—Vamos, Marie. Por favor dinos qué opinas al respecto, has estado muy callada en toda la cena —la petición de mis padres aun me seguía consternando, las palabras entraban por mi cabeza, pero no conseguía procesarlas al cien por ciento. Me acababan de pedir que me casara con el hijo del mejor amigo de mi padre, alguien a quien no conozco en persona, a quien solo he visto un par de veces en los eventos a los cuales me obligaban a asistir desde que tengo memoria. No tengo ni una imagen mental de cómo es su rostro. Tal vez podría sacarlo con el rostro de sus padres, pero no es lo mismo, en estos momentos de shock no puedo pensar en nada más.
—No creo que pueda darles la respuesta que esperan— respondí de la mejor forma que puede sin ofenderles o con la intención de hacerles enojar, había pensado muy bien que palabras usar por los presentes: adultos ya grandes y con una perspectiva algo clasista, de esos que piensan que los modales y una buena actitud son importantes como primera impresión... y para siempre. Estoy segura de que, si me hubiera dejado guiar por mis sentimientos, hubiera hecho toda una escena al respecto. Hubiera dicho palabras que mis padres no tenían idea que usaba o conocía y hubiera dejado la cena para ir a encerrarme en mi habitación como una adolescente enojada.
Ninguna opción era aceptable. Tengo veintiún años, no puedo comportarme como una niña. Ahora entiendo por qué mi pequeña hermana no se encontraba presente en la cena, no eran temas que aportar ante una joven que aún creía que el amor movía el mundo. Sería muy cruel visualizar a la pequeña de Jennie escuchando esas palabras que casi podía ver su expresión en mi cabeza, su rostro reflejando cómo cada ilusión se rompía en su interior.
—Cariño, no tendrían que preocuparse de nada ustedes dos, nosotros nos encargaríamos de casi todo, tenemos a la gente necesaria que se encargaría de hacer todo el compromiso como algo real ante la gente y los medios —mi posible suegra dijo con tanta calma y tranquilidad, como si fuera algo de todos los días arreglar un compromiso entre dos personas que no se conocen... en pleno siglo veintiuno. Medios, la mención de ellos solo consigue ponerme más nerviosa. ¿Por qué involucrarlos? No deberían, no habría necesidad... y no es como que fuera a aceptar, era una idea de locura.
—Toma la noche para pensarlo, ¿de acuerdo, Marie? Solo recuerda, que aún si aceptas y más adelante decides no seguir con la boda, sería totalmente comprensible y todo se cancelaría— mi madre parecía ser la mediadora, la que vería por la paz de ambos grupos: los exigentes y la pobre acosada que, en este caso, era yo.
Ninguno de los presentes muestra estar de acuerdo con mi madre, pero tampoco se negaron a su oferta. Era toda una locura, querían que se casara por negocios y mantener el alto ambos apellidos dentro del mundo laboral. Agradecí la consideración y me disculpé por los invitados, no podía ser descortés aun cuando quería serlo. Necesitaba retirarme para poder pensar en claro todo lo que le acababan de decir. Querían que me casara con Byron Hoffmann, heredero a los negocios Hoffmann que abarcaban diferentes campos dentro de diferentes industrias. Era todo un empresario al igual que mi padre, quien no podía creer que me estuviera colocando en esa situación tan inusual. A lo que me habían comentado en la cena, la unión de ambas familias era lo que sus negocios necesitaban para crecer ambas.
La herencia de los negocios caería en mis hombros y al estar casados podríamos tener las acciones del otro y ambos apellidos estarían a la par. Lo que seguía sin entender era por qué no era más sencillo aportar acciones o compartir el poder directamente, pero ellos solo dijeron que no era tan sencillo como ella imaginaba. Byron había dicho que sí. Solo era cuestión de que yo confirmara y de esa forma la vida que conozco sería arreglada por externos tal cual muñeca de juegos.
Subí con pasos cautelosos las escaleras en un andar lento, de alguna forma esperado escuchar algo más de la conversación que podría continuar en la mesa en mi ausencia, tal vez la revelación de algún secreto o alguna novedad omitida durante mi presencia... pero también por el estado de shock en el que me encontraba. Me habían pedido casarme con otra persona, alguien a quien solo conocía de vista y todo por acciones legales o motivos desconocidos de mis padres. Sentía que había retrocedido siglos atrás, donde a chicas como Julieta se les asignaba un marido por su posición o los beneficios que conlleve el arreglo matrimonial.
Ahora yo era Julieta, prometida de Paris, pensando si acaso había un Romeo para mí en el mundo, esperando por conocerme y hacerme vivir una aventura en tan poco tiempo de conocerme, alguien que me haga decir sí al renunciar a mi vida, alguien que me haga renunciar a mi nombre...
Basta, Marie. Ya no debes ayudar a tu hermana con sus monólogos de teatro a altas horas de la noche. Con un suspiro, dejé de esperar a que mis padres hablaran y decidí caminar hacia mi refugio personal ─mi habitación─ esperando poder ser consumida por la cama y hacerme desaparecer de esos instantes vergonzosos por los cuales acababa de pasar.