Más que nada: dos chicas en una escuela de chicos

CAPÍTULO 9

Abrí mi pequeño armario lleno de stickers viejos para encontrarme lo mismo de siempre: ropa con estampados llamativos que no combina. Siempre tuve una tendencia a comprar ese tipo de ropa sin medir las consecuencias, y sin que mi madre me dijera nada. En ese momento me arrepentí, e hice una nota mental de comprar más pantalones y camisetas de colores básicos. 

La fiesta iba a empezar en dos horas, y yo no quería parecer tan niña, pero mi ropa no ayudaba. Después de un largo rato, me puse una camiseta llena de flores naranjas y le pedí prestado unos jeans a mi mamá, que me quedaban un poco holgados. También intenté con todas mis ganas, pero no pude evitar que mi pelo se viera como una bola de estambre, así que lo até en la parte baja de mi cabeza y lo pasé por encima del hombro, para que se viera un poco más decente. De todas formas, tenía un aspecto un tanto patético. 

Yo:

¿Ya estás lista?

Samey:

Sí, sí, en cinco minutos voy. 

Aquellos cinco minutos parecieron quince, aunque en realidad Samey sí fue puntual. Con todo el tiempo que tardé, ya se acercaba la hora, y por algún motivo estaba nerviosa. La única razón por la que iba era porque me lo habían pedido Jake y Samey, alegando que Sasha y las otras chicas de Ridley me caerían bien, pero eso es lo que todos me dicen cuando me quieren presentar a alguien. Seguramente irán otros chicos de mi colegio, pero ningún amigo mío, eso seguro. 

—¡Judy, tu amiga está aquí! —gritó mi mamá desde abajo. Bajé a toda prisa y me fui con Samey, no sin antes escuchar las advertencias de mi madre. A las once en casa, sin beber ni nada. Como si quisiera terminar borracha en la casa de una desconocida a las dos de la mañana. 

Aún era de día cuando salimos, y el sol hacía que todo se viera dorado. Mi compañera no estaba muy habladora ese día, y se notaba que había tenido los mismos problemas que yo para vestirse. Las dos llevábamos los mismos abrigos y zapatillas que en el colegio, para que se hagan una idea. 

La casa de Sasha quedaba más lejos de lo que pensé, y cuando llegamos ya casi anochecía y me dolían las piernas (pequeñas secuelas de soccer). Con Samey habíamos intercambiado no más de cinco palabras en todo el recorrido, y esperaba divertirme un poco más en las horas siguientes. Ella tocó el timbre, y al rato nos abrió una chica muy sonriente.

—¡Hola Samey! Que temprano llegas —le dijo, ignorando mi presencia solo por unos segundos— Ah hola, soy Sasha, ¿tú eres Judy?

Simplemente asentí a la vez que Samey respondía. 

—Dijiste que viniera a las seis, y ya son casi las siete —Sasha nos dejó pasar, mientras nos llevaba hasta su habitación. No pude ignorar lo espacioso que era todo, con enormes ventanales casi en cualquier lugar y un patio trasero lleno de flores. 

—Bueno, me refería a que mis padres se iban a las seis. La mayoría no llegará hasta más tarde —respondió. Los rulos cobrizos de su cabello le rebotaban en la espalda mientras subía las escaleras. Tenía puesto un vestido rosa y nada más, sin maquillaje, accesorios o siquiera zapatos. Me saqué la campera porque ahí dentro hacía un calor sofocante. 

Después de preguntarnos si queríamos algo para tomar, Sasha nos dejó en su habitación. Imitando a Samey, me senté en la cama con colcha celeste, observando los bonitos detalles en las paredes. 

—Debí haberlo sabido —murmuró Samey—. Ahora voy a parecer una niña tonta que llega temprano y le regala un juguete a la cumpleañera.

—No es para tanto —le dije, a pesar de que me sentía igual. 

—Ni siquiera está Jake, o cualquiera de mis amigos.

—Al menos sabes que van a venir —suspiré y enfoqué mi mirada en la mesita de luz, para no tener que mirar a Samey—. Yo estoy totalmente sola…

De reojo vi que ella levantaba la cabeza. No sé si estaba a punto de decir algo, porque en ese momento entró Sasha con las bebidas. 

.

—No soporto a la profesora de Artes plásticas, es una bruja.

—A mi siempre me llama la atención —replicó Sasha, y se pasó una mano por el cabello—, dice que hablo mucho en clases. 

—Está demente —dijo otra de las chicas, específicamente la que me quitó el lugar en el sofá cuando fui al baño. Quizá era el efecto del único sorbo de cerveza que pudieron hacerme tomar, pero en esos momentos me caía muy mal. 

El único motivo por el que seguía sentada con aquellas personas era porque ningún otro lugar de la casa estaba libre de alcohol. Samey ya tenía una mancha en la camiseta y Jake deambulaba por ahí con el cabello empapado en vodka. Ni siquiera tengo idea de cómo sucedió eso.

—Oye Judy, ¿te sientes bien? —me preguntó Sasha, que de un momento a otro estaba sentada a mi lado, en el piso—. Puedes quedarte en mi habitación si quieres.

—Oh no, estoy genial, en serio.

—¡Aquí estás! —levanté la cabeza para reencontrarme con mi ex compañera Nelly, un tanto tambaleante. Se dejó caer en frente mío, para continuar con el interrogatorio de unos meses atrás:

—No te veo casi nunca, ¿pasó algo interesante en tu colegio? —ante la pregunta, Sasha también se mostró curiosa. 




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