Melodía Disonante (colección: Caleidoscopio de Emociones #2)

Capítulo XXXII

Llego al piso de su apartamento y rebusco en su bolso en busca de la llave sin pedirle permiso.

── Mario, te estás pasando, no quiero que entres… ──Pero entro igualmente y cierro la puerta sin decirle nada── ¡Eres un idiota! ¿Haces caso en algo?

── Te hago caso a ti.

── Jamás había escuchado una mentira tan grande, no me has hecho caso en absolutamente nada, y esta noche no es la excepción.

La llevo a la habitación, haciendo caso omiso a sus reclamos.

Solo es ahí cuando cierra la boca, porque la lanzo a la cama.

── Contigo si no quiero nada. ──Gruñe.

── No pensaba hacerte nada.

── Sí, como no. ──Dice sarcástica── Solo piensas en ti, maldito egotista. Me has destrozado, me has roto el corazón y ahora no puedo ver a Rebeca a los ojos, porque solo puedo pensar en lo mucho que la envidio por haber podido…

Mis labios la interrumpen.

Ella tiembla al sentir que la beso por primera vez, es absurdo que hayamos hecho de todo menos besarnos, pero así de tonto soy.

Intento darle el mejor beso de su vida, poniendo todo de mí en cada uno de mis movimientos, deseando que con esto pueda llevarme toda amargura de su cuerpo y que no combina para nada con ella. Ella debe ser feliz, amada y deseada por la persona correcta.

Y eso me lleva a pensar, ¿esa persona soy yo?

Aunque no sea la indicada para ella, quiero serlo. Así tenga que trabajar el doble para lograrlo.

Entonces ella se aparta.

── Idiota. ──Escupe y se incorpora sobre sus rodillas en la cama, golpeando mi pecho con fuerza── ¡Idiota, idiota, idiota!

── May…

── ¡Te dije que te quiero y tú no hiciste nada!

── Lo lamento…

── ¡No! ──Intento tomar su rostro, pero me aparta de un manotazo── Solo puedo preguntarme, ¿acaso la ves a ella? ¿la ves en tu mente cuando me besas? Porque yo sí la veo, la veo en tus ojos, con solo tocarme solo puedo pensar en cómo diablos se debió sentir Rebeca cuando tomaste su rostro de esta manera.

── Sabes que ella no siente nada por mí…

── ¡Pero tú sí! ──Estalla y se vuelve un mar de lágrimas── ¡Lárgate! ¡Lárgate ahora!

── May…

── No volveré a salir, si es lo que tanto te inquieta, solo quiero que te vayas.

Vuelvo a intentar tomar su rostro y esta vez tengo éxito, sus ojos estaban enrojecidos tanto por la bebida como por sus lágrimas y aquello me duele a horrores.

Toco sus labios con mi pulgar.

── Jamás había probado unos labios tan dulces como los tuyos. ──Ella llora con más fuerza── May, como lo siento. Sé que me equivoqué, sé que te dolió verme hacer aquello esa noche. Lo lamento mucho.

── ¿Qué fue lo que te pasó? ──Pregunta, destrozada── ¿Por qué de repente la besaste?

── No lo sé. ──Confieso── Simplemente, sucedió. No pensé con claridad.

── La amas demasiado. ──Se queja── No puedes pensar con ella cerca.

── May, yo… ──Cierro los ojos con fuerza, no sabía cómo consolarla con eso.

── Vete. ──Pide ante mi silencio.

Aprieto los labios, no quería dejarla de esta manera, pero no tengo otra alternativa, no quiero lastimarla más de lo que estaba haciendo. Por lo que asiento y me alejo, ella vuelve a sentarse en la cama, viéndome fijamente.

Parece que, por primera vez desde que la saqué del bar, me detalla.

── Te peleaste, ¿verdad? ──Asiento. Ella se acerca un poco, pareciendo de lo más preocupada── ¿Por qué?

── Rafael. ──No necesitaba dar muchos detalles, es suficiente con decir su nombre para que entienda que quería arrancarle la cabeza.

── Eso explica su cara destrozada. ──Murmura── ¿Cuándo?

── Hace más de una semana. ──Murmuro── Los chicos me detuvieron en la salida y me dejaron así.

Me siento algo avergonzado, yo no suelo terminar mal parado. Pero al estar algo afectado por el alcohol, que ellos eran más y que estaba intentando no matar para no asustar a May, pues…

Menos mal salió el dueño a poner orden.

Sus ojos se llenan de lágrimas.

── Odio que pelees. ──Confiesa en un susurro.

── Lo lamento. ──Digo con sinceridad mientras la veo── Me había detenido al pensar en ti, pero los chicos… bueno, ya me ves.

Toca mi rostro con sumo cuidado y yo me acerco por inercia, como siempre solíamos hacerlo cuando estábamos en nuestra pequeña burbuja. Mi nariz roza la suya y es ahí cuando siento toda la tranquilidad que no sentía desde que todo se fue al diablo por mi culpa.

Ahora es ella quien junta sus labios con los míos, en un suave sutil roce. Parecía tan encantada como yo por finalmente sentir ese contacto.

Vuelvo a amasar mis labios contra los suyos, esta vez con más calma que el primero. Es la primera vez que beso de esta manera, jamás había saboreado tanto a una mujer, jamás mi corazón se me había acelerado de esta manera. Era como si estuviera besando por primera vez.



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En el texto hay: erótica, romance, romance y desamor

Editado: 14.06.2025

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