Me enamoré entre dos correos (y un informe mal hecho)

capitulo 7 Aterrizaje en Territorio Nuevo”

El aroma a sábanas recién lavadas y café fuerte llenaba el pasillo del hotel mientras las primeras luces del día se filtraban por las ventanas. Luzia caminaba despacio hacia el comedor, consciente de que ese día la rutina no sería la misma.

En el salón principal, el murmullo de voces y el tintinear de tazas anticipaban la tensión que se cernía en el aire. Martín y el señor Ortega ya estaban allí, discutiendo en voz baja, sus palabras cargadas de urgencia.

Luzia apretó los puños por un instante. La calma era solo una ilusión antes de la tormenta.

El señor Ortega los miró con seriedad y, con un gesto firme, dijo:

—Bueno, vámonos a la junta. Allí se decidirá nuestro futuro.

Luzia y Martín intercambiaron una mirada, conscientes de la importancia de ese momento. Sin más, se dirigieron al salón donde todo estaba por definirse.

Llegaron al salón de juntas, donde la atmósfera era pesada. Las voces subían y bajaban en discusiones tensas, y la forma en que hablaban intimidaba a cualquiera que intentara intervenir. Justo cuando estaban a punto de tomar una decisión, se abrió la puerta y entró una chica hermosa: rubia, de ojos azules. Pidió disculpas por la interrupción y, afortunadamente, su llegada fue perfecta para aclarar el rumbo.

Más tarde, supe que aquella chica se llamaba Zoe y que era la representante de la presidenta de la empresa. Con una voz segura, dijo que dentro de algunos años ella tomaría el cargo, y que esperaba que yo le entregara el informe de ventas rápidamente.

Lo preparé, y mientras explicaba con voz temblorosa, algo en mí me dio confianza. Cuando terminé, ella sonrió y afirmó:

—Perfecto, creo que tenemos la respuesta.

Por un instante, sentí que mi mundo se derrumbaba, pero me recompuse cuando añadió:

—Estamos listos para una nueva era con nuestra empresa.Después de eso, todos nos despedimos. El señor Ortega me miró con una sonrisa y dijo:

—¿Les parece si hoy celebramos en algún restaurante?

Por un momento lo miré sorprendida, y Martín hizo lo mismo. El señor Ortega nos estaba invitando a cenar

Nos fuimos a un pequeño restaurante. Era elegante, y tanto Martín como yo estábamos bastante nerviosos, porque, la verdad, era la primera vez que salíamos con el señor Ortega fuera del trabajo.

Todo se relajó cuando él dijo con una sonrisa:

—Pidan todo lo que quieran, porque gracias a ustedes hemos logrado lo que ahora somos.

Después de eso, comenzó una conversación con Martín y conmigo. Dijo cosas que jamás habría imaginado escuchar de aquel jefe que siempre parecía tan gruñón. Habló de sus inicios, de lo difícil que fue levantar el la empresa, y también de lo orgulloso que estaba del equipo.

El tiempo pasó como un pañuelo en el viento, y cuando menos lo esperábamos, ya eran las doce.

El señor Ortega se despidió con una palmada en el hombro de Martín y una sonrisa cálida para mí.

Después, Martín y yo caminamos un poco. Terminamos sentados en un parque cercano. Aunque ya era tarde, la ciudad de noche tenía algo especial. Las luces, el silencio, el aire fresco...

Tal vez Martín tenía razón: la noche sí era mágica. luego de eso martin se despidio con una sonrisa

Me quedé un buen rato en aquel parque, disfrutando del silencio de la noche y de la calma que rara vez se sentía en medio de nuestras agitadas rutinas. Finalmente, cuando el cansancio me ganó, regresé al hotel y subí directamente a mi habitación. Dormí profundamente.

A la mañana siguiente, aún con algo de sueño, fui a la oficina del señor Ortega. Desde el pasillo ya se oían voces elevadas. Me detuve un momento, pensando que quizás estaba hablando con alguien de Atelierring, pero no. Al asomarme con discreción, me di cuenta de que solo se trataba de asuntos internos… más específicamente, caprichos de la odiosa de Tania.

Suspiré. Otra vez ella.

El señor Ortega me vio desde su escritorio y, a pesar del caos de la conversación anterior, me recibió con una sonrisa.

—Qué bueno que llegaste, Luzia. Justo te estaba buscando. Necesito que una empleada vaya a la sede de Atelierring. Quieren ver cómo nos movemos en el área de ventas, cómo trabajamos en el terreno. Y tú eres la indicada.

Me quedé un poco sorprendida, pero asentí con respeto.

—¿Yo? Claro… con gusto, señor.

—Ah, y me olvidaba decirte —añadió mientras volvía a revisar unos papeles—: Martín también va. Es muy bueno en lo suyo, y será útil allá. Además, nos vamos a quedar dos semanas más. Hay más cosas que cerrar, reuniones, presentaciones...

Me limité a sonreír, algo nerviosa, pero también emocionada. El viaje sonaba importante, y el hecho de ir con Martín no pasaba desapercibido.

—Cuando lleguen, demuestren lo que tienen. Le dices eso a Martín cuando lo veas. Ahora sí, sin más que decir… vayan, yo tengo que seguir con todo esto —concluyó, volviendo al ritmo de su trabajo.

Esperé un rato, y por fin llegó Martín. Apenas lo vi, me acerqué y le conté lo que el señor Ortega me había dicho. Escuchó con atención, y sin perder tiempo, nos preparamos para salir rumbo a la empresa Atelierring.

Durante el camino, mi corazón latía con fuerza. No podía evitar pensar en todo lo que podía salir mal. ¿Y si me equivocaba? ¿Y si no estaba a la altura? La verdad, a veces yo misma me desesperaba con mis inseguridades… pero bueno, todo era por el trabajo, ¿no?

Respiré hondo. Estaba decidida a dar lo mejor de mí.

Aunque a veces sentía que hacía el ridículo, entramos los dos sin decir ni una palabra. El silencio entre nosotros hablaba más de nervios que de confianza.

Al llegar, nos recibió Zoe, la chica de la junta. Estaba igual de impecable que la última vez, segura de sí misma, con esa elegancia que parecía natural en ella.

Se acercó primero a Martín, lo saludó con una sonrisa profesional, y luego nos dirigió la palabra a ambos:

—Bienvenidos. Me alegra que hayan llegado a tiempo. Tenemos mucho por hacer.



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En el texto hay: amor, oficina, amor drama humor

Editado: 20.08.2025

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