Me encontraba de pie, observando como mis padres caminaban en dirección hacía la niebla que cubría el puente que para todos siempre ha sido un misterio. Mi madre, me dedicaba una tierna sonrisa mientras se despedía con la mano. Todos en el pueblo, despedimos a las cinco figuras que poco a poco se desvanecían entre lo desconocido. Se podía notar en las caras de los habitantes, diferentes expresiones. Algunos celebran alegres, otros cubrían sus caras para ocultar su llanto.
Sentí, como una mano se posaba suave pero firmemente sobre mi hombro.
-No te preocupes Casthiel, todo estará bien- Era la voz de mi tío, que los veía alejarse cada vez más.
Los gritos y los aplausos de la gente continuaron hasta que las siluetas de los cinco personajes, se terminarán de fundir con la niebla. Y por un momento, hubo silencio. Ya no se oían los aplausos, ni los llantos, sólo había silencio. Todos con la mirada fija en el puente, esperando a que algo, lo que sea, sucediera.
Y de pronto se escuchó un grito femenino, proveniente de la misma dirección de la que apuntaban nuestras miradas. Justo después muchos gritos comenzaron a escucharse, provenían del mismo lugar y casi al mismo tiempo, los espectadores empezaron a dar pequeños gritos de terror, mientras otros se abrazaban y se cubrían los oídos.
Mi tío me atrajo hacia él y me cubrió los oídos con fuerza, pero aun así, podía oír claramente los gritos de mis padres, no podía sacarlos de mi mente, incluso parecían hacerse más fuertes. Cerré mis ojos lo más fuerte que pude, intentando concentrarme en no oirlos más, pero sin lograr escapar de ellos.
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-Auch ! - Exclamé, al sentir unos pequeños y filosos dientes morder mi tobillo. Todo había sido un mal sueño, el mismo que me había estado molestando por los últimos nueve años.
A la orilla de la cama, se encontraba mi pequeño Oniro, me observaba con preocupación, como si supiera cuanto me afectaba mi pesadilla. -No tienes que verme asi, estoy bien, ya pasó.- le dije para evitar que siguiera haciendo esa cara.
-Por supuesto que no está bien. Tener el mismo sueño por mucho tiempo, es bastante preocupante- respondió la pequeña criatura sin despegar su mirada de mi. -Además, parecías bastante afectado esta vez, he tenido que morderte siete veces para despertarte. Ahora me duele la mandibula.-
-Me mordiste siet...- no pude terminar la oración, cuando un dolor agudo se extendió desde mi tobillo hasta mi rodilla izquierda, haciéndome sujetar mi pierna. -¿No pudiste despertarme de alguna otra forma? ¿O simplemente ignorarme?-
-Yo creo que morderte fue la mejor opción. Y sobre ignorarte, no me parece aceptable, ya que compartimos nuestros sueños. Si para mí, no era agradable, supuse que mucho menos lo sería para ti.- Respondió la pequeña criatura blanca mientras subía hasta mi hombro.
Me levanté de la cama aun sintiendo un poco de dolor, me puse la primera camisa que encontré en mi armario y abrí la ventana.. La habitación se llenó de luz, hasta el más pequeño rincón del cuarto ahora estaba iluminado. Mire por la ventana y vi a las personas del pueblo actuando de lo más normal, el panadero repartía las hogazas de pan a los clientes, hombres y mujeres comprando frutas, verduras, carnes. Los niños corrían de lado a lado acompañados de sus Oniros mientras jugaban. Todos lucían muy felices con sus vidas. Y luego estaba el puente... Cubierto en niebla, las personas se alejaban de allí, al pasar cerca solo se limitaban a apresurar el paso y desviar la mirada, tratando de ignorar su existencia.
Costaba creer que tenemos más de doscientos años viviendo como una comunidad, lidiando con lo desconocido que era el mundo más allá de ese puente. En todo ese tiempo solo se había intentado cruzar el puente dos veces... Y ninguna tuvo éxito alguno. Por ello, la gente tomó la decisión de dejar al lado su existencia. ¿Por que preocuparse de lo que hay más allá, si lo tenemos todo aquí?
-Vamos Kalio, si no bajamos rapido, mi tío se enojara.- dije mientras me dirigía hacia las escaleras.
Pase por la cocina y tome un trozo de pan y un cuadro de queso que ha sobrado de la noche anterior. Tome la bufanda del perchero y salí de casa.
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Ya en las calles, di una mirada rápida hacia el puente, solo fue por instinto, ya que era poco probable que el puente ya no estuviese allí. Volví mi cara en dirección contraria y me dispuse a andar. Observaba cómo los niños corrían y saltaban, se perseguían unos a otros. Recuerdo hacer lo mismo hace mucho tiempo. Todos cargando a sus pequeños Oniros; Perros, gatos, aves, todos en pequeños tamaños, lo suficiente como para caber en la palma de la mano de un hombre adulto. Todos siempre eran aproximadamente del tamaño de una manzana, nunca mas grandes, pero a veces un poco más pequeños. Desde que nacían hasta que fallecen, siempre conservan el mismo tamaño. Los Oniros solo podían comunicarse con palabras hacia sus dueños. A oídos de los demás, ellos solo emitían leves sonidos correspondientes al animal que representaban.
-¿Iremos a casa de Luciela primero, cierto?- Preguntó Kalio, dirigiendo su mirada hacia una casa en una de las calles.
-Claro, no perdamos la rutina que ya hemos hecho- le respondo mientras lo sostengo en mis manos y acaricio su cabecita. Kalio tiene la forma de un zorro blanco, pero al igual que todos los demás Oniros, cabía en la palma de mi mano.
Editado: 28.04.2020