El viento jugueteó con un mechón de mi cabello, llevándolo suavemente sobre mi rostro. Connor, con un gesto que parecía casi instintivo, levantó la mano y lo apartó con cuidado, colocándolo detrás de mi oreja. Sus dedos rozaron mi piel apenas, pero el contacto fue suficiente para que una oleada de calor me recorriera. Me miró con esa ternura que siempre lograba hacerme sentir completamente vista.
El bosque pareció contener la respiración. El murmullo de las hojas, el susurro del viento, incluso el canto distante de los pájaros, todo se fundió en un silencio expectante. Aquel momento, tan simple y a la vez tan cargado de significado, quedó suspendido en el tiempo. Sabía, con una certeza que no necesitaba explicación, que nunca lo olvidaría.
—¿Sabes? —rompió el silencio con una sonrisa dulce—, A veces pienso que momentos como este son los que hacen que todo valga la pena.
Me quedé observándolo, capturada por la sinceridad de sus palabras. Había algo en su forma de hablar, en la manera en que cada palabra parecía salir de un lugar profundo y auténtico, que siempre lograba detenerme.
—Lo son —admití, recostándome a su lado.
Podía sentir el calor de su cuerpo, tan cerca que casi parecía fundirse con el mío.
El bosque comenzó a llenarse del canto de los grillos, anunciando la llegada del atardecer. Las sombras de los árboles se alargaban, y los colores del cielo se reflejaban en sus ojos, que ahora me miraban con una intensidad tranquila, como si estuvieran tratando de memorizar cada detalle de mi rostro.
—¿Aria? —preguntó de repente, rompiendo el silencio.
—¿Sí?
—Gracias por compartir este día conmigo. Ha sido... increíble.
Una oleada de calidez invadió mi pecho. Lo miré y sonreí, sintiendo que las palabras no eran suficientes para expresar lo que sentía.
—Gracias a ti. Por hacerme sentir especial. Por cuidarme.
Se incorporó lentamente, sus ojos fijos en el horizonte.
—Siempre voy a protegerte —dijo con firmeza, y su voz resonó con una sinceridad que me dejó sin aliento.
El sol comenzaba a ocultarse, y decidimos que era hora de regresar. Recogimos todo juntos, plegando la manta y guardando los restos del picnic en la canasta.
En un momento, mientras doblaba la manta, sentí su mano rozar la mía. Al levantar la mirada, nuestros ojos se encontraron, y algo en su expresión me hizo contener la respiración.
Connor, con esa naturalidad que siempre me desarmaba, tomó mi mano para ayudarme a incorporarme. Pero cuando estuve de pie frente a él, no se apartó. Su mano permaneció en la mía mientras con la otra me acariciaba suavemente la mejilla, obligándome a mirarlo.
—Aria... —susurró, acercándose lentamente.
Mi corazón se aceleró, latiendo con una fuerza que parecía querer escapar de mi pecho. Podía sentir el calor subiendo por mi rostro, pero no aparté la mirada. Cuando sus manos rodearon mi cintura y me acercaron a él, supe con certeza lo que estaba por suceder. Cerré los ojos, y en el instante en que nuestros labios se tocaron, todo lo demás dejó de existir. Fue un beso delicado, lleno de ternura y cargado de sentimientos que las palabras no podían expresar.
Mi corazón latía con una intensidad desconocida, como si quisiera liberarse de mi pecho. Al separarnos, sus ojos se encontraron con los míos, brillando con calma, como si en ese momento todo cobrara sentido.
—¿Vamos a casa? —preguntó en un susurro, todavía sonriendo.
Asentí, incapaz de hablar, y terminamos de recoger el resto de nuestras cosas. Mientras caminábamos de regreso por el sendero, Connor tomó mi mano. No necesitábamos decir nada más; el momento lo decía todo.
Cuando llegamos a la casa, todavía sentía las emociones del día flotando en el aire. Todo en mí quería seguir sonriendo, pero intenté mantenerme tranquila mientras cruzábamos la puerta. Connor parecía igual de sereno.
—Voy a darme un baño —le dije, girándome hacia él al pie de las escaleras.
—Claro, tómate tu tiempo —respondió con una ligera sonrisa antes de caminar hacia la sala.
Subí las escaleras sintiendo cómo la emoción seguía creciendo dentro de mí. Cerré la puerta de mi habitación y, sin pensarlo dos veces, me lancé sobre la cama, abrazando una almohada con fuerza. Tenía tantas ganas de gritar, pero sabía que Connor podría escucharme, y no quería delatar lo obvia que era mi felicidad. Si estuviéramos en otro lugar o en mi habitación del mundo real, seguro no lo dudaría, pero aquí, tenía que contenerme.
Apreté la almohada contra mi pecho, sintiendo cómo la sonrisa no dejaba de dibujarse en mi rostro. El día había sido maravilloso, y aquel beso... aquel beso había sido tan dulce. Cerré los ojos, dejando que las emociones me envolvieran, sabiendo que aquel momento quedaría grabado en mi memoria para siempre.
Después de calmarme un poco, decidí que una ducha rápida sería lo mejor.
El agua caliente cayó sobre mí, relajando mis músculos. Cuando salí, me vestí con algo sencillo pero bonito, dejando mi cabello húmedo caer libremente sobre mis hombros. Al mirarme en el espejo, me tomé un momento para respirar hondo. Sabía que, si bajaba demasiado emocionada, Connor lo notaría al instante.
Bajé las escaleras con calma, aunque cada paso resonaba en mi pecho, donde el corazón latía con una fuerza que parecía querer escaparse. Lo encontré en la sala, recostado en el sofá, pero se enderezó al escuchar mis pasos. Cuando levantó la mirada y nuestros ojos se encontraron, una sonrisa suave apareció en su rostro, como si mi presencia fuera suficiente para iluminar su día.
—¿Quieres algo? —preguntó con ese tono casual que siempre hacía que todo pareciera más fácil—. Té, jugo... lo que quieras.
—Un té estaría perfecto —traté de sonar igual de tranquila, aunque por dentro sentía que cada palabra que salía de mi boca temblaba un poco.
Se levantó para ir a la cocina. Me quedé en el sofá, escuchando los pequeños sonidos que hacía mientras preparaba las tazas: el agua hirviendo, el tintineo de la loza, el suave golpe de la cuchara al revolver. Había algo reconfortante en esos ruidos cotidianos, como si estuvieran cargados de significado solo porque venían de él. Eran pequeños detalles que, de alguna manera, hacían que todo este mundo se sintiera más real.