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Carolina Navarro.
Valencia, España.
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Voy caminando por uno de los pasillos de la empresa Robles publicidad, donde me desempeño como la contadora administrativa desde hace seis años y tengo una buena reputación desde el primer día, a pesar de la cantidad de empleados que me han invitado a cenar o alguna salida fuera de trabajo, algo que rechazo rotundamente, de hecho, hasta varios socios de mis jefes me han hecho ese tipo de invitación personal, la cual también he rechazado con educación.
No es que me crea la mujer más bella del mundo o tenga el egocentrismo por las nubes, sino que no me interesa ningún tipo de interacción con hombres, a excepción de mi hijo Erick, el cual se convirtió en mi mundo desde el día que nació.
—Licenciada, es posible que esta semana venga el nuevo gerente encargado del área de promociones y, como usted conoce muy bien las funciones de esta empresa, le voy a encargar que le muestre la funcionalidad de cada departamento —pide el señor Muñiz, mi jefe.
—No se preocupe —aseguro, mostrando mi profesionalidad—. Le prometo que quedará satisfecho con mi instrucción.
—¡Estoy seguro! Eres una de mis mejores empleadas y por eso deseo darte un cargo más grande dentro de una de nuestras empresas, pero sigues rechazando la oferta —recuerda.
Quiere que me vaya a los Estados Unidos para manejar una de sus empresas ubicadas en ese país y un cambio tan grande es algo que hay que pensar muy bien, por eso no podía aceptar con tanta facilidad. Se necesita analizar bien todos los pro o los contras para dejar la vida que ya tengo.
—Ya conoce mi respuesta—digo.
—Comprendo y espero que algún día cambies de opinión— concluye.
Me levanto de la silla para dejar la oficina de presidencia y me muevo hacia la mía con toda la paciencia que me caracteriza, hasta que soy interceptada por una de mis amigas, Nora.
—¿Caro, qué te parece si esta noche nos vamos de fiesta? Hay una rumba buenísima en una discoteca de alta clase en el centro de la ciudad y habrá muchos hombres elegantes, muy bellos —informa.
—Sabes bien que no me interesa conocer a nadie y menos comenzar un romance nocturno, prefiero seguir como voy hasta ahora, siendo la solterona de siempre desde que me divorcié —rechazo su oferta.
Mi amiga voltea los ojos con molestia, y aun así, no dice nada. Ya me conoce perfectamente, sabe que después de mi relación fallida, no quiero tener nada con nadie que me perturbe la existencia.
Ojalá la gente comprendiera mis motivos, desde que era muy joven, fui novia del padre de mi hijo y me casé totalmente enamorada, tanto que lo ayude a progresar para vivir un mejor futuro, entre ambos nos compramos una casa, conseguimos buenos trabajos estables, ahorramos dinero en el banco a futuro, pero todo se derrumbó cuando descubrí que tenía una amante con la cual gastaba nuestro ahorro que tanto esfuerzo nos dio conseguir.
Mi mundo se vino abajo cuando supe que la había dejado embarazada, pues creía en los sentimientos que decía sentir por mí y el amor que me mostraba con hechos, pero de todos modos, presenté una solicitud de divorcio, lo dejé libre para que se fuera con ella.
Ha sido un padre ausente desde aquel momento triste, por lo que tuve que criar sola a mi pequeño hijo a partir de ese momento y, por suerte, lo hice muy bien, por eso trato de complacerlo en todo lo que pide, pues me duele que no tenga la parte paterna a su lado.
No creo en los hombres, todos son unos traidores.
—Amiga…
—No puedo acompañarte, tengo una cita con Erick cuando salga de aquí y sabes que no puede ser aplazada por tonterías—comunico.
—¿A dónde van?—pregunta.
—Quiere que lo lleve a un parque de diversiones donde se va a encontrar con algunos amigos de su escuela y, pues ya sabes, no me pude negar ante su insistencia, es mi debilidad —detallo.
—No me cabe duda de que es tu príncipe. — Se ríe.
Me encojo de hombros.
—Oye, ¿ya te dijeron que viene un nuevo gerente? Según me cuentan por ahí, es un partidazo guapote que hasta logra que suelten la baba —informa.
—Sabéis bien que un hombre guapo no me llena los ojos y que, en mi opinión, todos son unos infieles de porquería—declaro.
—¡Vamos! No deberías meter a todos en la misma canasta —sugiere.
Decido ignorar su comentario y, por lo que queda de la tarde, me dedico a mis funciones en el trabajo, hasta que, como siempre, a la hora de salida, me voy directo a casa. Desde que llego a mi destino, mi hijo me está esperando con una buena pinta para la salida que tenemos programada.
—Hola, amor.
—Hola, mamá—saluda.
—¡Qué chico más guapetón tengo! —exclamo, tocando su mejilla y hago que suelte una carcajada con suficiencia—. Utilicé muy bien mis genes.
—Gracias y por supuesto, tengo que ser guapo si me parezco a ti, madre —responde.
Erick es un niño tan halagador que encanta a las personas y lo demuestra cada vez que puede, siempre con palabras bonitas hacia su madrecita. Es un amor recíproco por completo.
—Veo que te encuentras listo —digo.
—Sí, faltas tú —aclara.
—¿No me veo bien así como estoy?—cuestiono.
—¡Claro que no! Debes ducharte y luego ponerte preciosa para la salida, con un atuendo bonito. Además de que debes retocar tu maquillaje, nunca debes andar sencilla para que vean que pareces modelo —sugiere.
—¿Tanto? Solo vamos a subir en las máquinas de diversión.
—De todos modos, ponte guapa y te espero —insiste.
No me queda de otra que subir a mi alcoba para cambiar la ropa que traigo puesta y luego le doy un retoque a mi maquillaje. Me pongo algo cómodo por la clase de sitio que vamos a visitar en unos minutos, entonces regreso a la sala para decirle que ya podemos partir.
Subimos en el auto para dirigirnos a la feria y veo de reojo que usa su teléfono, supongo que les está avisando a sus amigos que vamos de camino.