Melissa embarazada por contrato

6. La pastelería de Javier

Melissa se despertó por la mañana y vio que la cama a su lado estaba vacía, Javier se había ido y no se despidió de ella. 

— Baja, el desayuno se encuentra en la mesa. — Escuchó a su madre y Melissa la miró a través de la puerta encajada. — Hoy tienes que ir a la casa de los padres de Javier, ¿no? 

— Sí. — Dijo Melissa, observando que su madre se fue después. 

Melissa disfrutó con calma del desayuno que su madre le había preparado, iba mudarse con Javier y se quedó pensando en cómo iba a comunicárselo a sus padres y en cómo se tomarían ellos esa noticias. 

— ¿Saldrás hoy también? — Le preguntó su hermana cuando entró al salón comedor cargada con varias carpetas. 

— Sí, tengo el almuerzo con los padres de Javier. — Le contestó Melissa. — Lo más seguro es que me quede a dormir con él. 

Juana atacó el plato de Melissa, tomando de él un trozo de manzana hervida con azúcar y canela. 

— Si te quedas no regreses de madrugada. No hagas que nos preocupemos. Las calles no son seguras. — Le habló Juana, llevándose luego el trozo de manzana a la boca. — Y menos por estos caminos desolados. 

— No regresaré de madrugada. — Masculló Melissa. — ¿Te preocupa algo más? 

De todas maneras se iría a vivir con Javier, que importaba si sus trabajadores la veían salir de allí por la mañana. 

— Sé que habéis firmado un contrato para la crianza del bebé que, aunque me resulte difícil de creer, es tu mayor deseo... En verdad me sorprende bastante que esa sea tu máxima aspiración ahora en la vida, cuando tu sueño siempre fue ser una reconocida actriz. 

— Habla ya de una vez y no des tantas vueltas. Me pones loca. — Melissa interrumpió a su hermana Juana en sus divagaciones. 

Juana dejó las carpetas en la mesa y apartando una de las sillas, se sentó al lado de su hermana pequeña. 

— Javier es la clase de hombre que podría aguantar tu comportamiento caprichoso y desalmado de ex actriz. — Le dijo Juana sonriendo. — Te aconsejo pensar seriamente en la posibilidad de tener una relación romántica con él, no solamente una relación de padres. 

Melissa se contuvo para no agarrar una de esas carpetas y golpear con ella a su hermana, lo único que había escuchado fue la frase “aguantar tu comportamiento caprichoso y desalmado de ex actriz“.

— Te odio. — Le dijo Melissa y su hermana se levantó tomando las carpetas de la mesa. 

— Yo también te amo. — Sonrió Juana y caminó hasta la entrada de la casa familiar, cuando se acordó de algo y se detuvo mirando hacia atrás. — Ah, una cosa más, el director Santi te llamará en unos días, así que no seas estúpida y contesta la llamada. 

Melissa prefirió hacer como la que no la había escuchado, pero Juana, que la conocía bien, sabía que sí lo había hecho y por el cariño que le tenía al director Santi respondería su llamada. Juana solo quería que su hermana, quien había tenido problemas a la hora de encontrar su camino en la vida tras dejar la actuación por miedo y bloqueos a la hora de actuar, decidiera darse una nueva oportunidad y no se conformara con ser solamente la mamá de alguien. 

Melissa cerró la puerta de su coche, mirando luego para la pastelería de Javier, así mismo se llamaba, Pastelería de Javier. 

Aunque era cerca del mediodía la pastelería se encontraba llena de personas comprando pan o dulces caseros hechos por el mismo pastelero Javier, con la ayuda de sus dos ayudantes de cocina. 

Melissa caminó hacia dentro del local mirando a las personas comprando, uno mismo podía elegir y coger los dulces o los panes que quisiera y meterlos en bolsitas de papel o cajas en el caso de los dulces.

Melissa se decidió por una caja mediana y con la ayuda de unas pinzas fue cogiendo los pasteles que quería llevar a la casa de los padres de Javier, cada uno de los pasteles que escogió eran distintos, no conocía a la familia Pérez y no sabía sobre sus gustos, así que escoger uno de cada hasta que la cajita estuviera repleta era lo más adecuado, según Melissa. 

— Son cien euros. — Le dijo la dependienta, que cerró la cajita y la selló con una pegatina con el emblema de la tienda, un triángulo con unos pasteles y el nombre del establecimiento debajo.

— ¿Has dicho cien euros… ? — Preguntó Melissa y la dependienta asintió. — Es la última vez que compro aquí. 

Melissa sacó su cartera de su mochila para pagar los cien euros que costaban los diez pasteles que llevaría a la casa de los padres de Javier. 

— No será necesario. — Dijo Javier, que se paró junto a Melissa justo cuando ella estaba dándole su tarjeta de crédito a la dependienta. 

— ¡Señor Javier! — La dependienta se quedó con la mano extendida, ya que Javier interceptó la tarjeta. 

— Puedo pagar unos pasteles para tu familia. — Habló Melissa. 

— Mi familia está cansada de mis pasteles. — Contestó Javier, cogiendo del mostrador la cajita con los pasteles y agarrando una mano de Melissa para llevarla con él fuera de la tienda. 

La dependienta se quedó desconcertada por no saber que acababa de ocurrir. 

 — Para. — Dijo Melissa, una vez fuera de la pastelería. 

Javier soltó su mano y se disculpó por haber reaccionado así, se la llevó de la tienda sin ningún reparo. 

— Pero no era necesario que compraras en mi pastelería. 

— Dame mi tarjeta. — Melissa le extendió la mano, pero se dio cuenta de que los clientes que había en la tienda los estaba mirando, bueno, lo estaban mirando a él. — Será mejor que entres y calmes a tus clientes. Yo estaré esperando en mi coche. — Le dijo Melissa y le quitó de la mano la caja de los dulces. 

Javier miró hacia la tienda y vio a los clientes pendiente de él. Sonrió por cortesía. 

Melissa subió en su coche y dejó la cajita de los pasteles en el asiento de atrás, luego se acomodó en el asiento del acompañante. Melissa no conocía muy bien la dirección de los padres de Javier, ya que solamente estuvo allí en una ocasión y ese día fue Javier el que conducía. 




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