🪓┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿🪓
La oscuridad la envolvía con un peso asfixiante, como si la casa misma exhalara su aliento muerto sobre ella. Melody despertó con un estremecimiento, sintiendo el frío helado que le calaba los huesos. Su respiración era irregular, el pecho se le agitaba como si hubiese corrido una gran distancia. Parpadeó varias veces, tratando de orientarse, pero la penumbra solo revelaba un lugar que no reconocía de inmediato.
El suelo bajo sus pies estaba cubierto de polvo y astillas de madera podrida. Un olor a humedad y encierro impregnaba el aire, mezclado con un aroma dulzón y rancio que le revolvió el estómago. Las vigas del techo crujieron levemente cuando se movió, como si su sola presencia hubiera despertado un eco del pasado. Entonces lo vio: las paredes estaban cubiertas de inscripciones.
Su corazón se detuvo por un instante. Los trazos eran torpes, hechos con lo que parecía ser carboncillo o algo más oscuro, más denso. La caligrafía cambiaba de una palabra a otra, algunas letras grandes y toscas, otras pequeñas y tambaleantes. "WENDIA" se repetía una y otra vez, con una insistencia casi desesperada. "ASESINA", "TE VAN A MATAR", "TE ESTÁN OBSERVANDO". Melody sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Su propia letra se mezclaba con otras desconocidas, como si varias manos hubieran contribuido a aquel mural.
Un mareo la golpeó de repente, y tuvo que apoyarse en la pared para no perder el equilibrio. Sus dedos tocaron la superficie rugosa, sintiendo la textura de las inscripciones bajo la yema de sus dedos. Algo dentro de ella le gritaba que corriera, que abandonara ese lugar cuanto antes, pero sus piernas se negaban a moverse.
«¿Cómo llegué aquí?» pensó, tratando de recordar la noche anterior.
Había estado en su habitación, intentando dormir, pero el sueño se había convertido en una bruma densa y pesada. No recordaba haber salido de la cama, mucho menos haber caminado hasta esta ala de la casa.
El ala que nunca antes había conocido.
La parte de la mansión que nadie usaba por alguna razón, cerrada desde hace años. Ni siquiera la servidumbre se atrevía a entrar.
Su aliento formó una nube en el aire. La temperatura aquí era más baja que en cualquier otra parte de la casa. Sintiendo un nudo en la garganta, giró sobre sus talones, buscando la salida. Al fondo del pasillo, una puerta de madera maciza se alzaba como la boca de un lobo a punto de engullirla. Tragó saliva y avanzó lentamente, cada paso resonando en el suelo de madera carcomida.
Entonces, un sonido. Un roce, un susurro, algo moviéndose en la oscuridad. Melody sintió el cabello erizársele en la nuca. Se detuvo, conteniendo el aliento.
—¡Hay alguien aquí! —quiso decir, pero su voz no salió.
El sonido se repitió, esta vez más cerca. La respiración se le aceleró cuando sintió un cambio en el aire, un peso invisible que se cernía sobre ella. Giró bruscamente hacia una esquina oscura de la habitación.
Dos puntos brillantes, reflejando la tenue luz de la luna que se colaba por las grietas de las ventanas tapiadas. Ojos. Ojos observándola.
Un grito murió en su garganta cuando un par de cuernos curvados emergieron de la sombra. La silueta, alta y delgada, se deslizó levemente en la penumbra. No era completamente sólida, sino que parecía fundirse con la oscuridad misma.
Melody retrocedió de un salto, el corazón a punto de estallar. La criatura no avanzó hacia ella. Simplemente la miraba. O, mejor dicho, la reconocía.
«No tengo miedo», pensó de repente. Y era cierto. Su cuerpo temblaba, pero en lo profundo de su ser, no había pavor, sino algo diferente.
La criatura inclinó la cabeza, casi con curiosidad, y luego se desvaneció en la penumbra, como si nunca hubiera estado allí.
Melody sintió una presión en el pecho, una sensación de vacío que le heló las venas. Se llevó una mano a la garganta y cerró los ojos por un momento. Cuando los abrió de nuevo, las inscripciones en la pared parecieron tornarse más nítidas, como si le estuvieran gritando algo que no podía comprender del todo.
«Te están observando».
Su propia voz resonó en su mente.
De pronto, el eco de unos pasos resonó en el pasillo. Melody contuvo la respiración. No eran sus pasos. Alguien más venía.
El impulso de huir la invadió, pero su cuerpo se sintió pesado, como si la habitación entera la estuviera atrapando. Se quedó inmóvil, el corazón latiéndole en la garganta.
—¡Melody!—una voz femenina, amortiguada por la distancia.
Elara.
La llamada la despertó de su trance. Giró sobre sus talones y corrió hacia la puerta con el corazón desbocado. Justo cuando alcanzó el umbral, la presión en el aire desapareció y la oscuridad dejó de sentirse tan sofocante.
Al otro lado del pasillo, Elara apareció con un candelabro en la mano, el ceño fruncido. Melody sintió que su cuerpo entero temblaba, pero no dijo nada. No sabía si su hermanastra podía ver el terror en su rostro, pero Elara solo chasqueó la lengua.
—Te estuve buscando—dijo con frialdad. —Si Margery descubre que deambulabas por la casa como una lunática, te encerrará.
Melody asintió con torpeza, incapaz de articular palabra. Miró por última vez el umbral de la habitación oscura, sintiendo que algo, alguien, seguía observándola.
«¿Cuándo acabará esto?», pensó con un gran peso en su corazón.
🪓┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿🪓
El sonido de la lluvia repiqueteando en los ventanales de la cocina se mezclaba con las voces de la servidumbre, quienes cuchicheaban entre ellos mientras limpiaban los restos de la cena. Melody, con las manos entumecidas por el frío, exprimía un trapo sobre el fregadero cuando una de las criadas se le acercó con un gesto indiferente.
—Necesitamos más agua. Ve al pozo del bosque y llena un balde.
Melody se giró lentamente, sintiendo el peso de la orden como una losa sobre sus hombros. Frunció el ceño.