Más que nada: dos chicas en una escuela de chicos

CAPÍTULO 28

Sinceramente, no pensé en las consecuencias de tener una pareja. Voy a atribuirlo todo a la suposición sexista de que las chicas no pensamos, solo somos chicas. Ups. 

Como excusa y venganza, Jake publicó una foto mía en su instagram, sacada sin permiso, exponiendo nuestra nueva condición. Parece que estoy hablando de un contrato, pero de verdad parece un asunto de negocios. Me llegaron muchos mensajes con preguntas y felicitaciones, como si hubiese adquirido un condominio. Por un momento, me pregunté por qué carajos le importaba a la gente mi vida, luego recordé que 1) soy la única chica de mi curso, 2) la segunda en toda la escuela, y 3) la gente es metida. Sobre todo las de Ridley, por favor, qué insoportables. Y no hablo únicamente de las chicas. 

Para cortar un poco con tanta amargura, debo mencionar que Jake ahora está mucho más tranquilo. Noté cierto parecido con nuestra relación cuando éramos amigos, sin sentimientos de por medio. Es como si las cosas se hubieran ordenado. No sé, es la sensación que me da. 

Esperé con ansias volver a la escuela. Cuando llegó el día, que tampoco era muy lejano, casi corrí desde el auto. No le di tiempo a mi mamá para preguntarme qué mierda me pasaba. Tuve una sensación de deja vu, pero la identifiqué rápido: mi primer día. Era una niña nerviosa e insoportable. Hoy en día soy una adolescente nerviosa e insoportable, así que es casi lo mismo. 

Nada más entrar a la residencia, alguien me pregunta:

—¿Es cierto lo que dicen, Judy? —me detengo en seco, y giro mi cuerpo hacia la persona que me habló. Un semi-desconocido.

—Sí —vuelvo a voltearme y me voy, subiendo las escaleras de dos en dos. Si tengo algo de suerte, puedo dejar mis cosas del fin de semana y agarrar la mochila de la escuela, todo sin tener que ver a Samey. Incluso vine con el uniforme puesto.

Mi único motivo por el que rehúso de ver a mi amiga es que no puedo prever qué dirá. No me mandó ningún tipo de mensaje, así que no sé si está enojada, o simplemente tiene flojera. El problema, como siempre, es que las cosas no suelen pasar como yo las planeo, así que me encuentro con Samey al entrar en la habitación.

—Mierda —se me escapa.

—No te vas a librar de mí —está sentada en su cama, de piernas cruzadas—. Hoy vine más temprano. 

—Ya veo. 

—Me duele muchísimo no haber estado presente en la boda de mis mejores amigos, para que sepas —se lleva una mano al corazón, pero su cara tiene una expresión de póquer, ya habitual.

—Eres igual de exagerada que él…

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—... y también chismosa.

—Vas a arder en el infierno por no decirme nada.

—Tú ni siquiera crees en eso.

—Voy a dejar que tengas razón, pero solo por ahora. Tenemos que ir a clases, y luego me contarás todo. 

—Como mande, capitán. 

.

—No quiero parecer entrometido… —comienza a decir Jerry, pero Harold lo interrumpe. 

—Yo sí. Cuenta. 

—¿De qué están hablando? —Johnny y Owen se unen a nuestra conversación mientras caminamos hacia el comedor, luego de unas exhaustivas horas de tercer año. Lo peor de todo es que, además de la carga de las materias, este año nos toca el almuerzo con los de cuarto. Es decir, mi querido novio y mi querida amiga chismosa estarán ahí, como el año pasado. 

—No voy a contar la historia un millón de veces, así que nos vamos a sentar todos en la misma mesa —les digo. Poco antes de entrar, me imagino una escena donde aparezco en el comedor y todas las miradas se voltean hacia mí, como en las películas. 

Eso no pasa, evidentemente, porque no estamos en una película. Siempre hay miradas, sobre todo dirigidas a Samey y a mí, pero no es ni de lejos lo mismo. Son muchas menos, más particulares y juzgadoras. Pero siempre están ahí, así que intento no prestarles atención. En vez de eso, camino con mi grupo de amigos hacia la mesa de siempre. Apenas apoyo el trasero en el asiento, aparece Samey.

—¿Puedo sentarme con ustedes? Muchas gracias —pregunta y responde. Se sienta a mi lado—. Recuerda que yo tampoco sé nada. 

—¿En serio les importa tanto?

—Claro que sí —contesta Harold—. Eres la única que nos cuenta cosas interesantes. 

Los demás se ven un poco ofendidos por el comentario, pero parecen pensarlo por unos segundos, hasta que Johnny dice:

—Tiene razón.

—Bueno, ¿por dónde quieren que empiece? 

—Por el principio —dice Samey—. Pero el principio de todo, ¿cómo te diste cuenta que Jake era el amor de tu vida?

Me pongo roja.

—¿Puedes callarte? Nunca dije que fuera el amor de mi vida, eso es un poco apresurado ¿no creen? —les pregunto al resto. No saben si coincidir con la mandona número 1 o la mandona número 2—. Y en realidad no sé cómo me empezó a gustar, lo más lejano que recuerdo fue en su cumpleaños luego de finalizar mi primer año. Me sentí rara. 

—¿Y luego? —pregunta Samey, sabiendo por dónde van las cosas.




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