—No pensé que mí primer día sería así, —dijo Marcos doblando la toalla con la que se había secado el rostro y la acomodó dentro del cesto de ropa sucia—. Perro, ven. Ven a comer perro.
Él miraba para todos lados, pero no había ni una señal del animal. Caminó hasta la bolsa de alimento y echó una cantidad en el plato de su mascota, luego empezó a sacudirla para hacer ruido y apareció el gato corriendo hacia él.
—Ahí estás Perro, —dijo en un suspiro acariciando al pequeño peludo blanco—. ¿Te escondías de mí?
Sonrió sentándose a su lado esperando a que terminara de comer mientras acariciaba su espalda. Su celular en el bolsillo empezó a vibrar así que lo sacó y en su bandeja empezó a entrar muchos mensajes de su madre.
—Oh, ¿Por qué me llegan ahora? ¿Se habrá conectado recién al internet?
Contestó la llamada de su madre y puso el celular en la oreja, pero se arrepintió al aturdirse con el grito de ella al otro lado de la pantalla.
—¡Hola, hijo! ¿Cómo te fue el primer día?
—Mamá no hace falta que grites, recuerda que te puedo escuchar con claridad, —dijo él sin poder evitar reírse de la situación— y, estoy bien mamá. Me fue bien, aunque tuve algunos problemas, pero nada más.
—Uy, ¿Qué pasó hijo mío?
—Nada del que preocuparse.
Aunque sonaba tranquilo se moría de vergüenza y temor al recordar lo que había sucedido con la modelo.
—Bueno hijo, no te preocupes. Mamá estará orando por ti, te amo mucho.
—Si mamá, gracias. ¿Cómo estás tú? ¿Estás comiendo bien?
—Sí, no te preocupes, —dijo ella mirando su alacena que estaba escasa—. Me haré un guiso y comeré antes de acostarme.
—Bueno, si necesitas algo me llamas. ¿Está bien? —Escuchó el "ajam" de su mamá y suspiró decaído—. Te extraño mucho.
—Lo sé, yo también. Ya se va a dar la oportunidad de encontrarnos otra vez.
—Bueno mamá, te corto. Me iré a dormir.
—Está bien, nos vemos.
Finalizaron la llamada y se levantó del suelo para caminar hasta la cama, se sentó al borde mirando hacia un punto fijo en la pared pensativo y navegando por su mente.
Hacía 1 año y medio que él no veía a su madre desde que se mudó de provincia. Mientras él se encontraba en el norte del país su madre estaba al sur. Había dudado muchísimo en emprender este viaje por ella, los dos estaban completamente solos. Vivían ellos dos solos y el gato en su hogar, tenía bastante miedo de dejar a su madre sola, pero las puertas de trabajo se habían abierto en este lugar y ella rechazó la idea de que se negara a la bendición que había llegado a su vida.
Salió de sus pensamientos al sentir al gato acariciarse en su pierna mientras ronroneaba.
—Perro, ¿Terminaste de comer? —Lo alzó y sonriendo lo abrazó con delicadeza.
Temía romperlo por eso lo tomaba con calma, a pesar de que quería abrazarlo fuerte.
—Vamos a dormir.
Se sacó las pantuflas y las acomodó junto a la mesita de luz, se acostó y acarició al gato que buscaba acomodarse junto a él.
Al día siguiente ya estaba llegando al trabajo, bajó del taxi que lo dejó frente a las puertas de la empresa. Aún se seguía sorprendiendo por el tamaño del edificio y la gran pantalla que tenía para promocionar sus productos. Se volteó a mirar al chófer y sacó su billetera.
—¿Cuánto es?
—$7.000, —dijo el hombre volteando la cabeza hacia el frente.
—Um, bien. Cinco... Seis... —contaba el dinero mientras revisaba más en su bolsillo—. Ah, aquí tiene $10.000.
El chófer agarró el billete y le dió su cambio, luego se fue. Marcos guardó la plata y entró al edificio, no sin antes dar un gran suspiro. Al llegar hasta el set la estilista le pidió que llevara a los vestuarios a las chicas del vestíbulo, así que lo llevó. Por todos lados donde viera había movimiento, las personas iban y venían. Él dejó los vestuarios donde le habían pedido y fue llamado la atención con la estilista que le explicaba algunos trabajos que tenía que hacer, como ayudante.
Desde la otra punta del lugar había alguien que lo miraba suspirando sin perderlo de vista.
—No sé que te gustó de él, solo míralo, —dijo Alessia mirando de pies a cabeza a Marcos—, ni siquiera es guapo.
—Es muy hermoso y educado, un poco torpe. Mira como no dice ni una palabra a lo que la estilista le dice, es tan dulce.
Alessia volvió a mirarlo otra vez y relajó sus cejas que siempre estaban fruncidas, inclinó su cabeza y apretó sus labios. Ella negó con la cabeza, giró los ojos y se dió la vuelta para volver a mirarse en el espejo.
—Es feo, necesitas unos lentes Sere, —dijo ella arreglando su pelo y sus ojos se desviaron a mirar el reflejo de Marcos en el espejo que seguía hablando con la estilista.
—Lo haré mí novio, ya vas a ver, —dijo Serena confiada.