Más que nada: dos chicas en una escuela de chicos

CAPÍTULO 29

Como decía, tener novio es una cosa un poco rara. Ahora, desde el punto del novio, en específico, y no del resto. Estoy feliz de estar con Jake, cada vez que lo miro mi corazón da un vuelco. Por fin, las cosas salen a mi favor. 

—Tenemos que hacer algo divertido —dice un sábado a la mañana, mientras caminamos por la enorme extensión de campo de la escuela. Estamos un poco alejados de los edificios para así tener algo de privacidad. Es un poco complicado cuando literalmente vives en la escuela. 

—¿Como qué?

—No sé, esperaba que tú me dijeras algo —los dos vamos secos de ideas. Estos últimos días hablamos mucho luego de clases, tanto en persona como por mensajes. Fue una lluvia de conversaciones incesantes.

Por otro lado, no nos besamos desde la noche de la fiesta. 

Tampoco nos hemos abrazado, ni siquiera nos agarramos de las manos. No parecemos una pareja, en realidad. Las cosas están más relajadas que nunca, y parece ser que ninguno de los dos quiere que eso cambie. Esa desesperación, que antes solía sentir por estar separada de Jake, se esfumó. Resulta que no se trataba de algo físico. 

—Podemos jugar a un juego de mesa o algo así —propongo—. Cualquier cosa que no requiera pensar en cosas nuevas. 

—Seguir las reglas y ganar, me gusta eso —responde. 

Ambos nos dirigimos a paso súper lento hacia la residencia. Nos gusta disfrutar del aire fresco y la paz que hay en Murray los fines de semana. Hoy es uno de esos días en los que hay muy poca gente. Samey apenas tiene un amigo con quien pasar el día, porque se niega a estar con nosotros. Según ella, falta poco para que comencemos la etapa de parejita feliz irritante. Aún así, nos apoya incondicionalmente. Es un poco contradictorio. 

Por suerte, tampoco están Harry ni sus amigos. Los padres de él y Jake están de visita en casa de unos parientes, en la ciudad, así que aprovecharon para invadir el departamento. Jake prefirió resguardarse aquí. Buena jugada, ya me puedo imaginar lo horroroso que debe ser vivir con ese despreciable de Harry. 

No es muy divertido pasar la tarde con un juego de mesa y Jake. La combinación es un tanto rara. Usualmente, juego a estas cosas con mis amigos nerds, y es bastante diferente. Se lo toman muy en serio. Hoy no tengo ganas de tomarme nada en serio, y parece que Jake tampoco, así que el juego se vuelve aburrido. Y me distraigo mucho, si soy sincera. Estando los dos sentados en el piso de mi habitación, frente a frente, no puedo evitar mirarlo. Ya no hay un panorama que me evite dirigir mis ojos a él.

—Judy —dice Jake en un momento, sacándome de mis ensoñaciones.

—¿Qué?

—Deja de mirarme y préstale atención al juego —mierda. 

—No tengo ganas de jugar, y me parece que tú tampoco.

—Sí, es verdad. 

—¿Cuánto falta para la cena? —ambos consultamos en nuestros celulares. Dos horas. 

En ese momento, se abre la puerta de la habitación y aparece Samey. Abre mucho los ojos al vernos. 

—Uy, debí haber llamado primero. No quisiera verlos en una situación comprometida.

—No digas idioteces —le respondo, pero Jake parece divertido con la situación.

—Exacto, nunca estaríamos en una situación comprometida aquí, con la puerta abierta.

—Buen punto —dice Samey. Nos obliga a apartarnos para caminar hacia su escritorio, así que ahora estamos los tres parados, con el juego de mesa desordenado en el piso. Debo dar gracias a que mi compañera no es una de esas obsesivas del orden (ese rol es mío, más o menos)—. ¿Quieren venir conmigo? Nunca creí que fuera a decir esto, pero la escuela es un bodrio con tan poca gente. 

Intercambio miradas con Jake, y de alguna manera comprendo que coincidimos en la decisión. Me encojo de hombros y esa es toda la respuesta que Samey necesita para arrastrarnos hasta la habitación de su amigo. Es uno de esos estudiantes con dinero que se pueden permitir tener una televisión en su cuarto, así que decidimos ver una película de mala calidad para criticarla. Es mejor que nada, al menos. 

.

Luego de la cena, seguimos viendo más películas horribles, hasta que llega el toque de queda. Sí, aún hay uno los fines de semana, porque aún estamos en Murray. Lo bueno es que, al no haber ningún adulto de cargo elevado ese día, dicho toque no es tan estricto. El tutor designado simplemente se va, en vez de permanecer en una de las habitaciones destinadas a los tutores. Suelen quedarse ahí las noches que les toca, atentos a cualquier ruido sospechoso. 

Obviamente el sistema de horarios nocturnos estrictos surgió cuando Samey apenas puso un pie en los terrenos de la escuela. Antes de eso, según me contaron, simplemente les decían que se fueran a dormir, como los fines de semana actuales. Parece que, con nosotras, les dio miedo pensar en la idea de que tengamos orgías con todos los estudiantes o algo similar. Esas cosas no pasan ni en Ridley, que tiene una cantidad más lógica de estudiantes de diferentes sexos. Y eso que apenas estoy hablando de los alumnos hetero. ¿En serio piensan que, en una escuela con miles de chicos, ninguno juega para otro equipo? Conozco a un par de compañeros gays, bisexuales y demás, así que imagino que no deben ser pocos. 




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