Más que una mentira.

Capitulo 8

Arianna

Fui por el café. No estaba tan lejos, pero tampoco tan cerca. En cuanto llegué, pedí su café sin azúcar y me pedí un capuchino, ya que él me lo pagó, ¿por qué no aprovechar?

Después de un rato me lo dieron y salí. Ya casi llegaba cuando me topé con alguien.

—Hola, cariño —dijo él. Mi ex, Dante.

—¿Qué haces aquí? Y no me digas "cariño" —le dije con odio.

—Me enteré de que comenzaste a trabajar en la mejor empresa. Me debes pagar todo lo que me hiciste gastar en ti.

—¿Pagar? ¿Gastar? ¡Yo siempre invitaba todo! Nunca me diste ni un café. Así que desaparece de mi vista —comencé a caminar, pero él me sujetó del brazo.

—Espera, todavía no terminamos de hablar.

—¡Suéltame! —movía mi brazo para zafarme, pero no lo lograba.

—Dije que tenemos que hablar.

—Y ella dijo que la sueltes —era Leandro...

—Señor... —apenas terminé de decir eso, y Leandro le dio un puñetazo a Dante.

—Para la otra, no será ese pequeño golpe —Leandro me agarró de la muñeca porque aún sujetaba los cafés. ¿Cómo? No lo sé, pero todavía los tenía. Me subió a su auto. Pensé que iríamos a la empresa, pero fuimos a otra parte. No reconocía el camino.

—¿Señor? —pregunté con voz baja.

—Dime —me contestó.

—¿A dónde vamos?

—A mi casa.

—¿Su casa?

—Sí, por hoy trabajaremos ahí.

—Está bien.

Leandro

Cuando sacaron a mi ex, recordé que no le dije a Arianna que trajera comida. Salí y subí a mi auto. Manejé hasta la cafetería que estaba cerca. Me estaba estacionando cuando la vi... ¿peleando con alguien?

Bajé, me acerqué y vi que el tipo la sujetaba. Arianna le decía que la soltara. Llegué y le dije:

—Y ella dijo que la sueltes.

—¿Señor? —apenas logré escuchar cuando le pegué al tipo.

—Para la otra, no será ese pequeño golpe —agarré la muñeca de Arianna y la subí al auto. Me preguntaba cómo aún tenía los cafés, pero no era momento para eso. Solo quería llevarla a mi casa... ¿para protegerla?

—¿Señor? —me preguntó en voz baja.

—Dime —le contesté.

—¿A dónde vamos? —cierto, todavía no le decía.

—A mi casa —le dije como si fuera lo más natural.

—¿Su casa? —me volvió a preguntar.

—Sí. Por hoy trabajaremos ahí —le contesté.

—Está bien —solo me respondió.

—Si quieres, puedes pedir algo para comer. Muero de hambre. ¿Tú no? —le dije.

—Sí —me contestó.

—Pide lo que quieras. Yo invito.

—No es necesario, yo puedo...

—Te estoy diciendo que yo pagaré. Tú solo elige la comida que quieras —le dije.




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