Melody

Epílogo

🪓┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿🪓

La mansión había cambiado. Sus muros eran los mismos, pero las reformas la habían modernizado. Ahora era un cascarón de su antigua gloria, de su ominosa presencia. Sin embargo, el alma de la casa seguía impregnada de las tragedias pasadas. La oscuridad continuaba arraigada en sus cimientos.

En los pasillos fríos y solitarios, una sombra se deslizaba sin ser vista por la mayoría. Melody, convertida en un eco de lo que una vez fue, deambulaba con un silencio etéreo, su figura espectral vagando entre las estancias renovadas. Sus dedos transparentes recorrían los muebles nuevos, los retratos de personas que no conocía. Su hogar había cambiado, pero la tragedia que encerraba permanecía intacta.

Fue en una de sus tantas noches errantes cuando la vio. Una niña, de cabellos oscuros y ojos curiosos, que se detuvo en seco al notar su presencia. Melody la observó con cautela, sin esperar que la criatura reaccionara. Pero entonces, para su sorpresa, la niña parpadeó y fijó la vista en ella con una claridad que la paralizó.

—¿Quién eres? —preguntó la niña con voz suave, como si la visión de un fantasma no fuera algo que la aterrara.

Melody sintió algo moverse dentro de ella, un eco de su humanidad perdida. Había pasado tanto tiempo desde que alguien la había reconocido, desde que alguien le había hablado. La niña le recordaba a Vanora, a Casandra. Había en ella una inocencia que le resultaba dolorosamente familiar.

—Me llamo Melody —susurró, su voz como el crujir del viento entre los árboles.

La niña inclinó la cabeza, evaluándola.

—Soy Natasha —dijo con una pequeña sonrisa—. ¿Qué te ocurrió?

Melody se quedó en silencio. ¿Cómo responder a una pregunta tan simple pero tan cargada de significado? Miró el rostro de la niña, sintiendo una melancolía que no la abandonaba desde el día de su muerte. Finalmente, respondió:

—La conducta de un adulto ausente e irresponsable me llevó a este destino.

Natasha asintió con comprensión, como si de alguna manera entendiera el peso de esas palabras.

—Sé lo que es no tener a un adulto que cuide de ti —susurró con tristeza.

Las palabras golpearon a Melody de una manera que no esperaba. Por un instante, sintió algo parecido a un estremecimiento. Su corazón había dejado de latir hacía mucho, pero en ese momento, sintió algo parecido al dolor, algo cercano a la empatía que creía haber perdido.

Se inclinó levemente hacia la niña, observándola con una dulzura que no sabía que aún poseía.

—No estás sola —murmuró—. Siempre estaré junto a ti.

La niña le dedicó una sonrisa antes de que el sonido de pasos la hiciera voltear. Al girarse de nuevo, Melody ya no estaba.

Lejos de la mansión, en lo profundo del bosque, las flores wendias seguían creciendo. Su fulgor etéreo iluminaba la espesura con una belleza trágica, como si la tragedia misma hubiera quedado atrapada en aquel claro. La brisa susurraba historias olvidadas, las sombras de antiguos dolores se aferraban al aire.

Melody se encontraba allí, su figura traslúcida flotando entre las flores, sintiendo su esencia envolverla. Aquí había gritado su desdicha, aquí había comprendido su destino. Ahora, era parte de la tragedia, parte del bosque, parte del eco que nunca desaparecería.

Y mientras la noche avanzaba, las flores wendias seguían brillando, eternamente atrapadas en la historia de un pasado que se negaba a morir.

🪓┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿┿🪓



#796 en Thriller
#389 en Misterio
#2375 en Otros
#360 en Novela histórica

En el texto hay: gotico, suspenso, terrorpsicologico

Editado: 29.03.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.