Melissa

La Casa

Había pasado ya un tiempo desde que Melissa ingresó al hospital psiquiátrico para recuperarse de su trauma.

Al parecer la terapia que recibió fue efectiva y su mejoría era notable.

Inmediatamente fue dada de alta y ya era capaz de reintegrarse a su vida normal, pero sin esperar mucho, el médico encargado de su tratamiento le comunicó una dura noticia.

Sus padres habían fallecido hace pocos días y la policía investigaba los hechos, ya que no estaba esclarecida la causa de sus muertes.

El dolor que sintió fue demasiado, y hasta los médicos pensaban que tal vez tendría una recaída, pero algo sucedió en aquel hospital durante su estancia. Esto la hizo tener otra actitud frente a ese tipo de situaciones. Ya no se mostraba superada por la ansiedad ni mucho menos desesperada, sino todo lo contrario.

Solicitó ver sus cuerpos para despedirse de ellos y también pidió ir a su casa una vez más.

Al ser aún menor de edad, no podía mantenerse por sí sola y tampoco contaba con familiares cercanos, por lo que fue enviada a un hogar de acogida, donde la dueña de casa se haría cargo de ella hasta la mayoría de edad y hasta que finalice sus estudios.

La casa es algo vieja y descuidada, al parecer no recibía mucha ayuda del gobierno o de alguna ONG, pero se podía mantener y brindar un hogar para niños que han quedado huérfanos.

La encargada se llamaba Fermina, de unos 65 años de edad y en ese momento estaba al cargo de tres adolescentes de entre 15 y 17, de nombres Pedro, Juliana y Christian y de una niña llamada Susan de 10 años aproximadamente.

Todos ellos estaban allí por alguna razón y ciertos eventos desafortunados que los llevaron a tal situación.

Hay dos habitaciones vacías listas para recibir a sus nuevos integrantes de esta familia adoptiva.

Una adolescente que acababa de salir de un hospital psiquiátrico luego de perder a sus padres y un niño de 11 años que llegaría a los 4 días posteriores por una situación similar.  

Melissa llegaba con buenas expectativas, se acomodó en su habitación y trató de encajar rápidamente en el lugar.

Doña Fermina era muy estricta al igual que sus reglas de convivencias. Debía respetarse la hora de comer, bañarse y dormir. Tampoco estaba permitido merodear la casa por las noches ni hacer ruido pasada las 22 hs y las luces debían apagarse a cierto horario también.

A los pocos días, como estaba previsto llegó Joan. Él era un poco temeroso y estaba triste también porque no le dejaron ver a sus padres y hermana antes de sus entierros. Tampoco le dijeron exactamente de que murieron, solo le informaron en su anterior instituto sobre la situación actual y que ya no podía seguir estando en aquel lugar por falta de recursos y sería llevado a un hogar de acogida, aprovechando el receso escolar.

El traslado se realizó después de las 8 de la noche, hacía frio y estaba lloviendo. Cuando el taxi paró frente a la casa, el niño le preguntó al conductor si era la dirección correcta, pero el hombre sin mucho interés y con poca visibilidad causada por la lluvia para comprobarlo, le dijo que esa era la dirección que le habían indicado en el instituto y donde debía dejarlo, así que luego de cumplir con su trabajo y sin esperar mucho, dejó al muchacho y se marchó.

La entrada a la casa era oscura y descuidada, la hierba estaba algo crecida y no había casas cercanas a los alrededores, además de que había un extraño olor.

Joan no tuvo otra opción más que llamar para ser atendido.

Era preocupante para él, no ver a ningún responsable de la casa esperándolo, teniendo en cuenta que solo era un niño de 11 años.

Como nadie salía a recibirlo, optó por sujetar la manilla de la puerta para entrar a la casa. Fue muy fácil abrirla, por lo que pensó que la dejaron así para él dándole mayor tranquilidad.

Al entrar notó como estaba todo oscuro, el piso de madera crujía, parecía muy antiguo. Al ver que no había nadie, no estaba muy seguro si cerrar o no la puerta.

Fijando bien su mirada hacia un lado de la casa, notó una figura como de persona y al parecer venía lentamente hacia él, era obvio que estaba asustado, pero quería creer que se trataba de la dueña de casa, así que dijo con algo de temor…

 

-¿Hola?-

Sin responderle, la figura sombría aceleró el paso hacia él. Joan solo comenzó a temblar sin poder moverse, la puerta se cerró con fuerza y se escuchó un zumbido como si fuera un furioso viento.

Pero en ese aterrador momento, alguien más respondió su saludo…

 

¡Hola! Tú debes ser Joan ¿verdad?...

 

El niño sin entender nada, miró rápidamente hacia su derecha y en las escaleras estaba una chica que lo miraba sonriendo y con la mano levantada para saludarlo.

Luego de verla regresó su mirada hacia donde estaba aquella sombra, notando que se alejaba hacia un pasillo oscuro de la casa.

 

- ¿Qué sucede?, ¡Ah! seguro debes tener frío, ven acompáñame te mostraré cuál es tu habitación –

Joan seguía algo asustado, pero por alguna razón estar al lado de aquella chica, le daba paz y seguridad. Así que le preguntó su nombre y ella le respondió…

- Es cierto, no nos hemos presentado, mi nombre es Melissa, mucho gusto –



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En el texto hay: demonios, miedo terror y suspenso

Editado: 17.12.2020

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