Más allá de tu oscuridad

Una verdad

Dos días más tarde, Levana avanza por el pasillo del hospital de vuelta a su consultorio, pareciera que toda la pesadilla que vivió ha quedado completamente atrás, con su típico buen ánimo avanza y saluda a quienes se encuentra durante su trayecto. Se encuentra llegando a la puerta de su consultorio cuando Melisa la detiene para entregarle algunos documentos, ella los toma y retoma su andar.

–Doctora–la llaman haciendo que gire.

–Buenos días, señora, ¿En qué puedo ayudarle?–inquiere con tono amable reconociendo de inmediato a la mujer.

–Necesito hablar contigo, se que tal vez no es el lugar más adecuado pero no puedo esperar más tiempo–indica tomando por sorpresa a Levana que la observa sin comprender.

–Acompáñeme–pide con tono vacilante–. Melisa, que nadie nos interrumpa por favor.

–Sí, doctora.

Sintiendo el nerviosismo invadirla, Marena avanza al lado de Levana que abre la puerta del consultorio permitiéndole ingresar, « Ya no hay marcha atrás, ¿Cómo lo tomará?» piensa sintiendo sus manos sudar a causa del nerviosismo. Levana cierra la puerta tras ella y guía a la mujer a la pequeña sala de su consultorio, no comprende que es lo que desea hablar con ella pero debe ser realmente importante para que se encuentre en ese estado evidentemente preocupado.

– ¿Se siente bien?–cuestiona al percatarse de la manera irregular en la que respira una vez que han tomado asiento.

–No te preocupes, cariño, es muy importante lo que quiero decirte y es por eso que me encuentro tan ansiosa.

–Comprendo, ¿Puedo ofrecerle algo? ¿Un poco de agua?–inquiere buscando que se relaje.

–No es necesario, solamente escúchame por favor, es una historia un poco larga.

–La escucho–responde mirándola con una sonrisa.

Marena respira profundamente mientras su mente se dirige a una época hace más de veinte años atrás, comenzando a relatar su historia a la joven frente a ella que se mantiene atenta. Su mente revive aquel día que era sumamente tranquilo para ella, ajena a todo lo que se vivía a su alrededor, en compañía de un par de guardias de seguridad acudió al centro comercial con sus dos pequeñas hijas, con cada una de ellas tomada de su mano salieron del local de vestidos donde habían obtenido un vestido azul y uno de color rosa que las pequeñas se negaron a quitarse. Con tranquilidad salieron del centro comercial y se encaminaron al estacionamiento, lugar en el que dio inicio la pesadilla para Marena. En el momento en el que llegaron a la camioneta gris que las trasladaba, las fuertes detonaciones de armas de fuego se hicieron presentes, sus guardias no tuvieron siquiera tiempo para reaccionar, pereciendo en ese lugar.

Marena completamente aterrada se enfocó en proteger a sus dos hijas, se resguardaron cerca del vehículo y las abrazó, llenas de terror las pequeñas no paraban de llorar, aquel maravilloso día se tornaba gris de pronto. Cuando las detonaciones se detuvieron la mujer se puso de pie, tratando de mantener la calma para no asustar más a las pequeñas a las cuales protegía escondiéndolas detrás de ella.

– ¡Tomen a las niñas!–ordeno una voz grave.

– ¡Deténganse! ¡¿Quiénes son ustedes?! ¡¿Qué es lo que quieren!? ¡¿Quién los ha enviado?!–inquirió aterrada escondiendo a sus pequeñas hijas que se mantenían abrazadas entre si y a su vez a ella.

Los individuos llegaron hasta donde ella se encontraba, la sujetaron mientras otros se encargaban de llevarse a las niñas que se aferraban a su madre con todas sus fuerzas, al sentir que las apartaban de ella, la mujer saco fuerza sin saber de dónde y se liberó del agarre en el que la sometían, dos individuos se alejaban con sus hijas rápidamente.

– ¡MAMÁ!– gritaban desesperadas mientras estiraban sus brazos hacia ella.

– ¡Devuélvanme a mis hijas!–exclamó la mujer corriendo tras de ellas.

De pronto un intenso golpe en su cabeza la hizo caer inconsciente, sus hijas fueron apartadas sin que ella fuese capaz de impedirlo, cuando volvió en sí, se encontraba en un hospital. Sintiéndose completamente desubicada y sin la más mínima noción de tiempo, nadie la buscó y le dieron el alta, volviendo por su propio pie a su hogar encontrándose en con un gran caos. El dolor por la pérdida de sus hijas se aunó con la terrible noticia del asesinato de su esposo, a causa de un mal negocio que el hombre realizó, ella perdió todo sin siquiera ser consciente de la razón, su esposo al jugar a ganar termino perdiendo y ella pagando por todo. Desde el momento en el que volvió, volcó todas sus energías en encontrar a sus hijas, durante años no obtuvo nada, busco por cielo, mar y tierra sin éxito hasta que muchos años después una pista la llevó hasta New York.

– Esa es mi historia, estoy aquí porque he encontrado a la menor de mis hijas–indica Marena mirando a Levana que atónita la observa, « ¿Por qué ha venido a decirme todo eso? Buscara algún consejo.» Analiza Levana sin atreverse a decir nada al ver a la mujer tan afectada tras esa dolorosa historia–. Después de tantos años lo conseguí, Levana, tu eres mi hija.

–Creo que se encuentra confundida, señora–expresa Levana parpadeando múltiples veces para lograr procesar esas palabras que le resultan ilógicas–. Yo conocí a mis padres, no tiene sentido, tal vez la han engañado y…

–Levana, tus padres te adoptaron cuando tenias tres años–la interrumpe Marena aumentando la confusión en la mente de Levana.

–Le pido por favor que se retire.

–Levana…

–Por favor–musita sintiendo sus ojos arder por las lágrimas que se han acumulado en estos.

Con resignación Marena se pone de pie para salir de ahí dejando a solas a Levana, comprende perfectamente que necesita tiempo para procesar todo lo que le ha dicho, secando sus lágrimas llega al exterior y se encamina hacia la salida, « Esta hecho, ahora solo puedo esperar.» piensa avanzando rápidamente hasta llegar a donde Rubén la espera, de inmediato se abraza a él dejando salir sus lágrimas. Levana en el interior de su oficina no se encuentra mejor, el recuerdo de aquel a típico sueño vuelve a ella haciéndola llorar sin poder controlarlo, « Si ese sueño es en realidad un recuerdo, esa mujer puede estar diciendo la verdad pero si soy adoptada, ¿Por qué mis padres jamás me lo dijeron?» se dice sin poder controlar su llanto.




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