Me Vale Madre La Voluntad de Dios

XXXII.5 ¡CUÍDESE MUCHO, HERMANA!

XXXII.5 ¡CUÍDESE MUCHO, HERMANA!

Era cierto. La madre estaba fría como una piedra. Tuve miedo que estuviera enferma y le hice espacio para que se acomodara conmigo en la pequeña cama.

—Gracias, hermana, deja que me acerque un poco a ti…

Extendió sus brazos, pasó uno por debajo de mi cuello y el otro lo pasó sobre mi pecho. Nuestros pies se entrelazaban, yo los frotaba con los míos tratando de calentarlos. Ella se apretujaba más y me decía:

—Estoy helada. Tengo miedo de tocarte y enfermarte.

—No se preocupe, madre. Lo importante es que usted deje de temblar de frío.

—Es este camisón helado que me impide entrar en calor, permíteme…

La madre Loreto se incorporó en la cama, levantó su camisón, se volvió a recostar a mi lado y me abrazó con más fuerza, pero seguía temblando de frío:

—Levanta tu camisón para sentir el calor de tu cuerpo y que se me quite este frío —me susurró al oído. Su aliento alcohólico me hizo sentir incómoda.

—No, madre —le respondí— no es correcto.

—¿Es que no me quieres, hermana? —me preguntó, con un tono de tristeza:

—Claro que la quiero, madre. Usted siempre tiene muestras de bondad conmigo.

—No me quieres, chiquita. Si me quisieras no me harías sufrir.

—No es cierto, madre, yo la quiero mucho y su compañía me hace feliz…

La madre Loreto me interrumpió al preguntarme…

—Y entonces… ¿Por qué prefieres a otras hermanas? ¿Por qué te gusta estar con los jardineros?

Yo sentí aumentar mi incomodidad por su cercanía, por su abrazo, por sus manos que no estaban quietas y se movían sobre mi cuerpo, pero aun así no me atreví a ofenderla con mi rechazo. No quería que creyera que era una mal pensada.

—Yo la quiero, madre. ¿Qué debo hacer para demostrárselo? —le pregunté.

Una de sus manos sostuvo mi cabeza por la nuca. Sus labios se posaron en mi cuello y empezaron a besarlo. Sentí una náusea en el estómago. Su otra mano bajó por mi vientre y se detuvo en medio de mis piernas. La náusea subió por mi esófago y me hizo levantar de la cama. Miré a la hermana Loreto. Estaba desnuda, con el camisón enrollado sobre sus hombros. Vi su pelo de soldado, su cara de hombre, sus pechos y caderas de mujer, y su… La náusea llegó hasta la garganta y el vómito hizo que me arqueara hacia el piso.

Al incorporarme vi a la madre Loreto frente a mí, con su camisón bien acomodado. Vi preocupación en su mirada. Hizo el intento de acercarse, pero se detuvo en seco al ver la repulsión en mis ojos. Su mirada cambió de la preocupación al odio en un instante.

En la puerta se oyó la voz de la hermana Martha Magdalena, quien preguntó:

—¿Qué pasa aquí?

En la oscuridad no pudo apreciar el sobresalto de la madre Loreto, quien de inmediato recuperó el control y le respondió mirándome a los ojos:

—Parece que la hermana Cayetana también se enfermó. Tenía pesadillas y está vomitando, madre.

En los ojos de la madre Loreto vi una amenaza. Vi su verdadera naturaleza y no quise tenerla de enemiga.

La madre Martha pareció dudar, y preguntó:

—¿Está todo bien, hermana Cayetana?

—No, madre —le respondo—. Me siento muy enferma. Tengo asco, mucho asco —no le mentí. Ésa era la verdad.

La madre Martha se acercó a mí, me pasó el brazo por los hombros y me dijo:

—Vamos a la cocina. Le prepararé un té de manzanilla con laurel y anís. Se sentirá mejor, hermana.

Pasamos a un lado de la madre Loreto. Ella me tomó brevemente del brazo y me dijo:

—¡Cuídese mucho, hermana!

Yo supe que no era una recomendación. Era una advertencia.

El asiento incómodo me volvió a la realidad. Dejé de mirar la ventanilla descompuesta del vagón y con eso dejé de pensar en la madre Loreto. También dejé de pensar en mi familia porque sabía que no la tenía. La familia no existe por sí sola, eso es sólo el parentesco, la familia es algo que sólo existe cuando las personas se aman y quieren estar unidas. Si mi mamá y mis hermanas no quisieron que formara parte de sus familias, sería muy tonta al considerarme parte de ellas. Creo que me dolía más el no volver a ver a mis abuelos y a mis tíos, que el no volver a ver a mamá y a mis hermanas.




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