Al bajar del avión, lo primero que Luck hizo fue comprar un periódico, para ver si se encontraba con buenas noticias, pero realmente no había nada alentador, quizá porque tan solo habían pasado trece horas desde que Elizabeth había desaparecido, aunque para él había parecido una eternidad.
El taxi se detuvo frente a la mansión Garnett y él todavía no se había comunicado con nadie para informarle de su llegada, por lo que tuvo que llamar a Oscar para que le avisara a los de seguridad que lo dejaran pasar; en menos de un minuto se abrieron los portones y concedieron el acceso.
Pagó por el servicio y bajó, cargando consigo un maletín en el cual metió unas pocas prendas de vestir. Pensó que todas las lágrimas de preocupación las había derramado durante el vuelo, pero una vez más estaban ahí, haciendo remolinos en su garganta.
Oscar salió a recibirlo, el chico que solía ser muy poco expresivo al verlo lo abrazó con fuerza, tanta, que le recordó a los de Elizabeth.
—Gracias por venir, mamá te necesita —dijo Oscar.
Luck retenía las lágrimas al filo de los párpados y se tragaba otras tantas.
—¿Dónde está?
—Hace un rato se quedó dormida, pensé que nunca lo haría, no ha parado de llorar… Tuvimos que darle un somnífero sin que se diera cuenta.
—Entonces, será mejor dejarla dormir… ¿Y Violet?
—Está viendo una película en compañía de Hera, si quieres puedes ir con ellas.
—Sí, quiero verla.
—Luck —dijo recibiéndole la maleta—, ella no sabe nada.
—Está bien, seré cuidadoso... ¿Qué han sabido? —preguntó con un gran nudo de nervios que casi no le permitía hablar.
—Nada, la están buscando, pero todavía nada… —Le esquivó la mirada que se le inundaba en lágrimas.
—¿Cómo está tu padre?
—No lo sé, no vino en todo el día, desde que se llevaron a Eli no lo hemos vuelto a ver.
—Imagino que debe estar a punto de enloquecer —comentó.
—Creo que todos estamos así… —El labio le temblaba por el llanto contenido, pero no lloraba, ya también lo había hecho lo suficiente y debía mostrarse fuerte, porque su madre lo necesitaba sereno.
Luck solo afirmó con la cabeza.
—Pediré que te lleven algo de comer a la sala de cine, debes estar hambriento.
—No, gracias. Realmente no tengo apetito… Voy con Violet —comentó y caminó al lugar, pues sabía moverse muy bien dentro de la mansión.
Entró a la gran sala con butacas en tono burdeos y la gran pantalla que trasmitía una película infantil, la iluminación del filme le ayudó a encontrar a la niña donde estaba sentada al lado de Hera.
Caminó, tratando de ser silencioso, y se sentó al lado de la pequeña, quien al verlo no pudo evitar emocionarse.
—¡Hola, Luck! ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Cuándo llegaste?!... No te esperaba —parloteaba feliz.
—Vine a visitarte, no fue suficiente la semana pasada… —dijo sonriente—. Recuerda que no pudimos ir a surfear, y prometiste que me enseñarías.
—Claro, sí… Me encantaría enseñarte, a mí me enseñó Alexandre…. ¡Él es el mejor en el mundo! —dijo exagerando de manera graciosa.
—Entonces aprenderé de la mejor que aprendió del mejor… Pero ahora sigamos viendo la peli, ¿te parece?
—Sí, está muy entretenida, si quieres le digo a Hera que la ponga desde el principio.
—Estoy aquí desde que iba comenzando. —-Mintió, porque sabía que no podría estar pendiente de nada más que de los miedos que asechaban en su cabeza.
—Hola, Luck, gracias por venir —dijo Hera, quien evidentemente también había estado llorando.
—Tenía que hacerlo —susurró dedicándole una mirada que decía todo eso que debía callar por la presencia de la niña.
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Samuel se había pasado todo el día de un lado para otro, tratando de mover sus influencias para poder dar con su hija cuanto antes, aunque cada minuto que pasaba sin encontrarla hacía aumentar su impotencia y su miedo.
A su lado en todo momento había estado Ian, también valiéndose de sus contactos para que Elizabeth fuese la prioridad; ambos parecían estar totalmente cargados de adrenalina, no paraban, no sentían cansancio ni hambre.
Cuando se cumplía la hora catorce de la desaparición, él estaba reunido con el teniente coronel del Batallón de Operaciones Especiales, pautando para hacer una redada en las favelas.
Empezarían por Rocinha, porque Samuel expresó su gran preocupación al informarles que su hija había visitado dicha favela en busca de rodas de Capoeira, posiblemente algunos de los miembros podían formar parte de alguna organización de secuestradores o habían vendido información sobre ella.
Consideraba que se la habían llevado del Sambódromo porque no había vuelto a la favela y seguramente desde hacía tiempo le seguían los pasos.
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Editado: 18.12.2023