- ¡¿Aquí estás preciosa?! –dijo Morgana al verla posada en una de las ramas- ¡¿Con quién estabas, pequeña?! –pero la avecilla voló hacía lo más alto del árbol para quedar fuera de su alcance- ¡No te comportes de esta manera, sabes que no me gusta! Además ¡Te puedo encerrar!
- ¡¿Encerrar?! –repitió el chico.
El joven dio unos cuantos pasos hacia atrás, intentando ocultarse un poco más. Sin darse cuenta, su pie se posó sobre una de las ramas secas que yacía en el suelo. El suave crujido que produjo resonó en el silencio del bosque, como un eco inquietante que se propagó en diferentes direcciones, rompiendo la calma y haciendo que su pulso se acelerara aún más.
- ¡¿Quién anda ahí?! –cuestionó la bruja, mientras miraba en todas direcciones.
El niño, sintiendo como su respiración se aceleraba, llevó rápidamente una de sus manos en dirección al rostro en un intento de ocultar su miedo. Con un movimiento instintivo retrocedió un poco, mientras su corazón latía desbocadamente en el interior de su pecho. Sin embargo, para su sorpresa y alivio, un conejo de color blanco emergió de la vegetación, saltando ágilmente de un lado hacia otro antes de perderse nuevamente entre la vegetación. La bruja observó como el conejo desaparecía y, un segundo después dirigió su atención hacia la avecilla.
- ¡Ven aquí, hermosa... y canta para mí! –pero el ave no se movió- ¡Ven y canta para mí! –la furia comenzó a poseer su cuerpo- ¡Sé que estabas con alguien... no me puedes engañar... baja en este instante! –le ordenó, pero el ave no le hizo caso- ¡Bien, tú te lo buscaste!
La bruja, con un gesto elegante, hizo aparecer su varita mágica entre sus dedos. Con un suave movimiento, la agitó en dirección al árbol que tenía delante, y de la varita emanó un destello brillante que iluminó el aire. El resplandor impactó de lleno en el tronco, que comenzó a brillar intensamente durante unos segundos, tiempo necesario para que la energía lo recorriera por completo. De repente, el árbol cobro vida, agitando sus ramas de manera sutil, respondiendo al llamado de la bruja.
- ¡Es... es... una bruja! –susurró el joven.
- ¡Y no me mires así... tú te lo has buscado! –dijo la bruja, mientras su cuerpo era consumido por un profundo manto de color negro que la hizo desaparecer del lugar.
El chico salió de su escondite y corrió a toda velocidad en dirección al árbol pero, justo cuando estaba a punto de alcanzar el tronco, una de las ramas se deslizó velozmente por el aire, dirigiéndose hacia él con la intención de golpearlo. Y con un reflejo sorprendente, el niño esquivó el ataque con impresionante agilidad, deteniéndose en seco, aterrorizado. Dirigió su mirada en dirección a la pequeña ave, quien revoloteaba desesperadamente sobre la copa del árbol, anunciando sobre la maldad que aún asechaba el lugar.
- ¡No te preocupes... regresaré para ayudarte a escapar de aquí! – gritó el pequeño.
El chico, corrió a toda velocidad alejándose del lugar que había comenzado a parecerle un laberinto de peligro. Mientras tanto, la avecilla continuó su danza entre las hojas del árbol. Con un trino melodioso, comenzó a reproducir una nueva y hermosa canción que resonó suavemente en el aire, llegando hasta los oídos del pequeño. A pesar del terror, la melodía lo envolvió en un cálido abrazo, recordándole que en las profundidades del bosque tenía una amiga que lo estaría esperando.
- ¡No te preocupes, regresaré por ti... lo prometo! –gritó en medio de una respiración entrecortada.