Me Quedo Contigo

Capítulo 7

Adaptarme al tiempo y a la situación fue complejo, era como una tormenta que parecía no parar, pero que poco a poco fue haciéndolo hasta parar por completo, saliendo un sol de tranquilidad. Fue difícil, lloré, cuestioné, sufrí y, cuando creía que ya no dolía, que estaba bien, que había superado todo, volvía a caer en la tristeza y melancolía. Sin embargo, poco a poco dejé cuestionar, dejé de llorar, la tristeza se fue yendo y me acostumbré a esa ausencia. Aunque lo recuerdo, ya no lloro por Kean.

Fue largo el camino, pero esa parte mía que estaba perdida encontró esa paz que tanto necesitaba. Hoy en día puedo mirar al cielo y disfrutar de la bella vista que este me ofrece, recordando con una sonrisa que el amor de mi alma está ahí, viviéndome vivir, sonreír, ser feliz y esperando nuestro encuentro.

Ato la pequeña carta con la cuerda del globo y la suelto, viendo cómo se aleja por el cielo. Cada cierto tiempo, le escribo una carta a Kean donde le cuento cómo va mi vida. Después de escribir, compro un globo de helio, siendo este pequeño objeto lleno de aire el cartero.

Tomo con mis dedos la pequeña esfera que siempre me acompaña, y miro el globo con mi carta hablando al viento: —Ya encontré la paz que buscaba. Ya estoy lista para regresar a casa, Kean.

Con una sonrisa miro al frente y comienzo a caminar por esta bella colina cuyo paisaje es hermoso, el cual no volveré a ver, pero siempre recordaré.

Han pasado más de cinco años desde que me fui de aquel lugar, donde se crearon los recuerdos que más atesoro, pero que en pocas horas volveré a estar, junto a las personas que me aman y yo amo.

 

Toco el timbre, esperando ansiosa a que abran la puerta. No le avisé a nadie de mi regreso y estoy segura de que se sorprenderán mucho al verme, ya que cuando me gradué esperaban que regresara, pero no estaba lista y dije que me quedaría un par de años más, que resultó ser solo un año.

—¡Miley! — Mi madre me pega a su cuerpo con un abrazo. — Hija, ¿qué haces aquí?

—He regresado a casa, mamá —me mira sonriente.

—¿Por qué no nos dijiste nada de tu regreso? Hubiéramos ido por ti.

—Pero ya no sería sorpresa. —Limpio la suciedad imaginaria de su mejilla—.  Te ves más guapa que hace un año. No me digas que te pusiste bótox, mamá —llevo mi mano a la boca con sorpresa.

—¡Claro que no!

—Solo bromeaba. Siempre te ves bella, aunque hoy radiante.

—¿Cómo no voy a estar radiante si mi hija está de regreso?

—¿Miley? ¡Mily! — Papá se acerca a mí y me abraza, levantando mi cuerpo.

—¡Hija, volviste! — Lo abrazo.

—Volví, papá —Cierro mis ojos curvando mis labios en una sonrisa.

Mis pies vuelven a tocar el suelo, sintiendo de inmediato cómo mi madre se une al abrazo. Estar lejos me ayudó mucho para encontrar paz, pero tengo que admitir que extrañé a mi amada familia.

 

Observo el reloj de pared, por la hora que me dijo mi madre, falta poco para que mis hermanos lleguen de sus respectivos trabajos. Observo la comida que he preparado con mi madre, es un día especial, por lo que hay muchas cosas deliciosas pero balanceadas.

—Todavía no me acostumbro a esto —escucho la voz de Jaris.

—Ve a esconderte, mi amor.

Corro a esconderme en la cocina.

Hasta ahora, las únicas personas que saben de mi regreso son mis padres. No he querido que le comunique a nadie más de mi regreso, pienso hacerlo pasado mañana. Considero que hoy debo estar solo con mi familia, mañana en la mañana con Kean y en la tarde con las personas que quiero mucho y son muy valiosas en mi vida.

—¿Qué celebramos hoy día, mamá? — Cuestiona Jaris.

—¿Adivina? —Asomo discretamente mi cabeza.

—¿Mi cumpleaños?

—¡Por Dios Jaris! ¿No sabes tu fecha de nacimiento? — A pesar de los años, Jalil no deja de regañar a su mellizo.

—¡Cierto! Nacimos el mismo día —escucho la carcajada de papá.

—Siempre paso coraje contigo —se sienta junto a mi padre—. Por cierto, ¿por qué hay cinco platos en la mesa?

—Jalil tiene razón… —Con sus dedos índice y pulgar agarra su barbilla pensativo—. ¿Tenemos visitas?

Mis padres se miran con complicidad.

—¿Acaso? —Me escondo con rapidez.

—¿Qué descubriste, Jalil?

—¡Así es! —Exclama mi madre y salgo de mi escondite, sonriendo ampliamente al ver la cara de Jaris.

—Miley…

Jalil se da la vuelta y enseguida viene a mí, abrazándome con fuerza.

—Has vuelto a casa —acaricia mi cabello—. Estás de regreso, Mily.

—¡Miley! — Me abraza Jaris con fuerza.

—Me están ahogando. —Escucho la risa de mis padres y ellos me sueltan, sintiendo cómo el aire regresa a mis pulmones—. Al parecer han ido mucho al gimnasio. Muy bien hermanitos.




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