Por un momento, entre tanta oscuridad, había una chispa de luz.

En la pequeña sala habilitada como clínica, encontraron a la madre agotada pero sonriente, con el bebé en brazos. Yuly no estaba, pero una enfermera auxiliar les explicó que todo salió bien gracias a las indicaciones que dejó antes de irse.

La felicidad era contagiosa. Muchos vecinos lloraban al ver al pequeño. Era el primer nacimiento en la fortaleza. Un símbolo de que, a pesar de todo, la vida seguía.

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Horas más tarde, ya reunidos con los demás miembros de la junta, Kevin tomó la palabra. Relató con detalle cada aspecto de Torres del Cisne: el estado de las torres, la cantidad de apartamentos, el entorno despejado, los puntos ciegos, y sobre todo, la seguridad que ofrecía.

Margaret complementó con lo que observaron desde lo arquitectónico: las torres eran sólidas, bien diseñadas para defenderse, y con buena ventilación. Tico, por su parte, destacó lo bien que habían logrado bloquear los accesos.

—Tenemos algo con potencial —dijo Kevin al final—. Si nos organizamos bien, podríamos tener una segunda base, incluso mejor que esta.

Uno de los directivos, un hombre de mirada calculadora, se acarició la barbilla.

—¿Y cómo planean trasladar gente allá sin levantar sospechas? —preguntó.

—Primero debemos reforzarla —intervino Margaret—. Cuando esté lista, podríamos hacerlo por grupos pequeños. Pero todo dependerá del plan que armemos entre todos.

La conversación se alargó con detalles técnicos. Pero todos coincidieron: la esperanza que representaba Torres del Cisne era real.

Antes de que la reunión terminara, uno de los ingenieros encargados del túnel subterráneo pidió hablar.

—El túnel ya está muy avanzado. A este ritmo, en menos de dos semanas podríamos tener una salida segura, a más de un kilómetro de aquí. Y como pidió Felipe, lo hemos mantenido en secreto.

—Bien —dijo el líder de la junta—. Sigamos así. Nadie más debe enterarse, y mucho menos los nuevos.

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Mientras tanto, en una de las habitaciones más apartadas del refugio, Emma y su hermano se sentaron a solas. Ella parecía nerviosa.

—No quiero seguir haciéndolo, ¿sabes? —le dijo—. No después de lo que vimos. Esta gente… es buena. No merecen que Rafa los joda.

—Yo tampoco quiero, Emma —respondió su hermano, bajando la mirada—. Pero si nos descubre...

—Entonces nos iremos. Buscaremos cómo, pero no puedo seguir entregando información. No después del bebé… no después de ver a todos celebrando. Este lugar… es distinto.

En ese momento, la puerta se abrió de golpe. Era su supuesto padre, el hombre que los había criado bajo las órdenes de Rafa. Su mirada era dura, los ojos llenos de decepción y furia.

—¿Así que ahora se conmueven con esta gentuza? —escupió—. ¿Olvidan todo lo que Rafa ha hecho por ustedes?

Emma se puso de pie, desafiante.

—No queremos seguir, y no puedes obligarnos.

Él cerró la puerta tras de sí y se acercó.

—¿Ah, no? Pues se van a quedar calladitos… o van a terminar como los que Rafa “descarta”. A mí tampoco me gusta esto, pero no tenemos elección. No todavía.

Los hermanos se miraron en silencio. La tensión entre lo que querían y lo que debían hacer empezaba a romperse.

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La noche cayó sobre la fortaleza. El aire olía a esperanza, con el eco del llanto de un recién nacido como símbolo de vida. Pero en la oscuridad, entre secretos y decisiones difíciles, también se tejía el destino de todos.

Porque aunque habían ganado una pequeña victoria… la guerra por sobrevivir estaba lejos de terminar.




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