Leandro
Miré hacia la puerta, y era ella: la chica con la que choqué.
Arianna
Miré al señor que me habló de forma grosera ayer. Esto no puede estar pasando...
Leandro
—Tome asiento —le dije con voz neutra.
Vi que se sentó.
—Bueno, comencemos. ¿Nombre?
—Arianna Bernardi —respondió con mucha profesionalidad.
—¿Cuántos idiomas hablas?
—Inglés, italiano y un poco de español de España.
—Como seguramente sabes, esta es una empresa internacional, así que necesitamos que hables varios idiomas. Los que ya manejas están bien, pero también deberás aprender otros, por ejemplo: francés, portugués y alemán. Solo necesitas aprender lo básico, lo esencial. No es necesario hablarlos a la perfección, con que se entienda es suficiente. —Miré algo que me llamó la atención—. ¿Italiana?
—Sí, señor. Nací en Milán, Italia, pero me mudé a Seattle desde muy pequeña —me informó.
—Bien. ¿Y para qué necesitas el empleo? —Me miró con cara de “¿por qué le importa?”—. Es que, dependiendo de la situación, podemos ajustar tu sueldo.
—Solo para vivir sin problemas económicos.
—Bien, eso lo revisaremos mañana. —Me miró con asombro.
—Entonces... ¿?
—Está contratada, señorita Bernardi —le sonreí. Me devolvió la sonrisa—. Por favor, firme el contrato —le entregué los papeles.
Los firmó y me agradeció.
—Esté aquí mañana a las 6:00 a. m. No me gusta que lleguen tarde, a menos que sea con una buena justificación. ¿Cuenta con automóvil?
—Sí.
—Bien, eso es todo. Nos vemos mañana —le dije y le extendí la mano. Me correspondió y salió.