Mariposa Capoeirista (libro 3)

CAPÍTULO 1

Alexandre le dio un beso en el pelo, se lo acarició con infinita ternura, como lo había hecho muchas veces con su hija, cuando lloraba extrañando a Branca, porque no podía comprender que su madre nunca volvería.

—Ya regreso. —Le susurró y volvió a darle un suave beso en el lóbulo de la oreja.

Ella solo asintió con la cabeza lentamente al tiempo que intentaba limpiarse las lágrimas que no dejaban de brotar.

Él se fue hasta la cocina y puso a hervir agua para prepararle el té de manzanilla, mientras pensaba en alguna solución, porque lo que menos deseaba era ver sufrir a Elizabeth de esa manera que a él tanto le angustiaba.

Sacó una taza del mueble de la cocina, buscó el té y sirvió el agua hirviendo; estaba por volver a la habitación cuando escuchó el sonido del teléfono de Elizabeth, e inmediatamente su mirada se dirigió al sofá donde lo había dejado junto al suyo y las llaves.

No pudo retener sus pasos que lo llevaron hasta el aparato, percatándose de que era Rachell quien estaba tratando de comunicarse con su hija.

Él no quería que siguieran atormentándola, pero por alguna extraña razón supuso que la mujer no quería reprocharle sino apoyarla. Justo cuando él agarró el teléfono dejó de llamar, sabía que quizá en sus manos tenía la solución para poner de su parte y ayudar a la mujer que amaba.

Era realmente habilidoso para desbloquear los teléfonos, no necesitaba de ningún aparato, tampoco resetearlo ni restaurarlo, simplemente una lámpara o una luz directa, y la del extractor de humo de la cocina era perfecta.

Miró al pasillo para asegurarse de que Elizabeth no se lo pillara con su teléfono en la mano. En menos de dos minutos ya había divisado la contraseña numérica y consiguió desbloquearlo, fue directamente a lo que necesitaba, no pensaba invadir la privacidad de Elizabeth, aunque cierta parte de su ser se lo pidiera.

Hizo exclusivamente lo que se había propuesto y volvió a bloquearlo. Antes de que pudiera regresarlo al sofá, Rachell volvió a llamar; sabía que no era correcto contestarle, por lo que agarró la taza de té y se fue a la habitación.

—Aquí te traje la manzanilla, no quiero que la cena te haga daño —dijo acuclillándose frente a ella.

Elizabeth realmente no quería el té, porque no estaba segura de poder pasarlo, pero agradecía infinitamente la atención de Alexandre; se sentó y acunó la taza, disfrutando del calor que les brindaba a sus manos; se obligó y le dio un sorbo.

—Gracias —dijo mirándolo a los ojos, mientras él le ponía un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Por cierto, tu madre te está llamando —informó entregándole el teléfono.

Elizabeth sostuvo la taza con una mano y con la otra agarró el teléfono, se quedó mirándolo para después dejarlo a un lado y volvió a darle otro sorbo al té.

—¿No vas a devolverle la llamada? —preguntó él.

—No quiero hacerlo… Ahora no… —Se quedó mirándolo y sus pupilas bailaban junto con las de él—. Luzco espantosa, ¿cierto? —Le preguntó, segura de que el maquillaje debió habérsele chorreado.

—En absoluto, eres hermosa en todo momento, pero admito que me gusta más verte sonreír —dijo sujetándole la barbilla. Ella le hizo caso y le sonrió tímidamente—. Mucho mejor.

En ese momento el teléfono volvió a sonar y ambos fijaron sus miradas en la pantalla.

—Creo que debes contestarle, estoy seguro de que no quieres que se preocupe —aconsejó Alexandre. 

—Temo que mi padre la haya convencido e intente persuadirme para que regrese con él.

—Me pareció que tu madre es mucho más comprensiva, no tan intransigente.

—No lo es, pero muchas veces suele estar de acuerdo con él.

—Será conveniente salir de dudas —instó con dulzura.

Elizabeth le dio otro sorbo al té, dejó la taza a un lado y agarró el teléfono.

—Hola mamá —atendió la videollamada.

—Hola cariño, ¿qué pasó? ¿Te sientes bien? ¿Por qué estás llorando? —interrogó toda preocupada.

—¿No te haces una idea?

—Tu padre… Lo siento pequeña, debí ponerte sobre aviso, pero ya mi situación con Samuel está bastante delicada por todo esto. Piensa que lo estoy traicionando, no puede entender que solo intento comprenderte…

—Lo sé mamá, no te preocupes, sé que estás en una posición realmente complicada, no puedes estar con el bien y con el mal al mismo tiempo.

—Sin embargo, intento estarlo, porque los amo a los dos y lo que más deseo es que las cosas vuelvan a ser como antes.

Elizabeth presentía que a continuación le pediría que volviera con su padre a Nueva York.

—No creo que eso suceda, puesto que según el gran Samuel Garnett ya no soy su hija, no mientras elija estar al lado del hombre que amo. —Suspiró con melancolía y las lágrimas volvieron a llenarle los ojos.

—¡Ay cariño! No le hagas caso a tu padre, solo está dolido… Imagino que fue duro contigo, pero cualquier cosa que haya dicho estoy segura de que no lo dijo en serio. —Elizabeth solo asintió con la cabeza—. Estoy segura que dentro de poco se le pasará, él te ama y también está sufriendo por todo esto…




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