Me enamoré de un ¿medio coreano?

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¿Halagar a alguien en otro idioma puede salir tan horriblemente mal? Sí.


Es ridículo haber traído todas estas cosas a Corea: Snacks como para una semana, perfumes feos, ropa que ni siquiera me gusta, maquillaje ‹‹¡¿caducado?!››, calcetines disparejos, entre otras cosas que sé que no utilizaría jamás. En serio ¿quién traería estas cosas cuando pudo comprarlas aquí? Es ridículo, sí, pero algo dentro de mí decía que era necesario traerlos.

O solamente era mi modo tacaño que no quería deshacerse de nada.

Refunfuño sacando todas las cosas de mi maleta y esparciéndolas por todo el suelo de mi nueva habitación, en mi nueva casa, de este nuevo país. Sonrió mordiendo mi labio inferior para contener un grito de emoción al pensar que, por fin, pude mudarme al continente Asiático.

¿Pero a quién le importa cuánto pueda llegar a gritar? vivo sola así que... Este cuarto empieza a llenarse con el sonido de mis saltos y carcajadas, y déjenme decirles que mi risa no es una de las mejores risas, no es para nada delicadas o angelical. Al contrario, pareciera como si Maléfica y Thanos hubiesen tenido una hija, y esa hija sea yo justo en este momento.

Me siento en la orilla de mi cama, buscando sobre todo el desorden de ropa mi laptop. ¿Traje mi laptop? Me pregunto confundida al no encontrarla. Frunzo el entrecejo al mirar el suelo. Bueno, si tal vez no hubiera traído cosas inservibles, seguramente no esté tan sucio este lugar y pueda encontrar mi computadora más rápido...

Sonrío al levantar una de mis chaquetas y encontrar la laptop debajo de ella. Al encenderla, entro en YouTube y con toda velocidad empiezo a buscar música inspiradora. Este gran comienzo de vida necesita un ambiente alegre… con algunas canciones de K-pop.

Tomo una camisa rosa pastel con pequeñas perlas en la parte del cuello para doblarla mientras la canción Kill This Love de BlackPink empieza a sonar por un mini parlante que está sobre mi cómoda. Algo que mi tía siempre hacía cuando limpiábamos nuestra casa en Latinoamérica era poner cualquier tipo de música. Ya sea cumbia, cuarteto, reggaetón, etc. Aunque a veces me reía con ella por no saberme con total claridad las letras de las canciones, y eso era lo que menos importaba, ya que siempre eran muy movidas y te daba esa motivación vivaz para seguir haciendo los quehaceres, o estudiar, o trabajar... Bueno, para motivarte a hacer cualquier cosa.

Eso es algo que se me quedó pegado de ella. Pues también suelo hacerlo, eso de poner música para limpiar y acomodar es algo que quedó bien inculcado en mí.

Después de tener una pila de camisetas y pantalones bien dobladas sobre mi cama, me pongo de pie y comienzo a llevarlas hasta uno de los placares que traía la estadía. Hago el intento por acomodar todo... hasta que veo como las luces de mi habitación empiezan a titilar.

—¡Ay, no! —exclamo arrojando todas las prendas de ropa en el placar apurada, haciendo que algunas caigan al suelo nuevamente.

No pienso volver a acomodar nada cuando vuelva, eso va a ir directamente debajo de la cama.

Corro saliendo de mi cuarto hasta el comedor. Con la poca luz titilante puedo visualizar la mesa pequeña de madera, me acerco a pasos rápidos y tomo mi celular que está arriba de esta.

—Debe ser una broma —formulo entre dientes al ver que el porcentaje de la batería es muy bajo.

Las luces se apagan, haciéndome temblar del miedo. Je, sí, le tengo miedo a la oscuridad con 24 años ¿y? Se apiadarían de mí si llegasen a experimentarlo por su propia cuenta. O sea, lo que quiero decir es que no es tan bueno cuando se vive sola.

¿Y ahora que se supone que haga? Pues quedarme aquí y que, oh, casualidad, justo salga la llorona del baño para comerme no es una gran idea.

Así que al terminar de ponerme mis zapatos y un suéter un poco viejo con las manos temblorosas, tomo mi billetera, con la otra mano la linterna, y salgo hacia los pasillos del edificio. Cuando me paro enfrente del ascensor, empiezo a oprimir los botones para que las puertas se abran. Después de algunos segundos reacciono golpeando mi frente. Es obvio que las puertas no van a abrir ¡la luz se fue!

Me volteo con frustración para ir hacia donde están las escaleras de emergencia. El edificio no es tan alto, si mal no recuerdo son unos 8 pisos. Por suerte estoy en el cuarto piso, así que no es tan cansador bajar o subir. O sea, justo ahora estoy haciendo un baile de la alegría en mi mente por eso.

Al llegar a las escaleras, tomo la linterna y apunto a lo largo para poder ver por dónde voy pisando. Después de casi caerme unas tres veces e imaginar diferentes escenas terroríficas que podrían suceder mientras bajaba, salgo de ahí dando un salto a los últimos dos escalones de la escalera hasta el mini-vestíbulo.

Con la batería de mi celular al 20% busco el traductor ‹‹No me juzguen. Sé palabras en coreano. Lo normal, y lo normal es "Hola y adiós" ¿no?››  me acerco hasta el mostrador, donde se encuentra una señora de baja estatura iluminada por la luz amarillenta de las velas. Con algunas canas visibles y lentes redondos como los de Harry Potter me dedica una sonrisa de labios cerrados.

—Annyeonghaseyo (Hola) — saludo a la señora, que al parecer, no es la misma que me dio la llave de mi cuarto.

Hago una especie de reverencia con los brazos pegados a los costados de mi cuerpo, pues es lo que se hace aquí cuando saludas a alguien. Aunque la verdad no estoy muy segura, sólo lo he visto por novelas coreanas, también conocidas como los magníficos y quitadores de tiempo: Kdramas.

—Bich-e museun il-i il-eo nassneunji asibnikka? (¿Sabe qué pasó con la luz?) —pregunto lentamente con mi vista en el celular, leyendo desde el traductor. La verdad no sé si mi pronunciación sea la correcta, pero me conformo con que sea algo entendible.




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