Más allá de las máscaras.

4- ¿Ya no soy invisible?

4- ¿Ya no soy invisible?

La hora del almuerzo llegó más rápido de lo que esperaba. El bullicio de los pasillos, los pasos apurados, y las risas de fondo me hacían sentir cada vez más pequeña.

Lucy se giró hacia mí con expresión culpable mientras recogía sus cosas.

-Lo siento, Hina… Hoy tengo que ayudar en la biblioteca. La profesora de literatura me pidió que organizara unos libros. No tardó mucho, ¿estarás bien?

Asentí con una sonrisa forzada.

-Claro, no te preocupes… estaré bien.

No lo estaría, y lo sabía.

Me dirigí a la cafetería sola. Las mesas estaban casi llenas, grupos formados, risas compartidas, bandejas repletas. Todo el mundo parecía encajar perfectamente. Todo menos yo.

Tomé una bandeja con la comida que menos llamara la atención, como si eso fuera a hacerme invisible. Caminé entre las mesas, sintiendo cómo algunas miradas se desviaban hacia mí, probablemente por lo ocurrido esa mañana.

Finalmente encontré una mesa vacía, en una esquina. Me senté ahí, como si ese rincón pudiera protegerme del resto del mundo. Mientras comía en silencio, traté de distraerme mirando por la ventana.

Pero no duró mucho.

Sentí una sombra detenerse a mi lado. Alcé la mirada lentamente… y ahí estaba Kai.

Sujeción floja del vaso en su mano, bandeja con una sola bebida, mirada seria, sin sus dos amigos esta vez.

-¿Está ocupado? Preguntó, mirando la silla frente a mí.

Tragué saliva.

-No… claro que no. Respondí, confundida.

Kai se sentó, como si fuera lo más normal del mundo.

Las miradas se clavaron en nosotros como agujas. Toda la cafetería parecía haberlo notado.

Y él, como si no pasara nada, bebió de su vaso en silencio.

Yo no entendía nada. ¿Por qué se sentó conmigo? ¿Qué quería?

Su voz volvió, esta vez más baja.

-¿Por qué no me tienes miedo?

Me congelé. No supe qué responder.

Lo miré. No porque quisiera desafiarlo, sino porque, por alguna razón, sentía que tenía que hacerlo.
Él me observaba, apoyado sobre sus codos, con la cabeza ligeramente ladeada, como si realmente esperara una respuesta.

-No es que no te tenga miedo. Dije al fin, bajando la mirada hacia mi bandeja casi intacta. Es solo que… ya estoy acostumbrada a sentirlo.

Silencio.
Pude notar que sus ojos seguían fijos en mí, pero no dije más. No podía.
Él se reclinó hacia atrás en la silla, soltando un leve resoplido que no supe si era burla, sorpresa o… comprensión.

-Eso no es normal, ¿sabes? Dijo con tono seco, pero no tan hiriente como otras veces.

-Tampoco lo es burlarse de alguien porque lleva gafas —respondí sin pensar. Mis palabras salieron más rápido que mi juicio.

Ahí estaba. Lo había hecho. Había respondido. Sentí como el corazón me palpitaba en la garganta. Lo miré, esperando el impacto.

Pero Kai… sonrió. No era una sonrisa grande, ni cálida, pero lo fue.

-Así que también tienes algo de fuego, cristalito. Murmuró, apartando la mirada por primera vez.

Kai bebió un último sorbo de su vaso, luego se levantó sin decir nada más. Se fue tal como llegó, sin explicación.

Me quedé sola. Otra vez.
Pero por primera vez, no me sentí invisible.




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