Más que una mentira.

Capitulo 2

Soy Leandro Jones, tengo 29 años y vivo en Seattle, Washington. Soy de aquí. Actualmente soy el presidente de la empresa más grande de Seattle: Squart Company. Esta empresa es familiar. Me hice cargo de ella a los 19 años. En ese tiempo, era estudiante universitario y, al mismo tiempo, presidente de una gran empresa. Al principio fue muy estresante, pero con el paso de los meses logré acostumbrarme.

La verdad es que no me falta el dinero, pero no soy de esas personas que se creen superiores solo por tenerlo. Además, si me enamoro de alguien, no me fijaría en su estatus.

Hoy salí temprano de casa. Fui a hacer ejercicio y luego regresé para cambiarme e ir al supermercado. Estuve allí unos treinta minutos. Al ver la hora, noté que iba tarde, así que fui a pagar. Ya estaba saliendo cuando choqué con una chica.

—Perdón —me dijo, apenada.

—¡Fíjate, mocosa! —le respondí de forma grosera. Sé que estuve mal, pero iba tarde y estaba estresado.

—No es necesario hablarme así, señor —me respondió.

—No perderé mi tiempo con una mocosa —dije, y me fui.

Subí a mi auto y me dirigí a la empresa.

—¿Encontraron una secretaria? —pregunté a la recepcionista.

—No, todavía no, señor. Cuando alguien mande un correo, le aviso —me dijo.

—Está bien. Si necesitan algo, estaré en mi oficina —respondí, y me dirigí a ella.

Cinco horas después...

—Ya es muy tarde —dije, mientras me levantaba, tomaba mi saco y salía.

—Señor —me detuvo la recepcionista.

—¿Sí?

—Alguien mandó un correo.

—Respóndele que quiero que esté aquí mañana a las 10:00 a.m., ni un minuto tarde —le indiqué, y me fui.

Llegué a mi apartamento, estacioné el auto, entré y preparé la cena. Luego me fui a bañar. Al salir, me dirigí a la oficina que tenía en casa, me senté y revisé si tenía algún pendiente. Dos horas después, me fui a dormir, esperando que todo saliera bien al día siguiente.

Al día siguiente...

Me desperté a las 6:00 a.m., me bañé, me vestí con mi traje, desayuné y subí al auto rumbo a la empresa. Al llegar...

—Buenos días —saludé a la recepcionista.

—Buenos días, señor —respondió.

Subí a mi oficina y esperé a la persona que vendría por el puesto. A las 10:00 a.m. en punto, tocaron la puerta.

—Pase —dije.

Volteé hacia la puerta y la vi a ella...




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