Alexandre estaba ansioso por salir de la oficina de Souza, donde los había reunido; no podía darle la importancia que requería el asunto, porque estaba pendiente de su teléfono vibrando en el bolsillo de su vaquero.
Sabía que quien insistía era su madre, ya había mirado la pantalla, pero tuvo que regresarlo a su bolsillo si no deseaba ser amonestado; sin embargo, no podía dejar de pensar en que la extraña llamada podía ser una emergencia, y no saberlo le mortificaba.
—Disculpe jefe. —Lo interrumpió sin poder seguir soportando la incertidumbre—, tengo una llamada muy importante… Solo será un minuto —dijo poniendo su mirada en Souza, quien lo veía ceñudo.
—Que sea uno Nascimento —concedió de mala gana. Todos ahí sabían que el hombre odiaba ese tipo de interrupciones.
Alexandre sacó el teléfono y contestó la llamada al tiempo que caminaba a la salida.
—¿Qué pasó madre? —preguntó con el corazón en frenético galope, solo podía pensar en que algo malo le había pasado a su hija o a su nieto.
—Alexandre, ¿cómo es posible que permitas que tu hija se vaya con una extraña? —Su tono era de evidente reclamo.
—No sé de qué me hablas, ¿qué pasó? Me encuentro en una reunión muy importante y tuve que salir porque pensé que se trataba de una emergencia —respondió huraño.
—Siento haberte interrumpido… —Se disculpó apenada, pero sin que la molestia que sentía mermara—. Al parecer no estás al tanto de que «Elizabeth» … —Lo pensó antes de llamarla «la muchachita»—, vino y se llevó a los niños quién sabe a dónde. No entiendo por qué se toma atribuciones que no le corresponden, ella no es la madre de Luana.
—Primero que todo madre, Elizabeth no es una extraña —interrumpió a la mujer que parecía hablar sin respirar—. Es mi mujer, y por favor, no la compares con Branca. No tienes que mencionar a Branca para nada —reprochó. Realmente le dolía que sus padres, quienes ni siquiera habían querido conocer a su difunta mujer ni tratarla cuando pudieron, ahora se apoyaran en su recuerdo para atacar a Elizabeth; como si hubiesen querido o respetado a Branca, simplemente porque Arlenne no soportaba a Elizabeth.
—Te pido disculpas, pero esa chica vino sin avisar y aprovechó que no estábamos para llevarse a mi pequeña y a Jonas… No tiene derecho, apenas los conoce.
—Entiendo que te preocupes, pero Elizabeth sabrá cuidarlos.
—No lo creo, solo es una niña, si casi tiene la misma edad de Luana.
—Arlenne, voy a tener que dejarte, esto no es una emergencia… Bien puedes llamar a Luana y preguntarle dónde están, no venirme con reclamos absurdos. Y espero que no se te ocurra decirle nada a Elizabeth, ella solo pretende ganarse el cariño de mi hija, y aunque tengan casi la misma edad, como tú dices… —ironizó molesto—, ella será lo más cercano a una madre que yo pueda darle a mi hija. Y eso debes respetarlo. Ahora te dejo porque tengo que volver al trabajo. —Terminó la llamada y devolvió el teléfono al bolsillo, conteniendo su necesidad de llamar a Elizabeth.
Consideraba que debió avisarle, no porque a él le causara alguna molestia que estuviera con Luana, sino porque había ido sola hasta Niterói, exponiéndose más de la cuenta, y eso inevitablemente le preocupaba.
No le quedó más que volver a la oficina y reintegrarse a la reunión. Souza estaba muy preocupado, porque otra mujer había desaparecido, y lo peor era que no podían saber si estaba viva o muerta, si tenía algo que ver con Vidal o no, porque al igual que la turista portuguesa, no había aparecido el cuerpo; y mientras eso no pasara, no había nada que ellos pudieran hacer, más que seguir buscando la aguja en el pajar.
Souza estaba organizando para que un equipo se infiltrara en las favelas, para investigar si las desapariciones tenían que ver con los narcotraficantes. Era de conocimiento público que a algunos de los dueños de Morro les gustaba poseer su harem personal.
Todos los miraron a él, porque sabían que se conocía Rocinha como la palma de su mano, pero se negó, realmente no iba a exponerse; sabía lo que pasaba cuando descubrían a un policía infiltrado, no era cobardía, simplemente él no era policía, no era más que el simple fotógrafo forense; y exponerse de esa manera estaba fuera de sus funciones; además, no quería perder sus amistades en Rocinha.
*********
Jonas disfrutaba del brownie con helado que le habían pedido de postre, mientras que Elizabeth y Luana lo admiraban sonrientes y le ayudaban a comer. Ellas por ser amantes de su buena figura trataban de mantener lo más alejado posible los dulces.
Luana todavía luchaba con las huellas del embarazo, llevaba casi un año tratando de volver a tener su abdomen envidiablemente firme y el porcentaje de grasa muy bajo, por lo que no se permitía caer en ninguna tentación.
—¿Está rico? —preguntó Elizabeth a punto de morir de ternura.
—Sí, rico, rico —dijo afirmando con la cabeza, mientras se chupaba el labio inferior.
Elizabeth adoraba tomarse fotos con él, algunas las había subido a sus redes, y las ráfagas de preguntas sobre quién era no se hacían esperar, pero ella solo respondía que era alguien especial. No quería darle de qué hablar a la prensa, ni que empezaran a molestar a la familia de Alexandre.
#1348 en Novela romántica
#136 en Thriller
amor mentiras deseo amistad, amor pasin y acción, amor misterio venganza magia
Editado: 18.12.2023