Matea

2

Capítulo 2

La familia Wallace cenaba como cada noche en el bar familiar. El Pocket era el lugar de reunión de la mayoría de la gente del pueblo. Aquella tarde se había celebrado la despedida de la hija de Hansen, quien partía a Europa a continuar con sus estudios. El ajetreo de la celebración ya había amainado y los camareros se encargaban de recoger todo mientras la familia cenaba en una mesa.

—¿Dónde está Dermot? —preguntó Denise.

—Todavía no ha llegado —contestó Jim sentándose en la silla.

—No os preocupéis por él, ha sido su día de fiesta. Seguro que se habrá levantado a las tantas y ahora debe estar con Annie —los tranquilizó Jake.

—Annie, hoy, tendría que haber venido a la tienda, a buscar unas flores para su abuela, y no ha venido.

—Lo dicho, seguro que estarán juntos. No le deis importancia. Si tiene hambre ya comerá algo en casa.

Los clientes del bar seguían con sus risas, hasta que estas cesaron al abrirse la puerta.

—Jim —saludó Henry, el sheriff del condado, tocándose el sombrero, acompañado de dos policías más.

—Hola, Henry, ¿qué tal? ¿Os apetece tomar algo? Hoy ha sido un día de fiesta.

—No, gracias, Jim. Estamos de servicio.

—Vaya, ¿y en qué puedo ayudaros?

—Verás... —El policía no sabía cómo continuar. Bajó la mirada y se frotó la nuca—. ¿Está Dermot, aquí?

—Pues no, estábamos preguntando por él hace un momento. No ha venido a cenar.

—¿Y sabes dónde lo podemos encontrar?

—No sé, quizás esté en casa. ¿Qué pasa, Henry? —Jim comenzó a preocuparse.

—Lo siento, Jim, pero no te lo puedo decir hasta que lo encontremos. ¿Podrías llamarlo?

—Sí, claro. Voy enseguida —dijo acercándose al teléfono del local.

—Jake —el policía se acercó al muchacho—, ¿estabas saliendo con Gina Perkins?

—Bueno, todavía estamos saliendo, a menos que me haya dejado —bromeó.

—Lo siento, Jake. —Se quitó el sombrero y apoyó su mano en el hombro del muchacho.

—¿A qué te refieres, Henry? —preguntó confundido.

—Han encontrado el cadáver de Gina en el bosque que hay detrás de la iglesia de St. Mary.

—¡¿Cómo?! No puede ser. Esta mañana he hablado con ella.

—¡Dios Santo! —Denise se tapó la boca con las dos manos.

—¿A qué hora habéis hablado?

—Pues ya habíamos abierto el bar. La he llamado para decirle que hoy me era imposible quedar, porque teníamos la fiesta de los Hansen y tendríamos mucho trabajo. Como así ha sido. Le he dicho que si le apetecía, podría pasarse y tomarse una copa con todos. —El joven no daba crédito a lo que estaba escuchando.

—Lo siento, de veras.

—Dermot está en casa. Por lo visto hoy se ha dedicado a beber más de la cuenta y estaba durmiendo cuando ha descolgado el teléfono —informó el padre.

—¿Podrías acompañarnos, Jim?

—Por supuesto.

—Yo también voy con vosotros —saltó Jake.

—No, tú será mejor que te quedes con tu madre atendiendo el bar.

—Yo tampoco pienso quedarme. —Se molestó Denise—. Voy contigo.

—¡Phil! Estás al mando. Si a la hora de cerrar no estamos aquí, encárgate tú —Jake dio órdenes al camarero.

—Descuida, tío —le tranquilizó el joven.

Al llegar a la casa de los Wallace, un coche de policía aguardaba en la puerta.

—¿Qué es esto, Jim? —Denise se abrazó fuerte a su marido.

—Tranquila, todo va a ir bien. —Su voz sonaba decidida, aunque ni él mismo se creía lo que decía. Aquello no pintaba bien.

—¿Qué tiene que ver mi hermano con todo esto, Henry? —preguntó Jake al sheriff.

—Lo siento, Jake, no puedo decirte nada, hasta que encontremos a tu hermano.

Al entrar en la vivienda, Jim llamó a Dermot para que bajara. No fue hasta la tercera voz, que el muchacho apareció. Con cara somnolienta y frotándose los ojos, bajó los escalones. Al encontrarse a la policía en el recibidor de la casa, sus ojos se abrieron en demasía.

—¿Qué diablos...?

—Dermot Wallace, quedas detenido por el asesinato de Gina Perkins —dijo el sheriff al ponerle las esposas a Dermot—. Tienes derecho a permanecer en silencio. Cualquier cosa que digas podrá ser usada en tu contra ante un tribunal…

—¡¿Cómo?! —El joven no daba crédito a lo que oía—. ¿Gina muerta? ¡No puede ser!

—¡¿Qué?! —Denise se vino abajo y arrancó a llorar desesperadamente.

—... Tienes derecho a consultar a un abogado y/o a tener uno presente cuando sea interrogado por la policía. Si no puedes contratar a un abogado, te será designado uno para representarte —continuó el agente de la ley.

—¿Asesinato? ¿Qué dices, Henry? —Jim intentó que el sheriff le explicara.

—Lo siento, Jim, pero hay testigos que lo vieron en el escenario del crimen. En la iglesia de St. Mary

—¿En St. Mary? ¿El escenario del crimen, dices? Pero si allí los únicos que estaban eran mis amigos de siempre ¡Yo no he hecho nada!

—Tenemos que irnos, Dermot. —El sheriff estaba tan en shock como los propios familiares, pero era su deber detener al joven—. Jake, lo siento, de veras.

—Esto es una pesadilla. —Se puso las manos en la cabeza—. Tengo que ir a ver a Margareth.

—Bien, tú ve a ver a la madre de Gina, mientras yo iré a la oficina del sheriff a arreglar todo esto.

—Yo voy contigo. —Denise salió detrás de su esposo.

Cuando Jake llegó a casa de Gina, su madre estaba acompañada por familiares y vecinos.

—Margareth... —musitó de una manera que todos los allí presentes se dieron la vuelta al oírlo.

—Jake. —Margareth arrancó a llorar al verle y le abrazó.

—¿Qué ha sucedido? —Respondió al abrazo de la mujer—. El sheriff no nos ha querido dar explicaciones.

—Ashley estaba allí cuando la han visto.

—Pero... ¿cómo ha sido?

—Dicen que ha sido Dermot —insinuó con odio Peters, el herrero del pueblo.

—¡Eso no es verdad! —Se enfureció al oír cómo culpaban a su hermano—. ¡Mi hermano quería a Gina como a una hermana! ¡Todo el mundo lo sabe! Y tú lo sabes, Margareth.



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En el texto hay: thriller, romance

Editado: 27.11.2020

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