Me arrastraron a un mundo desconocido

capitulo 12... Entrenamiento y desafíos

Lo ataqué con una estocada frontal, pero él lo esquivó. Lo que no sabía él es que era un truco. Antes de que se quitara, cambié el rumbo de la espalda, pero sorprendentemente todavía lo pudo parar. La espada de Emili brillaba bajo la luz del sol. Sebastián la miró con una sonrisa de aprobación. Luego empezamos otra vez. Nuestras espaldas se chocaban, la adrenalina que sentía era increíble. Pasó lo inesperado. Yo lo iba a atacar hacia abajo y... cuando se percato de eso con un movimiento rápido y preciso me lanzó tierra en los ojos.

Emili: ¡Hey!, eso no se vale, jugaste sucio.

Sebastián: —se ríe a carcajadas— ¡Jajajajaja! Deberías ver tu cara, jajaja. Alguien que te ataca no va a jugar limpio, hasta puede usar magia, así que debes estar preparada para cualquier cosa que se te presente.

Emili: Tienes razón, pero ¿dijiste magia? Y ¿qué tipo de magia existe aquí? —ella recuerda que leyó un libro sobre magia—. Leí que los que tienen magia van a una academia de la torre de archimagos y que obedecen al emperador.

Sebastián: Bueno, algunos sí van a la academias, pero no todos. También hay algunos magos que sirven al emperador por voluntad, y la academia fue gracias al emperador... Y no todos tienen magia, solo algunos.

Emili: ¿Qué tipo de castigo les ponen si se revelan o si hacen cosas malas usando la magia?

Sebastián: Pues son desterrados o ejecutados, pero depende, porque el emperador es el que decide.

Emili: —ella se queda pensando, pero después piensa en buscar información sobre ello—. Bueno, sigamos.

Sin darle un respiro, lo ataqué con una estocada firme, él pudo parar mi estocada. Al luchar con Sebastián sentía una adrenalina que me daba energía, nuestra lucha fue como una danza de fuego, nuestras espadas chocaban sacando chispas, y se escuchaba el sonido de las espadas chocando: "clang", "ring", "siseo". Pero usar su estrategia y decidí tirarle tierra, así que dejé que me acorralara contra el suelo y cuando ya estaba cerca, tomé un puñal de tierra y se lo arrojé a la cara. Él se cubrió con su mano, entonces, aprovechando su momento de descuido, le agarré el brazo y con un movimiento rápido y hábil, puse su brazo en mi hombro, lo levanté en mi espalda y me incliné hacia un lado, haciéndolo caer de espalda hacia el suelo. Yo lo miré con una sonrisa triunfante, apuntando lo con la espada de madera. Me rei y lo ayudó a levantarse del suelo.

Sebastián: Esa estrategia fue impresionante, no pude reaccionar rápido.

Emili: —ella suelta una pequeña risita— Solo fue algo instintivo, (gracias, clases de defensa. Jajaja, me dio sus frutos).

Sebastián: Eso fue impresionante y doloroso.

Emili: Lo siento —ella le extendió la mano para terminar el combate, así como él le había enseñado.

Sebastián: —él le tomó la mano, estrechando la, y después la soltó— Parece que en esos 15 días aprendiste rápido.

Emili: Sí, bueno, es que suelo ser así, es la costumbre —ella recuerda algo que la pone triste, pero luego sonríe para disimular.

Sebastián se le quedó viendo y cuando le iba a decir algo, ella lo interrumpió y le dijo si entrenaban, pero esta vez cuerpo a cuerpo. Sebastián se negó. Emili trató de convencerlo y le dijo: "Sí sé defender, pero ya no he practicado... ¿Qué tal si un hombre me ataca? Debo estar preparada para cualquier cosa". Sebastián se quedó pensando por un momento, se encogió de hombros y accedió. Ella se alegró, saltando de emoción.

Al entrenar, los dos trataban de botarse uno al otro... cuando de repente Emili sintió una mano que le agarró el hombro. Se asustó, tirando un puñetazo, y casi le daba, pero todavía escuchó que Sebastián dijo en su mente: (el príncipe Frederick) y todavía pude desviar el puño al lado de la cara del desconocido.

Emili: Lo siento, pero no sabes que no se debe agarrar a alguien así.

Ella se quedó observándolo y se dio cuenta de que era ese hombre del callejón.

Emili: —ella lo señala con el dedo índice— tú acosador me seguiste.

Emili: —ella lo señala con el dedo— Tú me seguiste hasta aquí.

Príncipe Frederick: —le aparta la mano con la que lo señalaba Emili— No soy un acosador y no te perseguí. Me lo dices solo porque te dije que me haces familiar.

Emili: —ella frunce el ceño— Estoy harta de que me digan la palabra "te me haces familiar". Me molesta porque alguien que tal vez me guste dijo lo mismo. Y si tal vez soy parecida a esa persona.

Príncipe Frederick: —él te da una sonrisa burlona y se ríe— Bueno, está bien. Pero déjame decirte que no te estoy siguiendo.

Emili: —ella lo mira con sospecha— Entonces, ¿por qué me agarraste del brazo? Y dime, ¿cómo nos encontraste?

Sebastián: —él le agarra el hombro a Emili— Emili, tranquila. Él es el príncipe...

Príncipe Frederick: —él lo interrumpe— Déjala. Bueno, te agarré el brazo para preguntarte si tú y yo ya nos conocimos. Lo otro es porque quería ver los campos de entrenamiento y, de casualidad, encontré este lugar.

Emili: —(le creo lo segundo, pero lo primero que dice es mentira; lo escuché claramente) se dijo a sí misma— Ajá...

Príncipe Frederick: ¿Qué te parece si hacemos una apuesta tú y yo?

Emili: ¿Y yo qué ganaría con eso?

Príncipe Frederick: Bueno, si tú ganas, yo hago lo que tú quieras. Y si tú pierdes, tienes que hacerme un favor.

Emili: —ella analiza la propuesta. (bueno, si le gano, haré que me diga toda la verdad)— Está bien. ¿En qué apostaremos?

Príncipe Frederick: Con un duelo de espadas, ¿qué te parece?

Emili: Me parece bien. ¿Cuáles son las reglas?

Príncipe Frederick: Bueno, ten un pañuelo... El que le quite el pañuelo al otro gana. Y se permite cualquier cosa en el combate. ¿De acuerdo?

Emili: —ella agarra el pañuelo. (¿Qué favor quiere que haga? No lo entiendo. No confío en él)— Está bien, pero con una condición.

Príncipe Frederick: ¿Cuál es?

Emili: Que Sebastián sea el referí de este combate. Él dirá una regla.




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