La cafetería del cuarto piso estaba menos llena de lo que Leo recordaba. Tal vez porque era jueves, o tal vez porque la lluvia ligera que comenzaba a caer había espantado a muchos. En una mesa junto a la ventana, Leo descansaba con una taza de café entre las manos, esperando.
"12:03 p. m."
—¿Llego tarde? —La voz de Akira lo sacó de su ensimismamiento.
—Por tres minutos. Estaba a punto de escribirte una sinfonía de despedida —bromeó Leo.
—¡Oh no! ¿En tono menor, al menos?
—Obvio. Trágica, con final devastador.
Akira rió, sentándose frente a él con una bandeja en la que apenas había un té verde y un pequeño panecillo de arroz. Leo lo miró con una ceja alzada.
—¿Eso es todo lo que vas a comer?
—No me da hambre antes de clases de armonía. El profe Nakamura me pone nervioso.
—A mí me daría hambre por el estrés —respondió Leo, dándole un sorbo a su café—. Aunque con esa clase sí entiendo el miedo.
—¿Y tú? ¿Tienes clase después?
—No. Hoy solo tuve ensayo con mi grupo. Un desastre.
—¿Qué pasó?
Leo apoyó el codo sobre la mesa y se frotó la frente.
—Nuestro bajista se olvidó los acordes de dos canciones. El baterista llegó con resaca. Y yo… bueno, yo estoy medio bloqueado.
Akira lo miró con interés.
—¿Bloqueado? ¿En qué sentido?
—No sé. Antes sentía la música diferente. Como si fluyera sola. Ahora tengo que pensar cada nota. Todo suena… forzado.
Akira bajó la mirada un momento, reflexivo.
—A mí me pasa lo mismo cuando compongo. Es como si tuviera demasiadas ideas peleando entre sí y ninguna se impusiera.
—Exactamente eso.
Se miraron por unos segundos. Algo en la forma en que se entendían tan rápido los incomodó y los tranquilizó al mismo tiempo. Como si hablaran el mismo idioma sin necesidad de traducción.
—¿Sabes qué podríamos hacer? —sugirió Akira—. Juntarnos a tocar. Improvisar. Tal vez eso desbloquea algo.
Leo lo miró con sorpresa.
—¿Tocar juntos? ¿Tú al piano y yo a la guitarra?
—¿Por qué no? Nunca he trabajado con un guitarrista, pero creo que podríamos encontrar algo… interesante.
—¿Tienes tiempo esta semana?
—¿Qué tal hoy a las cinco? Hay un aula libre en el tercer piso. Tienen piano vertical y buen aislamiento acústico.
Leo dudó un instante, pero algo dentro de él —una chispa, tal vez una nota— le dijo que aceptara.
—Está bien. A las cinco entonces.
Akira sonrió, esta vez más confiado.
—Perfecto. Te prometo que si suena horrible, yo invito el café la próxima vez.
Leo le devolvió la sonrisa.
—Hecho. Pero prepárate, soy competitivo.
—Entonces, será una batalla de acordes.
Ambos rieron. Y sin saberlo del todo, comenzaron a escribir la primera página de una partitura que cambiaría todo.
Más adelante veremos el como aquí la tensión musical y emocional empieza a crecer, y se deja entrever que ambos llevan más peso del que muestran, se enfrentarán a situaciones duras, ¿Cree que nuestros protagonistas puedan sobrellevar tales situaciones?