Matea

3

Capítulo 3

El día del juicio llegó. Habían sido largos meses de trabajo intensivo. Will, el abogado, había trabajado día y noche en el tema, con la ayuda de Jake. Todos los testigos que estuvieron tras la iglesia de St. Mary, asistieron a declarar como tales.

En cuanto Dermot Wallace entró en la sala esposado y custodiado por dos policías, la sala se llenó de rumores. El llanto de Denise era tapado con un pañuelo que ella misma sujetaba.

—Este tribunal llama a declarar a Jesse Geldorf.

El joven entró en la sala y se acercó al estrado, donde subió a la silla situada junto al juez. Un oficial se acercó a él, sosteniendo una biblia.

—Ponga su mano izquierda encima del libro sagrado y alce la mano derecha. ¿Jura solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, por la gracia de Dios?

—Lo juro —contestó.

—Señor Geldorf, ¿es cierto que usted tuvo una relación con la señorita Perkins en el pasado?

—Sí, señor. —Se acercó algo nervioso al micrófono que tenía delante.

—¿Fue una relación larga?

—Un año, más o menos.

—No le voy a pedir que explique al jurado los motivos de la ruptura, pero ¿podría decirnos si fue amistosa y si últimamente tenían buena relación?

—Por supuesto. Gina y yo apenas nos veíamos, debido a los estudios de ambos y nuestras aficiones extraescolares.

—¿Aficiones extraescolares? —preguntó el abogado.

—Oh, sí. Cuando yo terminaba las clases, asistía a clases de saxofón y ella comenzaba su voluntariado en el centro de salud del pueblo.

—Y eso les impedía verse con asiduidad.

—Así es.

—Entonces su relación era buena.

—Excelente. Como cualquier otra amiga de la escuela —contestó nervioso pero seguro.

—¿Y con el señor Wallace? ¿También tenía buena relación con él?

—Sí, claro. —Miró a su amigo, algo tímido.

—¿Nunca tuvieron ninguna discusión, por algo en concreto?

—Discutíamos muy a menudo, pero por tonterías.

—¿A qué se refiere con «tonterías»?

—Pues, por no presentarse a una cita, llegar tarde o por perder una partida con la videoconsola…

La sala rio por la anécdota.

—¿Nada más grave?

—No, señor —contestó tajante.

—Señor Geldorf, ¿dónde estaba usted la noche del hallazgo de la señorita Perkins?

—En la zona que hay tras de la iglesia de St. Mary.

—¿Estaba usted con los demás testigos?

—Sí, señor.

—¿Y nos puede decir qué vio usted?

—Vi lo mismo que todos. Derm llegó de la parte interior del parque y…

—Disculpe, señor Geldorf. ¿En qué estado llegó el señor Wallace?

—Llegó algo ebrio, señor.

—¿Algo ebrio? ¿De la clase de embriaguez que le impide acordarse de las cosas?

—Pues no puedo asegurar eso con exactitud —dudó al contestar.

—¿Nombró en algún momento a la señorita Perkins?

Jesse pensó antes de contestar. Él sabía de qué habían estado hablando. Sus amigos y él lo habían recordado más de una vez.

—Sí, señor.

—¿Y qué dijeron?

—Nosotros… —tragó saliva— bromeamos con él.

—¿Bromearon con él? ¿O le acusaron de algo?

—Bueno, la verdad es que… —Miró a Dermot y este le aguantó la mirada.

—Continúe, señor Geldorf —le animó el abogado.

—Nosotros bromeamos con él, diciéndole que estaba enamorado de la novia de su hermano —soltó por fin.

Los presentes en la sala, comenzaron a susurrar.

—¡Silencio en la sala! —ordenó el juez—. Continúe, señor Horvat.

—Gracias, señoría. Señor Geldorf, ¿bromearon con el señor Wallace acusándole de infidelidad a su hermano?

—Sí, señor.

La sala volvió a cuchichear y el juez atizó el mazo dos veces, sin que fuera necesario mandar callar a nadie.

—¿Usted tiene pruebas de ello?

—No, señor.

—¿Y en qué se basó para dicha acusación?

—La buena relación que tenían los dos jóvenes. Se les había visto más de una vez juntos charlando.

—Charlando… ¿Y eso ya quería decir que mantenían una relación?

—Señor Horvat, vaya directo al grano —le avisó el juez.

—Sí, señoría. Señor Geldorf, ¿había alguna otra evidencia para acusar al señor Wallace?

Jesse miró a la fiscal del caso y esta le hizo una señal negativa con la cabeza.

—No, señor.

—Gracias, señor Geldorf.

—Señor Geldorf, puede usted volver a su sitio —le indicó el juez.

Tras una breve pausa de quince minutos, volvieron a retomar el juicio. Todos los «amigos» de Dermot declararon la misma historia que había relatado Jesse en un principio. Solo quedaba uno, Hugh.

—Este tribunal llama a declarar a Hugh Haugaard.

El joven pelirrojo, se levantó y se acercó al estrado, repitiendo los mismos movimientos que sus colegas. Una vez prestado juramento, se sentó y esperó a que el abogado le hiciera las preguntas.

—Señor Haugaard, ¿usted también se encontraba en el mismo lugar de los hechos, con sus compañeros?

—Sí, señor —contestó firmemente.

—¿Usted también asegura haber visto llegar al señor Wallace del bosque?

—Sí, señor.

Había algo en Hugh que a Will se le escapaba. Temía que el muchacho escondía algo, pero no estaba seguro el qué.

—Señor Haugaard… —pensó antes de preguntar—, ¿qué relación tenía usted con el señor Wallace?

Hugh pensó bien la respuesta.

—Buena.

—A «Buena» se refiere usted a que ¿salían a menudo juntos?

—Todos vamos siempre juntos. Sí, señor.

Hugh evitó aguantar la mirada a Dermot y eso no le pasó desapercibido ni a Will, ni a Dermot.

Este también comenzó a pensar que algo no iba bien.

—¿Habían discutido últimamente?

—No, señor.

—Entonces, podemos decir que su relación era cordial.

—Como con cualquier otro compañero de la pandilla.

Will miró a Dermot y este alzó los hombros a modo de que no comprendía a su amigo Hugh.

—Señor Haugaard, ¿qué relación tenía usted con la señorita Perkins?



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En el texto hay: thriller, romance

Editado: 27.11.2020

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