Melody

Capítulo 14: La elegancia de los espectros.

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El crujido de las ruedas de la carreta sobre la grava resonó en el aire, anunciando la llegada de nuevos invitados a la mansión. Melody, curiosa, se asomó por la ventana del salón en la planta baja, donde el sol de la tarde se filtraba entre los vidrios. Con movimientos precisos, un lacayo abrió las puertas del carruaje y, con delicadeza, ayudó a descender a tres perros de raza Saluki que aguardaban en su interior. Dos de ellos eran de un dorado reluciente, casi como si estuvieran bañados por los últimos rayos del atardecer. Sus largas orejas, sedosas y finas, ondeaban suavemente con la brisa, dando un toque de gracia a su ya impresionante presencia. El tercero, sin embargo, era distinto: su pelaje negro azabache brillaba bajo la luz, tan profundo como la noche más oscura. Su porte era majestuoso, casi regio, y cada uno de sus movimientos desprendía una elegancia innata que lo hacía destacar entre los demás.

Margery se encontraba en la entrada, con su vestido de terciopelo azul marino, las manos enguantadas en encaje negro y una sonrisa satisfecha pintada en los labios. Exhaló un suspiro exagerado al ver a los perros, como si hubiera recibido un regalo divino. Sus ojos resplandecieron de puro deleite cuando el más grande de los rubios se acercó a ella y le lamió la mano con obediencia.

Melody apretó los puños. Otro capricho. Otro derroche innecesario que Margery disfrutaba con la impunidad de quien sabe que nadie se atreverá a reprochárselo. En la mansión jamás se permitió la presencia de un perro antes, ni cuando su madre vivía. Cuando Melody era niña y pidió un cachorro, su padre negó la petición sin mirarla siquiera a los ojos. "Los perros ensucian", había dicho Andrew con desdén en aquella ocasión. Y sin embargo, allí estaba su madrastra, con tres criaturas exquisitas importadas de tierras lejanas.

—¿No son magníficos? —la voz de Margery resonó en el salón cuando entró con los Saluki trotando a su alrededor—. Son una visión, ¿no crees, Melody?

Melody mantuvo la boca cerrada y desvió la mirada hacia el suelo. No le daría el placer de una respuesta. Margery, sin embargo, rió suavemente, deleitándose en su propio gusto exquisito.

—Su porte es digno de la casa. Son ágiles, leales y hermosos. Algo que todos aquí deberían aspirar a ser —añadió con una mirada punzante hacia Melody.

Elara apareció en la habitación, con un vestido azul pálido que resaltaba su cabello rubio. Al ver a los perros, su expresión de curiosidad se transformó en fascinación.

—Son preciosos —dijo, arrodillándose para acariciar al negro—. ¿Cómo se llaman?

—Aún no lo he decidido. Pero estoy pensando en nombres dignos de su linaje —respondió Margery con una sonrisa calculada.

Elara se rió, mientras el Saluki negro se acurrucaba en sus brazos sin resistencia. Melody, en cambio, sintió una punzada de irritación cuando el animal levantó la cabeza y la miró fijamente. Había algo en su mirada que la incomodaba, como si esos ojos oscuros fueran capaces de ver a través de ella.

—¿Te gustan, Melody? —preguntó Margery con una dulzura fingida.

Melody no respondió. Se limitó a inclinar la cabeza y fingir desinterés. Pero en su interior, un resentimiento antiguo comenzaba a burbujear. No era por los perros en sí, sino por lo que representaban: un recordatorio de su lugar en esa casa. Un recordatorio de que todo en la mansión pertenecía a Margery, que su poder se extendía incluso hasta la elección de qué seres vivían bajo su techo.

Los perros comenzaron a explorar el salón, sus patas apenas haciendo ruido sobre la alfombra. Melody se retiró sin más palabras, sintiendo que no había espacio para ella. Mientras se alejaba, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Miró por encima del hombro y encontró de nuevo la mirada del Saluki negro fija en ella, inmóvil, expectante.

«Te espera una mejor vida que la mía», meditó Melody.

Los días pasaron, y como si no fuera suficiente con la humillación de ser tratada como sirvienta, Melody recibió otra tarea: pasear a los nuevos perros de Margery. Como si se tratara de una burla más, la madrastra ni siquiera se dignaba a mirarla cuando le daba instrucciones, simplemente delegaba, como si Melody fuese menos que el servicio.

Una tarde, Elara anunció que saldría a dar un paseo. Margery, sin siquiera apartar la vista de su bordado, le ordenó que llevara a los perros consigo. Pero Elara, en su astucia, halló una alternativa más cómoda. Sin discutir con su madre, giró el rostro con una sonrisa maliciosa hacia Melody y, con un tono dulce pero cargado de veneno, le dijo:

—Pasearás a los perros mientras yo disfruto de mi salida.

Melody no discutió. Sabía que sería inútil. Así que, con la resignación que ya se había vuelto parte de su vida, se preparó para la salida. Para la ocasión, escogió un vestido burdeos, de tela modesta pero con una caída que resaltaba su esbelta figura. Su cabello largo y oscuro lo dejó suelto, permitiendo que sus rizos cayeran libremente por su espalda. Su belleza natural, etérea y sin esfuerzo, contrastaba con la imagen calculada de Elara.

Elara, en cambio, optó por una apariencia más elaborada. Su cabello rubio estaba peinado en un recogido alto, meticuloso y sin un solo cabello fuera de lugar. Se puso un vestido morado, lujoso y ostentoso, con bordados finos que resaltaban su posición privilegiada. Sin embargo, cuando llegaron al parque, la diferencia entre ambas no tardó en hacerse evidente.

Mientras Melody paseaba a los perros a la distancia, ajena a las miradas que atraía, Elara disfrutaba de la atención que esperaba recibir. Pero, para su disgusto, los caballeros y algunas señoritas posaban su vista en Melody. Ella no hacía nada por llamar la atención; su andar tranquilo y su aire melancólico parecían envolverla en un halo de misterio que solo aumentaba su atractivo.

Elara apretó los labios, sintiendo la envidia arder en su interior como una brasa incandescente. Y lo peor ocurrió cuando un caballero, joven y atractivo, se acercó a ella con una sonrisa encantadora y preguntó:



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En el texto hay: gotico, suspenso, terrorpsicologico

Editado: 29.03.2025

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