Marie Him

10. Feliz Navidad

154 DÍAS ANTES DE LA BODA.

 

La gente estaba llegando. Los Hoffmann invitaron a conocidos de ellos, a familiares de ambas familias y eso solo me hacía cuestionarme el tipo de navidad que celebraban. Normalmente, nosotros pasábamos la navidad con mi tía desde la muerte de mi tío para no dejarla sola en esta fecha tan complicada.

Mi tía se pone a hablar de cómo a mi tío le hubieran gustado tales regalos, si la cena era deliciosa o si todos nos veíamos muy grandes... a él le hubiera gustado ver eso. Estoy segura de que en momentos todos nos ponemos a pensar lo mismo, la ausencia de mi tío se siente en el aire.

Mi pequeña hermana se arregló para esta cena que mas bien parecía comida tardía. Se puso una falda en corte circular de tiro alto y un suéter rosa pastel con brillos, se quejaba de que mamá no le dejó usar tacones altos, pero al menos puede presumir sus nuevas botas negras. Ella bajó con mi madre quien le vino a buscar, le recordó en todo el camino por las escaleras sobre cómo debía comportarse esta noche en particular.

Típico de mi madre.

─ ¿Se puede? ─la voz de Byron intervino entre mis pensamientos, consiguiendo que regresara a la realidad. Me puse de pie de la cama, no sabía cuanto tiempo llevaba en la habitación haciéndome mensa, pero al parecer debió ser lo suficiente para que vinieran a buscarme.

─Pasa ─invité mientras acomodaba un poco mi vestimenta arrugada por mi cómoda postura entre sábanas. La puerta se abrió y Byron apareció con un atuendo semi formal. Iba todo de negro, camisa, pantalón y saco. Se veía muy apuesto, su cabellera resaltaba tanto y sus ojos sonreían con ternura─. ¿Y el suéter?

─Fue algo momentáneo. Un compromiso familiar.

─ ¿Y no estamos por ir a otro?

─Si, la diferencia es que en este te puedo incluir ─con las manos ocultas en su pantalón, Byron caminó hacia donde yo estaba y se acostó a un costado mío, llevando con su mano mi cuerpo para caer junto a él.

Y ahí estábamos, los dos acostados sin decir nada. Disfrutando del silencio por unos momentos antes de que alguno de los dos tuviera que escupir una realidad mata-momentos.

─ ¿Qué tanta gente viene? ─me atreví a preguntarle. Era algo que me estaba rondando en la cabeza desde que nos avisaron que era hora de empezar a arreglarnos. Parte de esas dudas, me mantenían encerrada en esos momentos en la habitación.

─No tantos... como unas veinte personas.

Wow. ¿Esas son poquitas?

─Uy, espero y las demás personas que no fueron invitadas no se sientan ofendidas por este evento exclusivo de los Hoffmann. ¿Quién viene? ¿El presidente?

Byron solo se burló de mí con su sonrisa.

─Solo es Noche Buena. Mi madre invitó solo a unos familiares y amigos cercanos al igual que tu madre. Va a ser incómodo para los dos el bajar... y ya deberíamos hacerlo.

No me agradaba esa idea, pero tenía razón. Nos tomó un largo rato salir de la cama entre risas y excusas tontas para permanecer en calma unos minutos más. El bajar los escalones fue un sufrimiento, no sabía quiénes podrían encontrarse en la planta baja, qué ojos me verían mal y qué sonrisas serían familiares.

Me aferré al brazo de Byron con fuerza en el momento en que mis ojos cayeron sobre la gente que se encontraba platicando cómodamente en la sala de estar o en la entrada de la cocina con copas de vino o champagne en sus manos. Había personas que no veía desde la preparatoria y me sonreían con una emoción como si me extrañaran. No llegué a convivir tanto con esas personas como para recibir tanto afecto, pero aquí estaban, sonrientes y dando besos en las mejillas. Todo era un mar de gente que no le podía ver fin o escapatoria.

─Luces hermosa ─le alcancé a escuchar mientras que mi cerebro se desconectaba de un nerviosismo inexplicable. Byron rodeó mi cintura con su brazo y se mantuvo ahí junto a mí, escuchando a unos posibles desconocidos sobre un tema que tampoco quería escuchar.

Y así se fue el inicio de mi noche, llena de saludos a personas que nunca había visto, a quienes solo me vieron de bebé o a quienes de plano no quería ver. Todos hacían preguntas sobre cómo estaba, si acaso estaba perdidamente enamorada de Byron, que si acaso no era un regalo del cielo... muchos comentarios a los cuales yo solo sonreía y asentía mientras me robaban y pasaban como pelota a otra persona con los mismos comentarios.

Me iba a volver loca si acaso no salía de ahí y fue mi salvación cuando Byron desde el otro extremo de la casa me hizo señas indicando la salida de la casa por la puerta trasera, la que daba hacia la playa. Tal vez si era una buena idea salir un poco, estar los dos solos para escapar de la gente curiosa y llena de preguntas de las cuales inventaba respuestas. Debía aceptar por mi bien antes de explotar, así que me disculpé con las personas con quienes me encontraba para poder alejarme con una copa de champagne a la salida de la casa, directo a la terraza que daba a la playa justo a tiempo para toparme a Byron en medio del camino.




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