Mi nombre es Megan. Mamá me dio ese nombre porque significa "fuerza". Ella dice que fue difícil traerme al mundo, porque todo indicaba que yo no sobreviviría; pero en contra de todo pronóstico, viví hasta convertirme en una bebé fuerte y sana. Ahora ya tengo 8 años.
En este momento estoy en casa con mi niñera Luisa. Ella es muy linda conmigo. Adoro las palomitas que me prepara, para ver Mulán, mi película favorita. Mis papás están celebrando, algo que llaman aniversario. Lloré para que me llevaran con ellos, de nada sirvió mi esfuerzo, solo pude lograr que papá prometiera traerme una muñeca de Mulán, como compensación por no llevarme con ellos. Me gusta estar con Luisa; pero prefiero estar con mis papás.
Mientras veo mi película y saboreo cada palomita, como si fuese el mejor sabor del mundo. De pronto escucho unas sirenas acercarse. El sonido es ensordecedor. Naturalmente me asomo a través de la ventana, para curiosear el sonido. Son policías y están frente a mi casa. Luisa sale a abrirles, me voy detrás de ella y escondo detrás de sus piernas. Lo siguiente que escucho es algo que no puedo entender bien.
Oficial -Lamento informarle, que el señor y la señora Jones tuvieron un accidente y ninguno sobrevivió.
- ¡No puede ser!. -Luisa se tapa la boca por el asombro.
Los policías me ven con esa mirada que estaría acostumbrada a recibir durante mucho tiempo, esa miraba fría y vacía, llena de falso pesar; porque es solo eso, un vano y fugaz sentimiento. Aunque te vean de esa forma, eso no cambia nada. "Pobrecita niña", "mírala, se quedó huérfana" eso es todo lo que dicen; pero nadie hace nada por mí.
Me entregan la muñeca de Mulán. No sé bien que está pasando; pero rompo a llorar, solo quiero a mis papás.
-No debí pedir nada, es mi culpa. -Luisa me abraza con fuerza y es lo que sería la última muestra de cariño que me darían, durante mucho, mucho tiempo...