ALEXEI
Mierda. Mierda. Mierda.
¿Qué diablos fue eso?
Nunca me había comportado de la manera en la que acabo de hacerlo, pero Natalie sin duda es la única que saca una parte de mí que nadie más puede, esa es la principal razón por la que he mantenido la mayor distancia posible con ella.
Conocí a Natalie cuando ella tenía cinco años, antes de que yo me fuera a vivir a Washington con mi esposa y mi hijo cuando su padre y yo empezamos a hacer negocios juntos, en ese entonces se me hacía adorable verla corriendo descalza por el jardín de su casa arrastrando su muñeca por el césped.
Con su cabello castaño y sus ojos esmeralda parecía una muñequita de porcelana, era la copia misma de su madre, era una niña preciosa. Al ser tan pequeños, Natalie y Nikolai apenas se conocieron, y unos meses después nos fuimos. Ana, la madre de Nikolai había enfermado de cáncer y no lo supimos hasta que era muy tarde. Nos fuimos a Washington en busca de la mejor atención para ella, sin embargo, no funcionó. Nikolai solo tenía ocho años cuando su madre murió.
No puedo decir que no quise a mi esposa, sin embargo, nunca la amé. Nuestro matrimonio no era más que un acuerdo entre nuestros padres, uno que se realizó sin nuestro consentimiento. Apenas teníamos dieciocho años cuando nos casamos, y un año después nació Nikolai, ambos éramos muy jóvenes, aun así, cumplimos con lo que se esperaba de nosotros.
Después de un año me enteré que Michael y Daphne Davenport, los padres de Natalie habían muerto en un accidente, en ese entonces no pude volver a Londres para el funeral. Después de la muerte de Ana, me ensimisme en el trabajo, casi no pasaba tiempo en casa, no sabía cómo cuidar de Nikolai, así que se la pasaba al cuidado de una niñera.
Cuando volvimos a Londres de inmediato me reuní con Franklin Davenport para hablar de negocios, fue cuando volví a ver a Natalie, sin embargo, había dejado de ser esa niña dulce que se la pasaba correteando por todas partes que yo había conocido.
Solo una mirada fue lo que ella necesito para desarmarme y tenerme completamente rendido a sus pies.
—Abuelo, ya llegué —anuncian desde la puerta.
—Estoy en la sala, cariño —responde Franklin de manera afectuosa, supongo que se trata de su nieta.
Se escuchan pasos que indican que alguien se acerca. Sin embargo, no les prestó atención
—Abuelo... —quien quiera que sea se detiene abruptamente—, lo siento, no sabía que tenías invitados.
—No te preocupes cariño, de seguro recuerdas a Alexei Volkov, trabajaba con tu padre.
—Es un placer volver a verlo señor Volkov.
Volteo en dirección a la nieta de Franklin, y me quedo paralizado al verla, mierda, es preciosa. Nunca había visto a una mujer tan bella en toda mi vida. Pero es más que eso, son sus ojos, esos ojos color esmeralda me recuerdan que aún estoy vivo.
—Puedes llamarme Alexei —estrecho su delicada mano con la mía.
Natalie apenas tenía diecisiete años cuando nos volvimos ver, aun así eso no impidió que me sintiera atraído hacia ella como un imán hacia ella, sabía que estaba mal, ella solo era una niña en comparación conmigo, pero no podía evitarlo.
Cuando Franklin Davenport me llamo para concretar una reunión en su casa unos días antes del cumpleaños de Natalie creí que se trataría de una reunión de negocios, no para arreglar un maldito matrimonio entre mi hijo y su nieta.
Conocía mejor que nadie a mi hijo y sabía que no sería capaz de hacer feliz a Natalie, aun así, acepte la propuesta de Franklin, era una manera enfermiza de tenerla más cerca.
—¿Dónde está Natalie? —le pregunto a Marie al entrar a la cocina.
—Se fue hace un momento, señor.
—Mierda —murmuro.
—Disculpe señor, ¿Dijo algo?
—No, no dije nada Marie.
Veo como una pequeña sonrisa se forma en su rostro antes de dejarme solo en la cocina.
Saco el teléfono de mi bolsillo y marco el número de Natalie, pero no responde, vuelvo a marcar obteniendo el mismo resultado.
Maldita sea, ¿Porque demonios no contesta?
Guardo el teléfono en mi bolsillo, agarro las llaves de mi coche y salgo de la casa.
Editado: 07.09.2025