Más allá del lienzo

Capítulo 4

El suave calor del amanecer me despertó, acompañado por el canto tímido de algunos pájaros que no logré identificar. Por un momento, no abrí los ojos. Mi cuerpo esperaba la familiaridad de mi habitación, mi cama, el olor a café que siempre se colaba desde la cocina. Pero al girarme, la textura de las sábanas y el aire distinto me recordaron dónde estaba. Abrí los ojos y lo confirmé: la cabaña de mi abuela.

El lugar parecía aún más mágico bajo la luz del amanecer. Los rayos del sol entraban por las ventanas, acariciando los muebles de madera y pintando sombras alargadas en las paredes. Me quedé sentada en la cama, tratando de reunir mis pensamientos. Había algo reconfortante en estar allí, como si aquel lugar me aceptara tal y como era, con todas mis grietas.

Bajé las escaleras, esperando encontrar a Connor en la cocina, pero no había rastro de él. La chimenea apagada aún conservaba un leve aroma a ceniza, y el cuaderno seguía sobre la mesa, esperándome, como si supiera que eventualmente regresaría a él. Me asomé por la puerta principal, y ahí lo vi.

Estaba junto al lago que se extendía detrás de la casa, un cuerpo de agua cristalino que reflejaba el cielo teñido de tonos rosados y dorados. Connor estaba sentado en la orilla, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el horizonte. La luz matinal dibujaba un contorno suave en su rostro, pero había algo en su expresión, en la manera en que fruncía ligeramente el ceño, que me hizo dudar. Parecía invulnerable, pero ahora se veía humano, casi frágil.

Desde esa distancia, parecía perdido en sus pensamientos. Me acerqué con cuidado, sintiendo la frescura de la mañana en la piel y escuchando el susurro de las hojas mecidas por el viento.

Cuando llegué a su lado, no levantó la vista enseguida. Sus ojos seguían clavados en el lago, donde algunas ondas suaves rompían el reflejo perfecto del amanecer. Finalmente, se giró hacia mí, una leve sonrisa cruzando su rostro.

—¿Cómo dormiste? —preguntó con esa voz tranquila que siempre parecía contener más de lo que decía.

—Bien —respondí, sincera. Había algo reparador en aquel lugar, como si el aire mismo estuviera hecho para sanar—¿Y tú?

Connor desvió la mirada, pensativo.

—Dormí… bien, supongo. Pero fue extraño. —Hizo una pausa, como si intentara encontrar las palabras correctas—. Hubo imágenes mientras dormía. No sé cómo explicarlo.

—¿Tuviste un sueño?

—¿Un sueño? ¿Qué es eso?

—El sueño es un período de inconsciencia durante el cual el cerebro permanece activo. El cerebro combina experiencias, recuerdos del pasado, momentos reales o desconocidos. Permite que el cerebro practique respuestas emocionales y cognitivas a posibles situaciones.

—Pues nunca he tenido un sueño. —Su respuesta me dejó sorprendida. ¿Cómo era posible que nunca hubiera tenido un sueño? Era curioso, la idea de que algo tan cotidiano para mí fuera nuevo para él.

—¿Recuerdas qué viste?

Asintió lentamente, pero no me miró.

—Había una niña pequeña. Yo le sostenía la mano. Estábamos en una cama de hospital, aunque no sé por qué estábamos en ese lugar. —Se frotó las sienes, como si intentara exprimir más detalles de su mente—. No recuerdo su nombre, pero... se parecía mucho a mí, me resultaba muy familiar. Fue muy extraño. Nunca había tenido imágenes cuando duermo.

La tristeza en su voz me alcanzó. Lo observé con más atención. Su rostro, aunque sereno en apariencia, tenía un peso nuevo, como si aquel sueño hubiera abierto una puerta dentro de él que ni siquiera sabía que existía.

—¿Cómo te sientes al tener este sueño? —pregunté en voz baja, más curiosa por lo que él podría decirme. Esto era tan nuevo para él como para mí.

Connor se tomó su tiempo antes de responder.

—No lo sé. Este lugar siempre me ha dado paz, pero esas imágenes... —Se interrumpió, buscando las palabras adecuadas—. Fue diferente. Como si algo se moviera dentro de mí que no entiendo.

Le coloqué una mano en el brazo, queriendo ofrecerle algo de la calma que aquel lugar me daba. Pero antes de que pudiera decir algo más, él enderezó los hombros y su mirada recuperó un poco de esa determinación que lo caracterizaba.

—¿Estás lista para un nuevo día? —preguntó, cambiando el rumbo de la conversación—. Podemos intentar de nuevo con el dibujo.

Sonreí, aunque la idea de enfrentar otra hoja en blanco me llenaba de dudas. Nunca había sido tan complicado para mí crear un dibujo, generalmente me encantaba dibujar. Aun así, su presencia y la magia de aquel lugar me daban una chispa de esperanza.

—Sí. Vamos a intentarlo. —Me levanté con decisión y positivismo corriendo por mis venas. Sin saber qué me esperaba, pero lista para descubrir lo que aquel día enigmático tenía preparado.

Al llegar, me adelanté hacia la casa. Sentí una urgencia renovada, casi un impulso, de intentar nuevamente dibujar. Recogí el cuaderno de la mesa y me acomodé junto a la ventana. El paisaje era impresionante. Los árboles que lo rodeaban proyectaban sombras que bailaban con la brisa, y las montañas lejanas le daban al cuadro un aire de infinitud. Me senté en el alféizar de la ventana, con las piernas cruzadas, y abrí el cuaderno esperando que me llegara la inspiración.

Respiré profundo. Esta vez, algo saldrá, me repetí.

El lápiz se movió con lentitud al principio, como si mis manos aún recordaran la rigidez del día anterior. Pero poco a poco, los trazos cobraron vida. Durante horas, trabajé con paciencia, dejando que las líneas se dibujaran solas, sin forzar. Y cuando levanté la vista, me di cuenta de que había conseguido algo.

Había dibujado lo que parecía un camino. Podría ser una pista para poder salir de aquel lugar, aunque muy mágico, necesitaba regresar a mi mundo, con mi familia.

No era nada elaborado, solo un sendero, pero para mí, era un logro inmenso, un primer paso hacia lo que buscaba. Cerré el cuaderno con una sonrisa emocionada y bajé rápidamente las escaleras para buscar a Connor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.