Dicen que algunos nacen en cuna de oro. Otros, en cuna de trapos. Pero hay quienes nacen sin cuna, sin nombre, sin voz... como si el mundo los arrojara directamente a la tormenta, esperando que aprendan a gritar sin desgarrarse los pulmones.
Melody no tuvo infancia. Tuvo hambre. Tuvo miedo. Tuvo cicatrices. Desde pequeña, aprendió que el silencio podía ser más filoso que cualquier cuchillo, que a veces los abrazos lastiman más que los golpes y que cantar -aunque nadie escuche- puede ser lo único que impida que el alma se deshaga del todo.
Este no es un cuento de hadas. No hay castillos, ni héroes, ni finales felices. Solo una niña de ojos intensos y pies descalzos, caminando entre charcos y cadáveres de promesas rotas. Aprendió a cantar en medio del ruido de las sirenas, los gritos del barrio y los lamentos de una madre ausente. Y cuando por fin supo afinar su voz, cada nota traía consigo una verdad que nadie quería escuchar.
Ésta es la historia de cómo se forja una fuerza imposible en lo más hondo del abandono. De cómo, a veces, una niña rota puede hacer temblar al mundo entero con una sola canción.
Porque hay tormentas que no se pueden detener. Pero también hay niñas que aprenden a bailar bajo la lluvia... con un cuchillo en la mano y el corazón todavía latiendo.
-Dariam DMM