Día +9. 06:30.
El aire matinal en Umbra está más denso que de costumbre. Huele a electricidad antes de la tormenta, aunque aquí las nubes son artificiales y los truenos programados.
Nos han citado temprano.
Escuadrón Seis, junto con el Escuadrón Uno.
Los llaman “los invictos”.
—Van tres años sin fallos tácticos ni bajas en simulación —susurra Thae mientras ajusta su peto.
Yo solo observo.
Al frente, los del Uno no sonríen.
Postura perfecta, pasos silenciosos.
No más de cinco.
Pero sus ojos parecen pesar más que sus cuerpos.
Uno de ellos me mira.
Cabello oscuro, rostro afilado, cicatriz en la mandíbula. Me sostiene la mirada apenas un segundo. Luego baja la vista.
Riven.
Eren está detrás, sin expresión.
Distante. Inaccesible.
Kael da la instrucción desde la torre.
—Simulación conjunta. Unidad de contención con inteligencia artificial y variables en vivo. Mismo objetivo: extraer al civil marcado sin bajas y sin alertar al sistema. Solo hay una ruta de salida. Y está bloqueada. Trabajad juntos. O fracasad.
No hay tiempo para preguntas.
Nos lanzan al sector C de la zona de pruebas, una réplica antigua de uno de los barrios pre-catástrofe: callejones con tendidos eléctricos, pisos desmoronados, polvo seco en el aire.
Lorr tropieza en la entrada.
Uno de los del Escuadrón Uno, una mujer alta con ojos azules, lo agarra del peto y lo mantiene de pie sin decir nada.
Estamos mezclados. No hay líderes visibles.
Pero Riven da la señal.
—Izquierda. Visual 4x en la azotea. Posible dron. Desviamos al punto sur.
Elian va a protestar, pero lo freno con un gesto.
No es momento de cuestionar.
Seguimos el plan.
Avanzamos entre sombras, intercalando formaciones. Aprendemos al vuelo: ellos no gritan, no explican. Ejecutan. Nosotros… intentamos no quedarnos atrás.
Todo se vuelve más real de lo que debería.
Humo. Interferencia en el comunicador.
El “civil” simulado está atrapado bajo escombros con una pierna rota.
El sensor de temperatura indica "riesgo de colapso".
—Cinco minutos —dice Riven. Su voz grave, como siempre. Pero esta vez, hay una urgencia real detrás.
Me arrastro bajo la viga y engancho el gancho de tracción.
El cuerpo pesa.
Thae y yo empujamos. Riven cubre.
Eren coloca la distracción: una carga de pulso que simula un disparo en el extremo opuesto.
Los “guardianes” virtuales se desvían.
—¡Fuera ya! —grita alguien.
Corremos. Cargamos.
Salimos.
Y cuando cruzamos la línea… el silencio.
Un pitido.
Éxito.
Pero apenas respiramos.
Después del entrenamiento en lo único que pude pensar era en aquella dichosa caja. Por la noche, había decidió dejarlo para otro momento, no quería llamar la atención, por si aquel dispositivo hiciera algún ruido alarmante.
La caja me espera. Fría. Silenciosa.
La abrí anoche. No por completo.
Hoy no quiero pensar. Pero necesito saber.
Coloco el dispositivo sobre la mesa. Es redondo, metálico, con una pequeña interfaz de cristal opaco. Parece más una reliquia que una herramienta.
Lo activo.
No sé cómo.
Solo sé dónde tocar.
La luz azul se enciende.
Una voz. Femenina.
Pero distorsionada.
“Proyecto Éter. Expedición 12. Entrada codificada: Testigo No Confirmado.”
Imágenes aparecen proyectadas en el aire. Difusas.
Personas con máscaras, pero no como las nuestras.
Una niña. Un desierto blanco. Una figura de espaldas.
Mi madre aparece.
Más joven. Con un parche diferente en el hombro.
“No estamos solos. Ni dentro, ni fuera. Lo que hay más allá no solo es muerte. Es memoria. Y si lo olvidamos… volverá.”
La grabación se corta.
Yo me quedo inmóvil.
La verdad… no está fuera.
Está enterrada.
En nosotros.
No puedo dormir. Otra vez.
Así que repaso los sensores. Las rutas. Las lecciones.
Kael entra sin anunciarse.
No lleva uniforme. Solo una camiseta oscura y pantalones de descanso.
—Estás evitando pensar —dice, sin rodeos.
—Estoy procesando.
—¿Y te ayuda el silencio?
—A veces.
Nos quedamos allí, en la semioscuridad.
Él se acerca al banco donde estoy sentada. No se sienta. Solo se apoya de pie, cerca.
—Lo hiciste bien hoy. Riven lo mencionó.
—¿Él habla?
Kael sonríe apenas.
—Con quien considera que vale la pena. —Pausa—. Y tú vales.
Ese comentario…
me atraviesa más de lo que debería.
—No deberías decir eso —murmuro.
—No lo he dicho como superior.
Me levanto, quedando a centímetros.
No hay contacto.
Pero el calor entre nosotros es tan palpable como la tensión antes de un disparo.
—¿Y cómo lo has dicho entonces?
Kael no responde.
Solo me mira.
Como si ya lo supiera todo.
Como si no necesitara decirlo.
Sus dedos rozan mi muñeca.
No por accidente.
—Cuídate, Aileen —dice al final. Pero su voz es más baja que nunca—. No todo el mundo quiere que descubras lo que estás buscando.
Se va antes de que pueda decir nada.
Y yo me quedo allí, con el pulso latiendo en el lugar exacto donde me ha tocado.
Día +11. Laboratorio de Sistemas No Autorizados. 18:42.
He sobornado a Elian con dos raciones extra y una limpieza de botas para que me dé acceso al subnivel técnico.
Me ha guiado sin hacer preguntas. Lo agradezco.
La consola es antigua, pero sirve.
Coloco el dispositivo sobre la mesa.
Los cristales del escáner zumban cuando detectan la energía residual.
Las luces bajan.
Empieza.
La imagen se proyecta de nuevo. Pero ahora tengo los filtros.