May
Respirar… dolía.
Nuevamente me encontraba en mi cama viendo al techo, tenía el corazón tan roto que ni siquiera quería que otro me tocara. Solo quería los brazos de Mario.
Era tanta mi desesperación por tenerlo conmigo de nuevo, que volteo hacia un lado y abrazo a la almohada, aún podía sentir su aroma.
Tal vez debería lavar las sábanas.
Nunca me había importado realmente acostarme una temporada con alguien, eran mis relaciones más frecuentes, a decir verdad. Pero con Mario todo fue diferente, lamentablemente. No me di cuenta en qué momento comencé a verlo con otros ojos, no me di cuenta en qué momento comencé a extrañar su presencia, en qué momento su mirada sobre mí me hacía tan feliz, ni mucho menos cuando comencé a desearlo solo para mí.
Sé que también soy culpable, que le insistí en que no sentía nada cuando era una total mentira. Decía que no me importaba, pero cada mirada suya me encantaba, cada vez que me llamaba me derretía y cada vez que quitaba mi ropa me sentía en el cielo. Lo amé demasiado rápido.
A cambio, soporté las miradas cargadas de anhelo que le dedicaba a Rebeca.
Rebeca…
Veo mi celular, tengo como veinte llamadas perdidas de ella.
Sé que se siente culpable, que cree que arruinó nuestra relación cuando lo que sea que teníamos Mario y yo, estaba condenado al fracaso. Mas bien, la alargamos demasiado.
Siempre le dije que no éramos novios, pero solo era… para que no se fuera, para que mis sentimientos no lo espantaran y terminara por irse.
Al final sí terminó por irse.
Estaba equivocada al creer que el comenzaría a quererme.
¿Para que vino a tocar bajo mi ventana, cuando es más que obvio que no ha superado a mi amiga?
El celular suena de nuevo, pero esta vez es Frank.
── Hola, Frank. ──Musito sin ganas── No tengo ganas de salir ahora, pero…
── Eh… no te llamo por eso.
Me quedo pensando.
── ¿Y por qué me llamas?
── Eh…
── ¿Frank? ──Cuestiono── ¿Todo está bien?
── Estoy con Cristian y Rebeca. ──Dice y yo me tenso── ¡No me cuelgues! Solo… Cristian irá por ti para que vengas.
── Al final sí era para eso, idiota. ──Gruño── ¡No quiero salir!
── Lástima, vendrás.
Cuelgo, indignada.
No quiero verlo, no quiero ver a Cristian.
La mirada que me dio al enterarse de que sabía de los sentimientos de Mario y no le dije nada… jamás en la vida me había visto así, ni por muy molesto que estuviese.
Se que traicioné su confianza, sé que debemos hablar en cualquier momento, pero estoy segura que todavía no es el momento. No tengo fuerzas para arreglar relaciones ahora y él debe sentirse aún muy molesto y traicionado.
Aunque me sorprendió que, a pesar de su enojo, siguiera preocupándose por mis sentimientos en aquel momento cuando golpeó a Mario.
Pasaron varios minutos hasta que empiezo a escuchar toques a mi puerta, eran toques insistentes.
Inmediatamente entro en pánico.
── May, abre. Sé que estas allí. ──Es Cristian.
Carajo.
Salgo de la habitación en completo silencio, no quiero abrirle, pero no encuentro la forma de pedirle que se vaya. No me veo capaz de hablar.
── May, solo abre. ──Lo escucho suspirar── Sé que ha pasado tiempo y no peleamos de esta manera desde que teníamos cinco años, pero nada de esto fue tu culpa.
Me acerco a la puerta y me recuesto con suavidad sobre ella, pongo una mano sobre la madera de ésta.
── Lo siento, May. ──Murmura── Nada es tu culpa, tú eres la mejor prima del mundo. No debí echarte de mi casa también, cuando tú has guardado todos y cada uno de mis secretos. Sé que estabas alerta para que… no me hagas decirlo. Solo abre.
Mi corazón duele, pero yo no quiero que me vea así.
Siempre he sido la que apoya a todos, la que ve a los demás en medio de sus problemas y que toman de mi mano para volver a levantarse. Las únicas personas que me habían visto sin mi típica energía, eran Frank y Mario.
No quería decepcionar a nadie más.
── May. ──Vuelve a hablar── No te encierres. Solo tienes que abrir la puerta, no tienes que decir nada si no quieres. Solo abre y prometo que me ocuparé del resto.
Tomo una respiración y abro la puerta.
Cristian inmediatamente me rodea con sus brazos y me atrae a su pecho, acaricia mi cabello y me acuna como si tuviera cinco años.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
── Yo… ──Comienzo a decir, pero él me interrumpe.
── Shh. ──Ambos caemos al suelo, él no me suelta, en su lugar me sube a su regazo y continúa acunándome como si fuera niña pequeña── No tienes que decir nada, May.