Byron podía improvisar un momento a la perfección. Llegaron empleados y adornaron frente a nuestros ojos la pequeña zona privada se volvió el refugio perfecto para los dos. Cobertores en el sofá, la fogata encendida y un juego de luces que pronto podrían pertenecer a un árbol de navidad nos ayudaban a mantener ese toque personal.
Tomé un trago de champagne y esperé a que respondiera. Byron se estaba comportando como un caballero, casi hacía de este trato matrimonial algo divertido y natural... era difícil pensar en una relación llena de tensión dentro de nuestro futuro cercano, pero aún así debía mantenerme consciente de lo que era: una farsa.
─Si, pero nunca solos. Siempre fue en grupo de amigos, después crecí y dejé la casa de mis padres. Así que eres la primera chica que traigo aquí abajo... a solas.
─Uy, debería sentirme importante ─Byron sonrió y apartó la vista hacia la vista majestuosa que nos proporcionaba el mar esta noche. Se veía tranquilo, relajado... como si de verdad fuera él un solo chico y yo una chica que tienen una cita, no dos jóvenes adultos atrapados en los negocios de sus padres.
─Yo soy el que debería presumirte. Empezando con esta fiesta que tenemos arriba de nosotros, pero tampoco quiero estar respondiendo preguntas a la gente ─su rostro cambió por un momento, su perfil se volvió serio y sus ojos dejaron esa calma─ pero debemos hacer acto de presencia. Aunque sea por una media hora, antes de que vengan a buscarnos.
Era verdad.
Suspiré y en lugar de levantarme, de estar de acuerdo con lo que acababa de decir, dejé que mi cabeza se acomodara en la curva de su cuello, cerrando los ojos por unos instantes en forma de negación. Me sentía como una niña pequeña haciendo un berrinche, pero estaba tan cómoda ahí con él que no quería moverme.
Tal vez sería buena idea que vinieran a buscarnos, tal vez así nuestra relación llegaría más rápido a boca de todos, o tal vez solo era yo intentando buscar una excusa para no moverme y no abandonar esta burbuja de comodidad en la que me encontraba.
Mi cuerpo se sacudió levemente ante las pequeñas y silenciosas risas de Byron, quien solo rodeó mis hombros en busca de la punta del cobertor para taparme. Podía oler su perfume ante la cercanía de nuestros cuerpos y era tan embriagador que podría olerlo todo el día. No sabría decir cuánto tiempo pasó con nosotros en ese estado, pero fue cuestión de tiempo que recibiéramos los dos un mensaje por parte de nuestros padres intentando buscar dónde estábamos.
Byron suspiró y pude sentir su respiración chocando en mi cabeza y una sensación de electricidad recorrió mi cuerpo, haciéndome consciente de la cercanía que teníamos, de cómo nos encontrábamos y el recuerdo del Teatro volvió a mí, recordando esa sensación de tener sus labios tan cerca... y ahora a él lo tenía cerca de nuevo.
Oh diablos. Marie, ya bésalo. No podía evitar regañarme a mi misma. Era algo que debía hacer, que debía tomar valor por primera vez en mi vida. Siempre he sido la chica que mantiene sus estudios primero, que le piensa en hacer algunas cosas, pero no tanto por miedo, sino por la involucración de mis padres en mi vida. Todo ha sido tan controlado incluso en estos momentos. Walter fue el único error que podía llamar como "mío" y que seguía siendo parte de la categoría error en mi vida.
Levanté la cabeza de su pecho sin alejarme mucho de nuestra cercanía.
Estaba sucediendo.
Vamos, Marie. No te acobardes, no ahora.
Y como si fuera en cámara lenta, Byron giró su rostro hacia el mío con una pequeña sonrisa en sus labios que conseguía ese toque encantador. Sus labios me llamaban, podía sentir como los míos hormigueaban con antelación y como una necesidad creciente.
Vamos, vamos, vamos.
Sus ojos se encontraron con los míos e intenté buscar en ellos una respuesta, esa respuesta que me hiciera lanzarme en busca de su tacto, de un sabor y un sentimiento... y ahí estaba, unas pupilas dilatadas y un tono de sus ojos un poco más oscuro del habitual.
Pero no tuve la oportunidad de besarle primero, porque mi cuerpo se congeló en el instante que Byron se humedeció los labios. Mi yo interno estaba gritando miles de señales de "¡está sucediendo!" Tomó mi rostro con una de sus manos y poco a poco fue eliminando la distancia de nuestras bocas hasta que por fin nuestros labios se unieran en un primer beso. Mi cuerpo se sumergió en una calma, una ola de calor se esparcía por mi cuerpo que me pedía mas de lo que se me estaba dando mientras que una danza empezaba con nuestras bocas. Sus labios eran suaves y conocedores de la duración perfecta para que mi cuerpo respondiera a su tacto.