Más que nada: dos chicas en una escuela de chicos

CAPÍTULO 25

—Ya te puedes atar el cabello.

En realidad, solo a medias, porque se me escapan muchos mechones si lo ato en otro lugar que no sea la nuca. Así parezco una oficinista o una católica ortodoxa, y no es que tenga algo en contra de ninguna. Oculto mi sonrisa y sigo caminando. Es el inicio de clases más frío de todos, incluso tuve que ponerme medias largas. Mirándolo por el lado bueno, nadie va a quedarse mirando mis piernas si están tapadas, excepto quizá Jake, quien no se separa de mi lado. 

—Estoy planeando cortarlo otra vez... —le miento.

—Te quedaba muy bien.

—... y luego raparme.

—Seguro que te favorece —ya no puedo seguir fingiendo, así que camino más rápido para que no vea mi cara ruborizada. Todavía sigo siendo fácil de alterar. 

No he visto a Samey porque llegué demasiado temprano. Faltan casi dos horas para la reunión en el gimnasio, y no me puedo sacar a Jake de encima por tanto tiempo a menos que me encuentre con ella. Cometí el error de responderle un mensaje a Jake cuando apenas me había levantado. Se habrá dado cuenta de que llegaría a la escuela más pronto de lo esperado. O tal vez estoy delirando. En la entrada conversamos un poco, pero ahora solo quiero encerrarme en mi habitación. 

—¡Espera! ¿A dónde vas? Todavía falta mucho para la reunión —dice Jake a mi espalda. No me doy vuelta.

—Tengo que cambiarme.

—Si ya tienes puesto el uniforme.

Voy casi corriendo hacia la residencia y subo los escalones de dos en dos. No hay nadie en los pasillos y tampoco se escuchan voces. Cierro la puerta de la habitación y suspiro con alivio. Me tiro en la cama y espero hasta que llegue mi compañera. Está todo tan silencioso que casi da miedo. 

Tiempo después, en la reunión de principio de año, Jake se las ingenia para separarse de todos sus amigos y sentarse a mi lado en las gradas. Él está a mi izquierda y Samey a mi derecha. Estoy prácticamente pegada a ella, porque me sigo sintiendo demasiado rara cerca de Jake. Aunque mi amiga no me dirige la palabra, y en vez de eso, se queda mirando al frente como si le importase lo que sea que está diciendo Murray. Pero su diminuta sonrisa de medio lado me dice que le divierte la situación. 

Por suerte, Jake mantiene la distancia más decente posible que le permite el lugar atestado de adolescentes. Nuestras piernas deben tener una separación de cinco centímetros. Puedo cruzarlas para alejarme un poco, pero no lo hago. 

—Judy —se inclina hacia mí para murmurar junto a mi oreja. Su cercanía me provoca un escalofrío—. ¿Estás libre este fin de semana?

Me atrevo a mirarlo. Está casi recostado, con los brazos cruzados. Echo un vistazo al profesor más cercano antes de responder, pero se lo ve más desconectado de la realidad que a cualquier otro alumno.

—No —le sonrío burlona, a pesar de estar temblando. Ambos sabemos que es mentira.

—¿Y el siguiente?

—Tampoco. El tercer año es uno de los más difíciles, ya sabes. Voy a estar muy ocupada estudiando.

—Para nada —interviene Samey, como siempre, en el peor momento posible—. Es súper fácil, vas a tener casi todo el año libre. 

Intercambia miradas cómplices con Jake, y él esboza una sonrisa con intenciones que no puedo descifrar en este instante. 

.

El viernes a la mañana mis padres me avisan que no podrán pasar a buscarme para ir el fin de semana a casa. Al parecer el maldito auto se estropeó de nuevo. Parece que el universo está conspirando en mi contra, o quizá a mi favor, dependiendo desde dónde se mire. Por un lado, eso significa que Jake aprovechará para perseguirme a todas partes. Estos últimos días no tuvo la oportunidad, porque intenté pasar el mayor tiempo posible con mis amigos, o estudiando. Por otro lado, no me disgusta pensar en que, por fin, le intereso de esa forma. No dejo de dar vueltas al tema en mi cabeza, y es que me parece algo surreal. Y justo por eso intento a toda costa no pensar en el futuro. 

Eventualmente, llega el fin de semana. Por causas del destino, es un día con buen tiempo, soleado y sin viento. Planeo quedarme encerrada, a pesar de que amo estar al aire libre, porque todavía no sé cómo encarar a Jake. En el momento exacto de la acción, siempre se me ocurre algo, posterior a haber hecho millones de conjeturas sin sentido en mi mente. Esta debe ser una de esas veces. 

—Levántate —Samey abre la puerta de golpe y ni siquiera se molesta en cerrarla. Se planta ahí con los brazos como jarras y me mira, esperando algo. 

—¿Qué? —estoy tirada en mi cama, aún con el pijama puesto y apenas incorporada para mirar a mi compañera. 

—Hoy no está ninguno de mis amigos, y me aburro. 

—Siempre soy tu última opción —me quejo, dejándome caer de vuelta sobre la cama—. Además, sigues pensando que soy muy tonta como para no darme cuenta de tus intenciones.

Ella resopla, y escucho como cierra la puerta. Unos segundos más tarde, está sentada en el borde de mi cama, mirándome con reproche. 

—¿Qué? —repito. Creo que en realidad soy bastante tonta cuando se trata de descifrar lo que quiere Samey. 




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