Me Quedo Contigo

Capítulo 9

—Mily, Sam…

Lentamente corto el abrazo con Sam y deslizo mi mirada hacia mi hermano.

—Dime, Jalil.

—Es que, como no bajaban, me mandaron a verlos.

—Ya bajamos —dice Sam.

—Okey… No tarden tanto —pide y sale de inmediato de la habitación.

—Dime que te diste cuenta.

—No… ¿De qué debí haberme dado cuenta?

—Noto algo raro en mi hermano —toma mi mano. Lo miro enseguida—. ¿No lo notaste?

—No… Yo vi a Jalil igual que siempre —sonríe.

—Tal vez yo malinterpreté su actitud —miro nuestras manos juntas—. ¿Te acuerdas cuando éramos niños? Odiaba tomar mi mano cuando teníamos que bailar en la primaria.

—Ya no soy un niño —se acerca peligrosamente a mi rostro—. Dejé de ser un niño hace muchos años… Ya soy un hombre, Miley.

—Lo sé —sonríe—. Está claro de que ya eres un hombre —con mi dedo le doy un suave toque en su frente.

—Qué bueno que lo veas —aleja su rostro—. Vamos, después nos van a regañar.

—Está bien —separo nuestras manos.

—Miley…

—Dime, Sam.

—Quiero… No, nada. Vamos al comedor.

—Bueno.

Procedemos a salir de la habitación, caminando uno al lado del otro, dirigiéndonos hacia el comedor.

Al llegar al comedor, todas las miradas están sobre nosotros, pero la que más me intriga es la de Dan; es como si se estuviera conteniendo.

—Chicos, tomen asiento —pide la señora Gladys con una sonrisa.

Tanto Sam como yo tomamos asiento.

El peso de cierta mirada me obliga a fingir demencia. La verdad es que no sé cómo sostenerle la mirada a Dan sin sentir esas oleadas en mi estómago.

 

A pesar de esa tensión que yo sentí, disfruté mucho de esta cena con mi familia, la familia de Kean y Dan. Estar reunida con ellos me hizo ver que, a pesar del dolor y las dificultades, vale la pena vivir para ver la sonrisa y la felicidad de las personas que amamos.

—Miley —giro sobre mis talones.

—Dime, Sam.

—Yo… Mañana me tengo que ir a la capital… Regreso este fin de semana… ¿Quieres ir al cine conmigo el sábado?

Sonrío con malicia.

—Si vamos a ver una película de terror, acepto.

—Terror… Si es lo que quieres, está bien.

Le doy un toquecito en su frente.

—Solo bromeaba, pero me has dejado sorprendida. Al parecer ya no eres un miedoso.

—Me siguen sin gustar las películas de terror.

—¿Aun así ibas a ver?

—Mientras tenga tu compañía podría soportarlo… Vale la pena intentarlo, Miley.

Le doy una sonrisa.

—Vale la pena, Sam… Te deseo un buen viaje. Por cierto, tienes que ir por mí a casa.

—Claro…

—Miley, ¿podemos hablar? —Ladeo mi rostro.

—Sí, Dan.

Miro a Sam.

—Te espero el sábado, Sam.

—Nos vemos el sábado —me da un toquecito en la frente—, Miley.

Con una sonrisa ingresa a la casa de sus padres.

—¿Tienen una cita? — Ladeo mi rostro de inmediato.

—Solo vamos al cine.

—Uh… Mañana… ¿Estarás ocupada mañana?

—No lo sé… ¿Por qué? —No puedo sostenerle la mirada.

—Quiero llevarte a un lugar, estoy seguro de que te gustará mucho.

Honestamente, no sé qué respuesta darle.

—Si no te sientes cómoda…

—¡No, no es eso!

¿Cómo le digo que la forma en la que me mira me pone nerviosa?

—¿Entonces?

—Es raro… No puedo explicártelo —acorta la distancia entre los dos—. Dan…

—¿Por qué es raro? —Los latidos de mi corazón—. Durante toda la cena me estuviste evitando.

—Eh… Dan… No… No —bajo la mirada.

No tengo el valor para mentirle.

—¿Te cuesta tanto verme a los ojos? —Agarra mi barbilla, viendo cómo soy el centro de atención de esos dos orbes negros—. No quiero obligarte a nada. Solo tienes que ser sincera.

—No me estás obligando a nada. Estar cerca de ti no se siente como una obligación. Solo que es raro… No me acostumbro a este Dan que se preocupa por mí, que me mira de una forma diferente.

Antes de la muerte de Kean nos llevábamos bien, pero no éramos tan cercanos. Dan siempre mantenía su distancia, no me miraba ni me hablaba como lo hace desde que él murió.




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