"El amor nace de un sentimiento, pero vive eterno en lo sublime”.
La palabra amor - del griego ágape -, ha sido descrita frecuentemente como «voluntad activa» lo que implica no que debemos amarnos solo en palabras, sino en verdad, por medio de los hechos. El amor fraternal se caracterizará: en primer término, por que distingue a los profanos de los iniciados al ver, según creo, la relación entre ser/objeto y ente aristotélico (ser entregado a la movilidad); en segundo término, nos indica de que alguien «ha pasado de muerte a vida»; y en tercer término, nos indica de que alguien está «en la certeza»; por lo tanto, el amor de los hermanos, sea de compuesto por nacimiento o por generación, debe ir más allá de las palabras o predicas ocasionales.
Como hijos de la luz, de la cual somos todos pero solo quienes se han entregado a los rituales (sean físicos catequistas o metafísicos) tienen conciencia de ello. Al iniciarnos hemos pasado de la profanidad a la profanidad-luz, dicho de otra manera hemos muerto para volver a nacer, nacer a una nueva vida que nos exige una constante búsqueda de la certeza/verdad en fraternidad, de lo cual es importante anotar no cambia nuestra condición anterior, por ello es necesario consolidar el amor fraternal siendo consecuente con nuestra palabra dada.
En este punto, debería aclarar el concepto de amor a mí entender: creo, es una energía que existe en todo lo que de materia y antimateria habita. En una frecuencia definida la cual en condiciones naturales aumenta o disipa nuestro comportamiento hacia el otro (u objetos) dependiendo del canal del mensaje y el nivel de percepción (atracción, gusto, apego (ego), deseo (necesidad), sentimiento, sublimidad). El amor es (vive) sublime, eterno, imperecedero e innecesario (puesto que a sí mismo no se necesita, solo los hombre hemos dado necesidad al amor). Aproximando un fin, podría decir sin equivocarme que el amor no tiene perecedero (muerte en lo profano), según lo que sabemos sobre las nuevas afirmaciones (de este conocimiento hermético) de la ciencia positiva sobre la relación entre materia y energía.
Los avatares, según se entienda desde la orientalizad o los llamados maestros en la occidentalizad nos han mostrado el amor fraternal en su máxima expresión con hechos - ofrendo sus vidas por la nuestra en la mayoría de las religiones hegemónicas - pero también con palabras, a través de sus discípulos nos enseña cómo deberíamos construir esta relación, por ejemplo en el catolicismo: “(…) para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro...” (1 Pedro 1:22), y para tener «corazón puro» es necesario ser honesto con uno mismo, honestidad que nos permitirá aceptar a un/a H ∴ en el seno de nuestra Orden donde aprenderá a construir su amor fraternal, en un clima de tolerancia masónica; el amor que se plasma en sí mismo “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:40), esta enseñanza quiere afirma el amor fraternal, pero partiendo de sí mismo, porque no es posible profesar amor al prójimo – o próximo - cuando uno mismo no ha aprendido a amarse; porque si damos «menos amor» probablemente estemos siendo egoístas y si damos «más amor» probablemente estemos siendo hipócritas; por lo que no podríamos decir que hemos cumplido si no hemos encendido la chispa del amor fraternal para lo cual deberá también aprender a ser reciproco, cualidad que expresa: “ (…)vosotros también abrid de par en par vuestros corazones…” (2 Corintios 6:13), enseñanza que establece a la correspondencia mutua como uno de los requisitos importantes del amor fraternal. Deberíamos considerar siempre la toma de nuestras decisiones; porquepensamos antes de actuar.
Con seguridad podemos decir: el muro de la fraternidad esta hecho de piedras desiguales, diferentes por sus orígenes, historias y formas de la misma manera que los miembros de una comunidad; que tuvieron que adoptar posiciones apropiadas para ajustarse a las formas tan diferentes de las demás piedras, tras un esfuerzo sostenido de adaptación, recibiendo golpes en los que perdieron ángulos de su personalidad para poder ajustarse mejor; donde todas se apoyan mutuamente y algunas soportan la mayor presión; para lo cual se requirió de una ardiente paciencia y una esperanza inquebrantable basada en el amor, para construir un muro tan sólido con piedras tan dispares. Los hijos de la luz, somos como las piedras de este muro, razón por el cual somos una comunidad que ha trascendido al tiempo y la historia. Pero nota: un muro como en la fábula del jardinero.
La llamada evolución del hombre, en las ciencias de la mente (Psicopatología, Psicología, Psiquiatría desde el siglo XII al XX) que se basa en diversas líneas de pensamiento religioso como el budismo, el sufismo, el hinduismo y el cristianismo ortodoxo distinguiendo entre «sentir» y la «función emocional superior» y «función cognitiva superior». El primer caso es el que está accesible para la mayoría de las personas, y es el que se suele incluir en manuales especializados de religión y ciencias de la mente, que definen el amor como un sentimiento. No obstante, ese sentimiento de apego (ego) y deseo (necesidad) difiere mucho de lo que constituye el amor (sublime), al que sólo se accede, creo escalando en el nivel de conciencia desde la primera luz del parto hasta uno presente, según el grado de evolución de cada persona.