Más que nada: dos chicas en una escuela de chicos

CAPÍTULO 15

Los miré cruzada de brazos, esperando una respuesta. El viento fresco pasaba por la lavandería y llegué a desear haberme abrigado más, pero no pensaba irme de allí. Seguían sin querer decirme nada. 

—Lo que están haciendo es muy machista.

—Eso no tiene nada que ver —respondió Harold, parado a mi lado—. No quieras persuadirnos.

—¿Al menos me van a decir por qué no pueden decirme?

Intercambiaron miradas que me irritaron aún más, pero al menos Jerry habló. 

—Porque nos darán una paliza —estaba sentado a la derecha de Owen, ayudándolo con el hielo. Tenía un ojo morado y golpes en la frente y la mejilla. Evitaba mirarme a toda costa, pero yo no tenía ganas de rendirme. 

—¿Quiénes? —Jerry abrió la boca para responderme pero Johnny, sentado al otro lado del golpeado, lo miró amenazante.

—Demasiada información —ablandó su mirada, algo arrepentido—. Lo siento Judy, pero no nos dejan decirte nada. Terminaremos peor que Owen…

—Basta —lo interrumpió Harold, luego se dirigió a mí—. Olvídalo, ya se solucionó todo y no queremos meternos en más problemas. 

Separé los brazos exasperada.

—Lo voy a averiguar por mi cuenta —decidieron ignorarme, pero al menos ya sabían mis intenciones. A mis espaldas, alguien habló.

—Ustedes —me di vuelta y vi a un chico de nuestro año, aunque no sabía su nombre. Señaló a Harold, Jerry y Johnny—, los llama el subdirector.

—¿Otra vez? —se quejó Harold. 

—Pero si ya le dijimos todo —ante el comentario de Jerry, el chico se encogió de hombros y se fue. Antes de irse, los tres nos miraron a mí y a Owen con desconfianza, pero nos dejaron solos.

Me senté al lado de él, que estaba encorvado sosteniendo una bolsa de hielo contra su mejilla, su expresión de derrota se mezclaba con la vergüenza. A pesar de que yo lo observaba atentamente, no me miraba a los ojos. Me resultaba extraño estar a su lado, con todo lo que había cambiado. El pelo negro le tapaba los ojos, al menos eso seguía igual.

—No te voy a preguntar nada —intenté que se tranquilizara. Noté algo frío en la pierna, era la bolsa de hielo que había dejado Jerry al marcharse. La agarré y acerqué a la frente de Owen. Se sobresaltó al sentir el frío, y al fin me miró a los ojos—. ¿Estás bien?

Era una pregunta estúpida y ambos lo sabíamos, pero era mi única forma de hablar con él.

—Aparte de la cara destrozada, bien —suspiró.

—¿No te rompieron alguna costilla o algo? —negó con la cabeza, algo más relajado. 

—El que se llevó la peor parte fue Jay. 

—¿Jay? —me miró confuso, como si tuviera que saber quién diablos era ese. 

—Rapado, rubio —comenzó a describir, y antes de lo último, ya me había dado cuenta de quién era—, sin pelotas. 

Me ardieron las mejillas ante el reconocimiento. Así que ese era su nombre, Jay. Que se vaya a la mierda. Me alegré con cierta culpa de que fuera el más dañado, pero a la vez sentía más curiosidad de su participación en la pelea. Harry, Owen, Jake y Jay. No tenía sentido por más que intentara establecer una conexión entre ellos cuatro. Menos aún si pensaba qué carajos teníamos que ver Samey y yo.

—¿Sabes si Jake está bien? —me atreví a preguntarle, y me arrepentí al instante. Owen se vio molesto, pero intentó ocultarlo. 

—Más o menos como yo —su molestia se fue desvaneciendo, mientras parecía pensar muy bien sus palabras—. No le digas a nadie esto…

—¿Sí? —me acerqué emocionada.

—Pero él y yo estamos del mismo lado, más o menos, por si eso te ayuda —quedé atónita. No era lo que yo esperaba escuchar, y aún así era demasiado ambiguo.

—¿Jake y tú? —asintió.

—Ni una palabra.

—Entendido.

—Ni siquiera a Turner —las cosas se estaban poniendo raras.

—¿Por qué? Ella no está implicada en nada, ninguna de las dos lo estamos.

Me miró con seriedad y me resigné a aceptar el silencio. No quería pelearme con la única persona que confiaba un poco en mí, cuando todos me apartaban. Bueno, en realidad todavía no había hablado con Jake, porque era el único que no abandonaba el edificio principal. Él y Harry.

Los demás volvieron y decidimos olvidarlo todo. Obviamente, yo continuaría indagando, pero no se los dije. Fuimos hasta la habitación de Owen y Jerry para pasar el resto del día viendo películas en una laptop y jugando al Monopoly. Me alegró verlos a todos un poco menos tensos, como si se hubieran quitado un peso de encima, así que desistí en mi investigación.

Con ellos, para aclarar. 

Todavía faltaba un sujeto.

.

Nos apoyamos con los brazos cruzados en la pared del final del pasillo, al lado de su habitación. Samey mascaba un chicle y hacía burbujas, según ella “para verse más mala”. Parecíamos dos matones enviados por un millonario que buscaba venganza. 

En realidad se trataba de dos chicas que entraron en un colegio lleno de varones por pura determinación. 




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