6- El diario revelado.
No sabía ni qué pasaba, ni qué hacía.
¿De verdad estaba sentada al lado de Kai? ¿El chico arrogante e idiota de la escuela? Por no añadir también, el más popular y amado por las chicas. Nadie me dijo eso último, pero lo deduje con todas las miradas y murmullos de las chicas. Puede que no sepa nada, pero lo único que sé, es que ya no soy invisible. No ante Kai. Ni Lucy. Ni las demás personas que me rodean en esta escuela.
El sonido del timbre logró hacer que me diese cuenta del tiempo que pasó. Pasó más rápido de lo que pensé. Quizá sea por mis pensamientos.
¿O por Kai? No, eso no puede ser, ni siquiera lo conozco realmente.
Me obligé a sacudir la cabeza ligeramente para empezar a recoger mis cosas. Una vez que guardé todo en mi mochila me enderecé y colgué la mochila sobre mis hombros, preparándome para salir de aquella clase.
Hasta que lo sentí.
Una mano sobre mi hombro.
Y esa voz ruda murmurando en mi oído.
- No escribas más cosas tristes en tu diario. No te quedan bien.
Luego le vi marcharse sin mirar atrás, como si él no supiera lo que aquellas palabras significan para mí.
Aquellas palabras las cuales temía escucharlas. Por mi madre, familiares, conocidos e incluso desconocidos. Mi diario era como mi corazón, todo lo que nunca pude ni puedo expresar está escrito allí. Y ahora, fue revelado para Kai. No se si me asusta más de que él lo contará o de que sepa como me siento. Pero entonces pensé. ¿Cómo lo sabía? ¿Cuánto más había leído en mí… sin que yo me diera cuenta? Nunca se lo conté a nadie, lo compré a escondidas con unos ahorros y siempre escribía por las noches, para jamás ser vista.
Y ahora, fui vista por Kai.
Mi mente recorrió alguna explicación para lo ocurrido mientras me dirigía a la biblioteca, para encontrarme con Lucy, sabría que estaría allí. Y necesito distraerme con ella. No se lo contaría. No aún. Si no, revelaría mi diario ante ella también.
Hasta que al fin llegué, abrí las puertas de la biblioteca y, madre mía. Podría jurar que era tan grande como mi casa… O incluso más.
Hasta que vi a Lucy ordenando unos libros. Ella siempre ayudaba a la bibliotecaria en los descansos de clase, ya que era su madre. Una señora muy amable y atractiva como su hija, Lucy.
Me acerqué a ella con pasos decididos y puse mi mejor sonrisa. O eso intenté. No se me daba bien, estaba claro.
Lucy me notó enseguida, pues estaba todo en silencio y solo se escuchaba algunos sonidos de libros y mis pasos.
- ¿Qué tal Hina? Preguntó ella con una suave sonrisa, mientras guardaba el último libro y me miraba.
- Bien… Mentí, no estaba bien, estaba nerviosa y tensa. Aunque lo disimulé muy bien, pues era la mentira que más usaba.
Sentí como Lucy alzó una ceja, sospechando algo. Luego habló de nuevo.
- Esas mentiras no funcionan conmigo, Hina. Puedo notar que te pasa algo. ¿Es sobre Kai?
Kai. Ese nombre. Juré que si llegaba a escucharlo de nuevo tendría pesadillas. Me obligé a soltar un suspiro, borrando cualquier rastro de mentira en mi rostro.
- Yo me senté con él en clases. Él me lo ofreció. No podía negarme.
Podría prometer que la cara de Lucy era un cuadro. Su boca ligeramente abierta, sus ojos sorprendidos mirándome sin creérselo. Hasta que esbozó una sonrisa. No sabía porque, pero no me daba buena espina aquella sonrisa. Hasta que comenzó a hablar en un tono burlón.
- Vaya… ¿Estás derritiendo el corazón del chico más arrogante de la escuela, Hina? Esta historia promete…
Pude notar como mi cara estaba caliente. Tan caliente que quemaba. Como la mano de Kai sobre mi hombro.
A lo que Lucy empezó a reír, seguramente mis mejillas estaban como tomates ahora mismo…
Pude escuchar un ligero ‘‘Shhh’’ proveniente de la bibliotecaria. Gracias a eso, Lucy dejó de reírse, aunque su sonrisa no desapareció del todo.
Miré a Lucy avergonzada y negué, actuando ofendida y murmuré.
- Iré a comprar algo para comer… ¿Quiéres algo? Pregunté, pues la verdad tenía hambre y era una excusa perfecta para escapar de aquella situación.
La sonrisa de Lucy aumentó más. Pude adivinar que otro comentario vergonzoso saldría de sus labios.
- No sabía que Kai estaba a la venta. Provecho.
Se llevó la mano a la cara, tratando de no reírse mientras yo apreté la mandíbula, tratando de controlar el rubor que asomaba en mis mejillas. Le saqué el dedo corazón a Lucy, saliendo de la biblioteca. Puedo asegurar que la risa de Lucy y sus comentarios seguían sonando en mi cabeza mientras me dirigía a comprar algo de comer.
En los pasillos había pequeños grupos de personas, hablando y riendo de sus cosas.
Llegué a la cafetería, caminando hacia una máquina expendedora, observé los productos y unos Pockys de vainilla llamaron mi atención. Me acordé que de pequeña siempre los comía.
Marqué el número del producto y saqué mis monedas, lista para pagarlo y disfrutar de mi comida.
Hasta que sentí un empujón en mi hombro, no fue tan fuerte para hacerme caer, pero si para tropezar y tambalear, haciendo que las monedas de mi mano se cayeran al suelo, debajo de la máquina expendedora. Increíble suerte. De repente, la vergüenza y los nervios recorrieron todo mi cuerpo. Alcé la vista para encontrarme al culpable de esto. Pensé en Kai con sus amigos. Pero era una chica alta, de cabello pelirrojo, ojos verdes y algunas pecas sobre su rostro. Tenía una sonrisa burlona mientras me miraba. Como las demás personas de la cafetería. Ahora era visible para todos. Hasta que la chica habló, una voz suave pero odiosa en mis oídos.