Rumores inciertos
Termino mi desayuno mientras veo las noticias, noticias que para muchos consideran, inesperada, y hasta sorprendentes, pero para mí siempre ha significado un poco más de lo mismo. Una persona normal con una vida normal, acostumbra ver las noticias cada día, y aunque yo veo las noticias, no me considero una persona normal con una vida como la de cualquiera. Una vida normal es lo que más he deseado desde que recuerdo, pero ya entristecerme por eso es algo absurdo. Interesándome poco las noticias, mi atención se dirige a la ventana a mi lado, la calle de Joan Güell esta como siempre, tranquila, me hace recordar por qué elegí este lugar.
Pienso en qué me trajo hasta aquí, en lugar de ponerme sentimental o algún indicio de arrepentimiento siento en que debí resolver todos aquellos problemas en lugar de arrastrarlos conmigo desde hace seis años. Sí, me escapé hace seis años a Barcelona creyendo que podría empezar de nuevo.
Pero me equivoqué.
Los primeros dos años que viví recluida en la casa de Ryan fueron más fáciles que ahora, que estoy en la universidad. Entrar a la universidad fue un enorme paso por mi parte, eso asegura mi mejor amigo y mi psicólogo. La consecuencia es que soy perseguida y consumida por lo que dicen de mí, al principio fue difícil, pero conseguí como aparentar que no me afecta. Cada vez que voy, me pongo una máscara de indiferencia.
Al terminar de desayunar lavo y acomodo los platillos, hago una mueca al ver mi sartén con residuos quemados. Tomo mis llaves, al salir del apartamento noto que a la vez sale mi vecina del frente a trabajar o qué sé yo que haga con su vida miserable, no es que la odie ni nada menos, solo que la Barbie que tengo en frente con sus ojos azul intenso y cabello ligeramente pelirrojo, me da razón de pensar que sus ojos demuestran lo que ella es en verdad.
Intensa.
No sé porque nos llevamos tan mal, no nos hicimos nada en concreto, sólo que un día llegue con humor de perros y ella pues... estuvo en el momento equivocado. Desde entonces ha sido una molestia ver su exagerada amabilidad.
── ¡Hola mi linda vecina! ──Dice con esa voz de fingida adoración── ¿Cómo amanece mi linda, Alexandra? ──Camino hacia las escaleras ignorándola, escucharla y responderle es sinónimo de perder el tiempo── Oye, tu. ¿Sabes hablar? ¿O solo lo haces cuando quieres parecer una perra?
Ese comentario capta mi atención, volteo a ver su expresión llena de seguridad totalmente falsa, queriendo con todas sus fuerzas que parezca muy superior a mí, pero en lugar de molestarme, me da hasta un poco de risa, porque para mí es obvio que esa seguridad es totalmente fingida. Además, estoy acostumbrada a cosas peores.
Aunque, es mi culpa que sea así conmigo. Detalles.
──Qué te importa. ──Digo respondiendo su pregunta de forma cortante.
──La verdad es que no me importa. ──Me dice. ¿Entonces para que...? Bah, ya ni me molesto
Al ver sus ojos cautivantes puedo ver algo más de lo que quiere aparentar, un ligero sonrojo llega a su rostro, por lo que parece ser, vergüenza. También puedo notar una profunda tristeza, pero aquello no es mi problema.
──Púdrete. ──Digo mostrándole mi dedo corazón, a lo que ella abre la boca ofendida yo solo le guiño un ojo tratando de ser coqueta. Aunque sea una certeza que ser coqueta no es mi fuerte.
Bajo rápidamente las escaleras mientras escucho cómo se queja por no ser respetuosa con ella. Conozco ese tipo de autodefensa, puedo decir que finge creerse inalcanzable, supongo que hay una historia detrás de ello, pero repito, no es mi problema. Pero, por momentos como este, solo quiero golpearla, si tan sólo supiera que puedo darle una paliza si quiero, no quiero presumir, pero practiqué Judo en cuanto me mude con Ryan, y de vez en cuando, practico en el apartamento para no perder mi toque.
Al recordar a Ryan memorizo las infinitas cantidades de veces que me dice que mi vecina es más amable, y que fue mi culpa caerle mal.
Tiene razón, pero lo hecho, hecho está. Y yo no tengo tiempo para jugar a las amigas.
Al salir del edificio, el viento es lo primero que siento y, como siempre, me calma. Me hace sentir en casa, en los tiempos que todo era menos complicado. Saco mi celular, conecto los auriculares para poder caminar con música, al empezar a reproducir empiezo a caminar tarareando, disfrutando de la paz que hay, mientras pueda.
Camino rápidamente a la parada de autobús, normalmente yo salgo antes para poder irme caminando hasta la universidad, pero hoy en especial tengo algo de pereza por lo que tomare el transporte público. Al llegar subo rápidamente a un vehículo.
Al cabo de unos 25 minutos llega a mi parada, le pago al chofer y me bajo mientras guardo mi celular junto a los auriculares. Me preparo psicológicamente para lo que me espera, respiro hondo y en mi rostro está mi típica expresión de indiferencia junto con un poco de aburrimiento. Al entrar, camino por los pasillos en busca de mi casillero. Noto cómo algunos estudiantes me miran seguido de empezar a susurrar cosas, pero mantengo mi mirada firme al frente. En el camino, una estudiante choca fuerte con mi hombro a propósito, me abstengo de rodar los ojos.
── Uy, ¿dañé tu mercancía? ──Dice al alejarse haciendo reír a los demás.
No golpees, no respondas. No golpees, no respondas.
Llego a mi preciado casillero, organizo en mi bolso todo lo que usaré hoy para mis respectivas clases, al terminar coloco el bolso en mi hombro y me miro al espejo que tengo en el casillero. Peino un poco mis rizos para que se vean más ordenados y pellizco mis mejillas para que tomen un poco de color debido a que parezco un fantasma.
Tal vez no sea la más hermosa de todas, en mi opinión soy aceptable y me conformo con ello.
Veo por el espejo como alguien se posiciona detrás de mí. Me abstengo de suspirar o rodar los ojos. Ya sé quién es sin necesidad de voltear.
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Editado: 21.11.2024